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Señal de la Cruz La Cruz no era la derrota de Jesús de Nazaret, sino un medio de redención que nos libraba de nuestros pecados, enseñándonos la imagen verdadera de Dios todopoderoso.

- Todo el trabajo que se dio Dragan con Aisha no fue en balde. Tu Aisha era una estrecha, y Dragan lo hizo todo para que ella se convirtiera en una cachonda. ¡Dragan utilizó su pijote para trajinarse a placer este coñito que tienes ante ti! ¡Míralo, cura! ¿No te gusta este chichi? -Las obscenidades del demonio no tenían límites.

Levanté la Cruz Tau, apuntando al rostro de la poseída. Bendije el cuerpo y el alma de Aisha.

- Por la señal de la Santa Cruz te libre del demonio nuestro Dios.

He aquí la Santísima Cruz del Señor, digna y buena Cruz, madera del Huerto de de los Olivos, del Huerto de Getsemaní, madera de todas las maderas.

La verticalidad de la Cruz unía a nuestro Señor Jesucristo con Dios todopoderoso.

Y su horizontalidad unía a nuestro Señor Jesucristo con el género humano, salvándonos por los siglos de los siglos.

- Cuanto más gritaba, más le endiñaba Dragan su cipote -dijo abriendo la boca de una manera grotesca.

Dios bajará a los infiernos y sacará el alma de Aisha Cupina que fue apresada por el demonio.

- Al principio, Aisha creía que su picha era un dedo sin uña -hablando y riendo musicalmente sin parar-, un sinorejas, un dildo… Sí. ¡Yo convertí esta hembra sumisa en una calientabraguetas de meteisaca día sí y día sí!

Dios devolverá el vigor al cuerpo de Aisha Cupina, arrancándole todo espíritu maligno. Porque el demonio siempre es derrotado, porque Dios nos libera de los asesinos y los enemigos de nuestro Señor Jesucristo.

- Todavía debe estar llena de lefa -dijo haciendo un gesto indecente con las manos sobre su zona genital-. Dragan se la trincó tantas veces, que algo debe quedarle en el chumino.

Maldito demonio, cuanto más tardes en salir de este cuerpo, mayor será tu caída. El poder de Dios para liberar el cuerpo poseído de Aisha crecía exponencialmente cuando el demonio se resistía a abandonar dicho cuerpo.

Reorienté el icono del Cristo de San Damián sobre la cama. Era necesario que la posesa no perdiera de vista aquella Cruz que le desvelaba el amor que Dios Padre sentía por Aisha. La Cruz era una fuente de vida, que procedía de quien resucitó para vivir eternamente entre nosotros. -¿Quieres saber cuántas trancas serbias se metió Aisha? ¿Pregúntale, cura? ¿Ahora te dedicas a salvar pelandruscas?

Aquella verborrea despreciable aumentaba la angustia de Aisha, haciendo que su cuerpo se agitara con inquietud. -¡Qué te diga cómo gritaba cuando se la ventilaban? ¡Era de placer y gusto, cura!

La muy lumia disfrutaba metiéndose todas las churras de los Balcanes! -exclamó riéndose.

Seguido de varios rayos y sus enérgicos truenos, una ráfaga de viento y agua golpeó contra las ventanas.

La Cruz permitía a Aisha conocer la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. -¡Pregúntale por qué no hubo ni un solo soldado serbio que no consiguiera verguearla o culearla! ¡Mire el chochín de la musulmana! ¡Mire su ojete! ¿No quería pruebas, cura? -preguntó con obstinación-. ¡Mire sus agujeros! Son los de una fichera barata. Una

Europa bonita
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