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dejarme en evidencia. Se comportaba como si no supiera nada. Le dí su merecido. ¡Joder, qué si se lo di! Así esas rameras nos tomarán en serio. ¡No consigo entrar en la cabeza de estas bosniacas! Son unas putas reprimidas que no admiten su condición de perdedoras. Si saben que van a perder esta guerra, ¿por qué no se divierten antes de que las enterremos?

Estamos en guerra, y ellas lo ponen todo peor. Intentan ponerlo todo patas arriba…

Me senté en la silla de la habitación, frente a una ventana, la más alejada de la poseída, pero sin perder de vista aquel cuerpo impío.

Miré a través de la ventana. La lluvia caía con fuerza sobre aquella zona ajardinada del hospital. El agua discurría por las aceras de una forma descontrolada. Era un auténtico torrente buscando las bocas de alcantarillas más próximas.

Algunas rachas de viento y agua golpeaban el cristal de la ventana como si quisieran romperlo e inundar la habitación. Una lluvia torrencial que parecía tener un sólo propósito: apagar el incendio diabólico que emanaba del cuerpo poseído de Aisha.

Desenganché el Santo Rosario que llevaba en la cintura. Iba a rezarlo en el momento crítico del Ritual de exorcismo mayor.

Dadas las circunstancias, contemplaría los misterios dolorosos, la Pasión de Jesús de Nazaret.

Y comencé el rezo del Santo Rosario con enorme alegría.

- Por la señal de la Santa Cruz… Señor, Dios nuestro, líbranos de nuestros enemigos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El rezo del Santo Rosario era lento, meditado y contemplativo. El versículo 7 del capítulo 6 del Evangelio según San Mateo aclaraba que al rezar no charléis como lo hacen los gentiles, quienes creen que gracias a su palabrería van a ser escuchados . Sólo así, cada misterio, de una parte de la vida de nuestro Señor Jesucristo, hacía temblar los cimientos del Infierno, anunciándole al demonio, el cual se removía con mayor inquietud dentro el cuerpo de Aisha, que su caída sería inminente.

- La follé bien follada para mantenerla a raya. Necesitaba disciplina en aquella guerra. ¡Y ahora tu Europa bonita quiere ensuciarme por todo el mundo! ¡Ojala se derrumbe tu vieja iglesia y caiga encima de ti, Judas! ¡Maldito traidor! ¿Vas a creerte lo que te contó esta bosniaca? ¡Regálame ese Rosario para darle cien latigazos a esta zorra! ¡Y esas grabaciones se las meteré tan dentro de su coño que no las encontrarás, aunque te la folles durante mil años!

- Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del Cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen -rezando el Símbolo de los Apóstoles, y sintiendo el Santo Rosario, con el tacto incorruptible de su madera de olivo del Huerto de Getsemaní y de sus cuerdas naturales-, padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. -La poseída me escupió, pero no llegó a alcanzarme con sus segregaciones demoníacas-. Al tercer día resucitó de entre los muertos. Subió a los cielos y está a la diestra de Dios Padre. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.

La fuerza devocional del Santo Rosario desestabilizaba al Maligno. Impedía que el demonio dominara el mundo, el tiempo y el espacio en sí mismos, neutralizando el virulento contacto diabólico con el cuerpo de Aisha y con el propio mundo de la posesa también.

El Santo Rosario era un glorioso acto de fe. -¡Joderla durante aquella guerra me hizo fuerte! Me hizo más hombre aquí en la tierra como en el Infierno. ¡Necesitaba tanto sacar las fuerzas del coño de esta fulana! ¡Y necesitaba tanto llenar con fuerza el coño de esta fulana! -dijo parafraseando sus propias

Europa bonita
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