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- En catorce mil euros…
- O sea… dieciocho mil con el extra.
- Más o menos… Y he dejado abierta las puertas para una segunda sesión.
- Viento en popa, marinera -. Miguel pisó a fondo el acelerador para incorporarse al tráfico denso de la Ronda del Litoral.
Cortaron el telefilme para emitir anuncios publicitarios. Volvemos en siete minutos con Miguel y Marta, leí en la pantalla.
O sea, la película se titula Miguel y Marta. Así de fácil. ¡Para qué van a complicarse con esas escenitas!. Me reí humildemente de mi ingenuidad. Pero lo tuve muy claro: Si no ponen pronto el documental, apago la televisión y espero al transportista en la planta baja.
Decidí emplear aquellos siete minutos en echarle un vistazo a los canales de la TDT. Pensé que era un tiempo más que suficiente para ponerse al día con la televisión.
Había escuchado el concepto de zapear en boca de un feligrés, que me explicó en qué consistía: ¿Quieres el sonido de Ganges Mix Club en tu teléfono móvil? Envía un SMS con la palabra GANMIX al 7754 o…
Cambié de canal.
La corrupción política en este ayuntamiento malagueño ha salpicado a cuatro concejales del grupo mixto…
Cambié de canal. -¡Tú te callas, porque da hasta asco de oírte! -exclamó la invitada, a la vez que el público le abucheaba-. Mira, te tengo que decir una cosa. Eres mucho más fea y más desagradable que viéndote por televisión. Para la edad que tienes estás hecha una mierda. ¡Y cállate, porque te pego así que…! -Cesaron los abucheos. El público gritaba directamente, increpándole. -¡No te voy a permitir que insultes a nadie! -Una periodista, levantándose de su sillón, se encaró con la invitada. El público respondió efusivamente con un fuerte aplauso-. ¡Vamos a ver! Si esta señora viene aquí para insultar a los que trabajamos aquí -dirigiéndose al moderador de la entrevista-, yo soy la primera que se levanta, y me voy, ¿entiendes? -¡Y tú eres la primera que te tienes que callar! -dijo la invitada arremetiendo contra otra supuesta periodista-. Porque de toda esta gente…
- Sss, sss. ¡Eh! ¡Chitón!-Levantó la mano desafiante-. ¡ Cuidaito conmigo, qué te quito el sombrero de un soplío! -El público se creció, riéndose a destajo.
- Tú sí que te tienes que callar. Que eres tan vieja que estás hasta sorda. -¿Vieja yo? ¿Quieres que te diga lo que tengo yo viejo?.
- A esta no la dirijo la palabra. No vengo aquí para esto.
- Eres vergonzosa, tía. -¿Sí?
- Estás aquí haciendo el payaso. ¡Arrastrada!
Abrí los ojos como platos. ¡Increíble!
Cambié inmediatamente de canal. Fue la única forma de combatir aquella escena que se estaba televisando en directo.
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Cambié de canal.