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Marta llevaba un rato en la misma posición sin molestia alguna. La temperatura del estudio era muy agradable. Y el trato amable de aquellos dos profesionales compensaba las leves incomodidades que llevaba aparejada cualquier sesión de fotos. -¡Menudo peloteo que os traéis! -exclamó Marta, quien no se ruborizaba tan fácilmente.

Los tres se rieron. No habían dejado de hacerlo desde que comenzó la sesión de fotos. -¡Vívelo! -sentenció Pablo, consciente de lo que decía-. Eso es lo más sano para el ego.

- Estoy de acuerdo contigo -le confirmó Marta, acomodándose de nuevo en su pose. Carles se había aproximado a ella con la cámara fotográfica en las manos.

Carles revisaba la luz desde distintos ángulos. Estaba como el pez en el agua, y se movía ágilmente de un extremo a otro de la cama, sin pisar el cableado que inundaba el estudio. Se detuvo frente a Marta, a sus pies y en el lado izquierdo de la cama. Se empleó a fondo en ajustar la abertura y la velocidad de obturación. El cuerpo de Marta era un compendio de luminosidad. Controlar la exposición de la toma con aquel despliegue de luces no era una tarea fácil.

Pablo no le quitaba ojo a ninguno de los reflectores, focos y difusores que estaban operando automáticamente en aquel momento.

Carles determinó el área de la escena que captaría: cama y cuerpo completo de Marta. Precisó la longitud focal de su cámara fotográfica.

- Marta, tres, dos, uno… -Carles apretó el botón del disparador a fondo.

Las unidades de flashes fijos, que tenía instalados el estudio, se accionaron. Cada uno de aquellos pulsos de luz estaba sincronizado con los cálculos que había efectuado Carles en el programa informático.

Carles soltó el botón del disparador. Acababa de realizar decenas de fotos distintas sin moverse de su posición. Sólo había necesitado tres o cuatro segundos.

El equipo de iluminación pitaba con un sonido agudo y continuo. El encendido y la intermitencia de decenas de lamparitas rojas anunciaban los procesos de recargas.

Carles y Pablo le comentaron a Marta que, aparte de los esquemas de iluminación usados para cada toma, también confiaban en los recursos informáticos. Aquella conjunción les permitía hacer fotografías realmente bellas e impactantes. La creatividad y la profesionalidad combinadas con la alta tecnología les daban muy buenos resultados. El éxito de la revista Women Top, donde se publicarían estas tomas, así lo demostraría en los próximos meses.

Fotos eróticas en una revista muy cool, tremendamente fashion, anunció una voz en off. Escuchar aquello me provocó la risa de nuevo. Aquella posición del sonido verbal se relacionaba de una forma extraña con la imagen-visual del plano de Marta posando. Aunque no descartaba que se tratase de nuevos discursos fílmicos desconocidos para mí, no era el tipo de cine que vi durante mi infancia y adolescencia.

Seguía prefiriendo la narrativa audiovisual de las películas que había visto varias veces en los últimos años como Hermano sol, hermana luna de Franco Zeffirelli, El gran silencio de Philip Gröning, La Pasión de Cristo de Mel Gibson, La última tentación de Cristo de Martin Scorsese o La Misión de Roland Joffé. Un cine más coherente que el telefilme en cuestión.

Carles dejó la cámara colgando de su cuello y contempló satisfecho el final de la sesión.

- Marta, puedes descansar. Ya hemos terminado. Pablo, tráele a Marta el albornoz, por favor.

- Toma, Marta. -Pablo le ofreció diligentemente el albornoz. Ella se levantó de la cama y se lo puso.

Europa bonita
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