44

14

Escuchaba aquel testimonio a la vez que revisaba algunos dosieres y apuntes.

Fui metiendo algunos documentos en el maletín que tenía a mis pies, aderezando mis anotaciones con sorbos de agua. Cuarenta y siete mujeres encerradas en un motel.

Violadas sistemáticamente. Cuarenta y seis de ellas fueron asesinadas. Debió ser aterrador.

Viendo a Aisha en la pantalla del televisor, pensé: Por mucho que haya contado lo que le ocurrió, habrá algunas escenas para las cuales no hay palabras… Resulta prácticamente imposible conceptualizar determinados sufrimientos extremos.

- Has comentado algo de las primeras horas -remarcó la psiquiatra-. Pero, ¿cómo fueron los últimos días? Y no me refiero al momento de tu liberación…

- Supongo que te refieres a esos días que suman semanas o meses de violaciones y torturas continuas.

- Sí -señaló con brevedad, mirando muy seria a su paciente.

Aisha se recostó todavía más en el sillón. Cogió una ligera manta que había apoyada en el respaldo. Se tapó desde las piernas hasta el pecho, dejando sus manos bajo el abrigo de un bello bordado floral. No parecía que hiciese frío en la habitación, porque la psiquiatra sólo llevaba una falda corta y una camiseta de tirantas. Pero el mismo testimonio de Aisha y sus gestos anunciaban una atmósfera heladora.

La psiquiatra se inclinó sobre la mesa y escuchó con atención a su paciente.

- Esas últimas semanas de cautiverio, cuando aún no sabíamos que… -Aisha dejó la mirada perdida durante unos segundos, y luego continuó-. En realidad no contamos con salir vivas de allí. ¿Después de ver y padecer aquellas salvajadas? Ninguna de nosotras esperó nada bueno de aquellos soldados serbios. Nos convirtieron en sus juguetes sexuales, sus cocineras y limpiadoras. Fuimos sus esclavas. Nos doblegaron… Ninguna de nosotras se resignó a ese sufrimiento diario, pero consiguieron domarnos con esas torturas constantes… Estuvimos como robotizadas. Sin fuerzas. A ellos les cocinamos todos los días, pero a nosotras apenas nos alimentaron.

Nos negaron la higiene personal… Carecimos de intimidad… Tuvimos que orinar y defecar frente a unos soldados que nos observaban más que vigilarnos. Prueba de ello fue que, en ocasiones, la escena la completaron violándome… Sobreviví en aquellas circunstancias con la mente nublada. No sorda ni ciega, sino borrosa… difusa… Era muy consciente de mi sufrimiento, pero había algo que me nublaba la razón… Una niebla…

Porque estábamos aisladas. Cada vez que me violaban, pendía sobre mí una sentencia de muerte. Por instinto resistimos las brutales embestidas -dijo Aisha, sin que se le borrara de la cara aquella expresión ausente.

Combatimos cuerpo a cuerpo mientras nos violaban, encajando los golpes y los insultos -agregó con la mirada hundida y removiéndose en el sillón-. Hicimos lo posible para utilizar nuestra piel y nuestros músculos como corazas. Cuando te violan decenas de veces, tu cuerpo encuentra la forma de dañarse lo menos posible. Te seguirán desgarrando con sus penes erectos, sus dedos sucios y encallecidos, sus porras, sus cuchillos y machetes medio oxidados… La fuerza con la cual te penetran sigue desgarrándote la vagina y el ano, abriéndote de nuevo las heridas de las violaciones anteriores…

En aquel Fuego eterno, las fuerzas te iban abandonando. El deseo de vivir era mínimo. Quizás esa niebla fuera un proceso de zombificación… Nos habían negado la existencia como mujeres. Hicieron de nosotras cualquier otra cosa. Eso es: cosas.

Sólo tenía un pensamiento en aquel momento: el horror absoluto lo sufrió Aisha Cupina.

Resultaba fácil de creer. Su sinceridad seguía siendo transparente. Lo sentía a través de su mirada, su voz, sus gestos, su integridad, su lucha… ¡Desde luego que no mentía!

Europa bonita
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml