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Súplica litánica Aquel primer latigazo divino, de agua bendita contra el demonio, apenas hizo reaccionar el cuerpo de Aisha, que seguía quieto pero resistente.
- Imploro humildemente la misericordia de Dios todopoderoso para que, movido por la intercesión de todos los Santos, escuche piadoso la voz de su Iglesia en favor de nuestra hermana musulmana Aisha Cupina que está gravemente oprimida por el demonio. -¡Cura, me olvidaba del segundo plato! Sobre la sartén echaba unos polvos, el condimento típico de la región de Fo a, poniendo duro el embutido: una salchicha serbia, un salchichón, una butifarra, una longaniza y una morcilla. -Abrió los ojos como si acabara de recibir una sorpresa-. ¡Vaya, se me olvidó que en Serbia no hay comidas morcillonas!
La estrepitosa carcajada del demonio se ahogaba en su maldita verborrea.
Oh Dios todopoderoso y misericordioso, concede a Aisha Cupina la indulgencia, la absolución y el perdón de sus pecados.
Cogí el Santo Rosario que llevaba colgado del cordón de mi cintura. El tacto agradable, benefactor y protector de su madera era indescriptible.
Rodeé la cama y me situé a la izquierda de Aisha, de manera que ella fuera consciente de que a mi espalda estaba el icono del Cristo de San Damián.
Me arrodillé y comencé a recitar las letanías, sujetando con firmeza el Santo Rosario.
- Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad. -La fetidez de su aliento era evidente. De su boca salía un olor nauseabundo-. Santa María, Madre de Dios, ruega por ella. San Francisco de Asís, ruega por ella. Santos Miguel, Gabriel y Rafael, rogad por ella. Todos los Santos Ángeles de Dios, rogad por ella…
- Dragan cocinó todos los días. Sació la gula de Aisha. No hay nada como una buena sardina con sus dos inseparables huevos fritos… de tanto verterse… -Bostezó e hizo un gesto falso de cansancio y aburrimiento. Una pose del demonio, que nunca descansaba.
- Muéstrate favorable, líbrala, Señor. De todo mal, líbrala, Señor. De todo pecado, líbrala, Señor.
- Ella siempre le ofrecía a Dragan su cóctel marinero, que llevaba mejillón, coquina, almeja, bacalao, chirla. -Risillas y más risillas del demonio-. ¡Vaya, en los Balcanes no había mariscos por aquellas fechas! Pero sí una buena seta, una castaña, una breva y un higo. ¡Ay, no sé que digo! -Cortó su risita de raíz-. A Dragan le encantaba el tacto de los limones y los melones antes de comérselos. Aisha sólo miraba durante el postre. No comía, porque Dragan ya le había metido en el cuerpo todas las vitaminas que podía digerir.
- De las asechanzas del diablo, líbrala, Señor… Tú que libraste a los atormentados por espíritus inmundos, ten piedad de ella. Tú que diste a tus discípulos el poder sobre los demonios, ten piedad de ella… Para que nos escuches, te ruego, óyeme. Cristo, óyeme.
Cristo, escúchame.
Había provocado que el cuerpo de Aisha estuviera tenso y agarrotado.
Concluida la letanía, me levanté y recé una oración.
Había un ligero olor a azufre en el ambiente. Y no se trataba de mera sugestión.
- Oh Dios, que te alegras en el perdón y la misericordia.
- Dragan siempre se tomaba un café después del almuerzo, sin separarse de Aisha. ¡Menudo empujaleches! A él no le gustaban los cafés solos. -Dio una última carcajada, rápida e inexpresiva-. Dragan Talomir no dejaba un bollo sin mojar en leche fresca y