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Era la última toma. Marta permanecía, sin moverse, en aquella posición impúdica.
- Pablo, necesito luces directas en los extremos de la cama -le indicó Carles-.
Ilumina el cuerpo de Marta suavemente, de arriba abajo. -¿Quieres luz difusa con transición a los puntos más intensos? -Pablo esperó una respuesta. Sería determinante en el resultado final de la toma.
Carles observó pensativo la pose que había logrado con Marta. En unos segundos encontró la relación adecuada entre las luces y las sombras que establecería la carga erótica de la toma. Apenas se apreciaba la zona genital, tapada por la posición de una pierna, pero ajustó sus claroscuros. Quería evitar que la gerencia de la empresa desechara la toma por explícita y que los críticos la calificaran de pornográfica.
- Eso es. Con transiciones -decidió Carles-, porque voy a tomar unos planos picados. La postura es demasiado sugerente para echarla a perder con luces extrañas. -Sin dejar de señalar, se movió con destreza alrededor de la cama-. Aquí y allí quiero transiciones medias. No quiero que las rodillas y las piernas hagan sombra sobre las sábanas.
- Puedo regular los focos puntuales y utilizar los difusores un poco más a la derecha -ingenió Pablo.
- Perderíamos calidad de luz sobre el cuerpo. Si acaso, enciende los reflectores 2, 3 y 4. Regúlalos para todo el cuerpo menos para el rostro. Me gusta cómo le has iluminado la cara.
- Entonces bastará con encender y regular los reflectores 2 y 3 -puntualizó Pablo.
Carles asintió mientras se dirigía a una de las mesas del estudio donde había encendido un ordenador que controlaba todo el equipo de iluminación. Tecleó una serie de parámetros en el programa informático, y calculó el efecto que el nuevo juego de luces tendría sobre cada centímetro cuadrado de la pose. Los haces de luz que incidían sobre ella eran devueltos por su propio cuerpo, en menor o mayor proporción, según la textura, el color y el brillo de la piel.
- Marta, la tez morena de tu piel va a bordar cada toma -le halagó Carles tras estudiar los cálculos en la pantalla del ordenador.
- Tonalidad mediterránea -dijo Marta sonriente.
- Déjame adivinarlo: una cala y dos tardes de sol. -Carles siguió tecleando.
Marta soltó una leve carcajada. Carles había acertado.
- Cierto -le confirmó Marta.
- Llevo casi quince años leyendo la piel de las modelos. -Hizo un gesto simpático de muy experto y profesional.
- Listo, Carles -dijo Pablo. Había regulado doce artefactos de iluminación en apenas cuatro minutos. Su eficiencia no tenía límites. En el telefilme se le retrataba como un tesoro profesional para Women Top.
- Perfecto, Pablo, porque el programa informático también nos da la razón. Esta será la mejor toma -predijo Carles-. Marta, en cuanto sientas tensión muscular, pausaremos la toma -le advirtió.
- Gracias, pero de momento no tengo quejas. -Marta le guiñó un ojo, y sonrió agradecida.
- Ni las tendrás -dijo Carles con honestidad-. Todos estos medios están a tu disposición. Hemos estado esperando seis meses para poder hacer esta sesión fotográfica contigo. Pablo y yo somos fans de toda tu trayectoria profesional.
- Me vais a ruborizar con tanto halago -ironizó Marta. -¡Sobresaliente, Marta! -exclamó Pablo, siguiéndoles la broma.