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hombre jovial, ingenioso, culto y brillante. Es una persona extrovertida… Si es divertido, es debido a su naturaleza de hombre alegre. Es un buen compañero y un confidente único. Se desvive por mí. Desea tener hijos conmigo, fundar una familia. Es un amante realmente fiel. Me cuida a mí, cuida la casa, cuida su carrera profesional como modelo… Admiro su autosuficiencia, porque la comparte conmigo, es algo contradictorio pero real. Dice que su éxito es todo lo bueno que le rodea, y que yo soy lo mejor de nuestras vidas. Hace que me sienta segura a su lado. Aunque suena fantasioso, puedo pasar el resto de la eternidad junto a él… ¡Pero no estoy admirando su personalidad en este momento! Observo su cuerpo. Su físico. Quiero ser pragmática con él, y jugar con las palabras. Quiero ser una pícara… Él es un buen hombre. Un hombre que es o… está muy bueno. Un amante pasional. Siempre está atento a mis placeres y gozos. Bien dotado. Buena potencia sexual. Una gran capacidad de penetración… Afortunadamente, vive el sexo de una manera muy sana. Le agrada experimentar y hacer cosas diferentes en la cama. Es muy creativo… En fin, una joya sexual. ¡Menuda apología de su sexualidad acabo de marcarme!.
Una de las admoniciones de san Francisco de Asís rezaba: La virtud ahuyenta al vicio .
Marta reafirmaba obsesivamente aquellos atributos relacionados directamente con el placer sexual. ¡Son los prejuicios los que convierten esa manera de ser tan viril en una mera impresión primitiva! También me gusta verle como un hombre consciente de su identidad masculina, sin rasgos femeninos, con una fortaleza emocional que le permite cumplir con sus tareas sexuales como amante. Sea algo instintivo o no, acepto y tomo su sexo por su capacidad reproductora y, sobre todo lo demás, por su capacidad de generar placer, sentenció la lúbrica voz en off de Marta.
A ella se le caía la baba con él, pero no me creí que una mujer hablara realmente de aquella manera. ¡Mis feligresas no hablaban así! ¡Nunca se habían confesado en aquellos términos!
Cambió el emplazamiento de la escena. Marta y Miguel estaban paseando descalzos por la orilla del mar.
Miguel se aproximó a ella. Se abrazaron. Él aprovechó aquella distancia para echar un vistazo en el interior de la blusa de Marta. Llevaba un sostén bajo que realzaba sus senos. Él los contempló extasiado.
Marta sonrió al descubrir el gesto de Miguel.
Él contuvo sus intenciones.
Los dos se hubiesen poseído con mucho gusto, pero una playa pública no les pareció el lugar más idóneo para fornicar.
- Si estuviéramos en casa, te diría lo que necesita esta mujer de ti -susurró Marta con la respiración acelerada.
Él captó el brillo de sus ojos, que se había vuelto más intenso. Se excitó con el deleite de Marta.
Se apretaron el uno al otro, buscando más presión en sus abrazos. Deseaban fusionarse en un solo ser.
Noto su contención tras el pantalón vaquero y el boxer, dijo la voz en off de Marta. Le atrajo hacia ella, dibujando la anhelada y potente forma sobre su vientre.
Marta, con disimulo, le desabrochó uno de los botones inferiores de la camisa.
Introdujo una mano y acarició su torso. Me encanta deslizar mis dedos por este territorio firme, viril y musculoso. Me apetece explorar una de las partes favoritas de su anatomía, insistió Marta con lujuria, mientras llegaba a los pectorales y palpaba su vigoroso contorno. Siento el calor de su piel y la fuerza con la que late su corazón, culminó la voz en off de Marta.
Se habían puesto a cien.