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Al igual que Job, quien padeció el ataque del demonio, me mantenía íntegro y recto, temeroso de ' lohim y apartado del mal . -¡Jesucristo te expulsa!
La poseída volvió en sí, repugnante y perversa.
Me sonrió fríamente. -¿Te gusta esta fulana? -preguntó riéndose entre lágrimas. Y vomitó sobre el suelo. -¡Jesucristo te expulsa!
- La espatarrada quiere que le claves tu cojón bien hondo -susurró con la mitad de su rostro desencajado y llorando, y la otra mitad descompuesta y riendo. Algo espeluznante. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Jodido cabronazo de mierda! -dijo elevando el tono de voz. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Tu puta pagó mi muerte! -gritó entre convulsiones, pataleando. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Tu puta me arrojó a los infiernos! -exclamó con una risa sardónica y un llanto, refregándose con su propio vómito. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Encula a esta calentorra asquerosa! -dijo recorriendo a gatas la habitación, intentando infructuosamente alejarse de la bendita Palabra de Dios. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Tu puta debe morir! -Se golpeó la cabeza contra la pared. Nada grave. Mera escenificación. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Clávale la polla de tu Santa Madre Iglesia! -Ahogó un leve sollozo en una carcajada, y me atravesó con una mirada fiera.
El Pecado Mortal era inherente al demonio. -¡Jesucristo te expulsa!
Vacié medio hisopo sobre la poseída. Chilló. Pero continuó con sus blasfemias. -¡Reviéntale su coño musulmán! -¡Jesucristo te expulsa! -¡Hijo de la grandísima perra que te parió! -dijo entre espasmos que acabaron tumbándola sobre el suelo. -¡Jesucristo te expulsa! -¡Hijo de mil putas! ¡Maldice a Dios y púdrete! -blasfemó retorciéndose indiscriminadamente. -¡Jesucristo te expulsa!
Ya era demasiado tarde para el demonio, que no conseguiría alejar a Aisha de su camino de salvación. -¡Cabrón! -¡Jesucristo te expulsa!
La poseída tensionó sus músculos faciales. Gemía y canturreaba. Su cuerpo se quedó rígido en un rincón de la habitación, acurrucado. Debía estar sufriendo alucinaciones sensoriales, porque empezó a mover los brazos como deshaciéndose de algo, de sombras que sólo una posesa podía vislumbrar. - commodum est mihi h c man re. ¿Jedni dobri a drugi zli? -masculló en latín y serbocroata, agitando los brazos sin control. -¡Jesucristo te expulsa!