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Tercer y último descanso Aquella vez no salí de la habitación para descansar. Quise estar junto a la hermana Aisha, fortaleciéndola en el resurgimiento de su cuerpo purificado.
- Tu hija va diciendo por ahí que la violé. ¡No la creas! ¡Ella miente! ¡Disfrutaba cuando sangraba por su coño!
Infame demonio, maldecido por Dios, quien te creó y te arrojó desde el Cielo.
Maldito demonio, paroxismo de la arrogancia, influencia insana, venenosa y destructiva. No obedeciste a Dios, quien te condenó a las llamas eternas del Infierno. -¡Era una guerra! ¿Estás cansado, cura cabrón? No hice nada malo. ¿Pierde fuerza tu fe, puto chiflado? Les di a mis prisioneras el castigo que se merecían. Tenían que saber cómo disparaban nuestras pollas serbias.
Dios te expulsará a las profundidades abrasadoras del Infierno.
- Íbamos a la primera línea del frente. Merecía divertirme con esas cerdas musulmanas. Cada mañana hacía los controles de carretera. Merecía follarme esos chochitos turcos en mi motel.
Maldito ángel caído, es Dios quien te condena, noche y día, a perecer en el abismo de los impíos. -¡Cómo gritaban las muy zorras! Tuve gratis todas las putas que quise. ¡Los hombres como tú, cura cabrón, me envidian! Si alguna puta no me gustaba, la cambiaba por otra. Si alguna puta me molestaba, le pegaba un tiro.
Oh Dios, creador y juez de vivos y muertos, condena de nuevo al demonio y arrójalo al horno ardiente del Infierno. -¡Cura, ella también es creyente de tu iglesia! Aisha cree en Dios cuando hay velas y cirios largos y gordos. Dragan Talomir la convirtió en una santa cuando le hizo escuchar el sonido de sus campanas y sentir el tacto de su badajo macizo y potente, jodiéndola contra tus muros sagrados. ¡Así de virgen es tu cerda musulmana, cura cabrón!
Oh Dios, derrota las fuerzas contrarias a tu reino así como derrotaste a Lúcifer cuando le expulsaste del Cielo.
- La muy terca de tu Aisha siempre se resistía. Tenía que metérsela bien fuerte. ¡Así tiene la raja del coño tan grande!
Oh Dios, poder incontestable, benévolo y misericordioso, libra de las fauces del demonio a tu hija Aisha Cupina. -¡Cura cabrón, si pudiera enseñarte lo dura que era mi polla serbia! ¡Y ahora quieres salvar a tu Aisha! ¡Voy a joder a esta chupapollas hasta destrozarla! ¡Le meteré por el coño todo el fuego del averno!
Oh Dios, no dejes que tu hija Aisha Cupina caiga en el tormento del Infierno.
- Soy un soldado serbio. Esto es una guerra y ellas quieren jugar con ventaja por creerse mujeres y niñas. Pero, ¡no me engañarán! ¡Sucias tramposas! Te das la vuelta y ya te están embaucando. Si ellas tuvieran las armas, harían lo mismo con nosotros. Vendrían y recolectarían a todos los hombres y niños serbios. ¡Cómo las conozco! ¡Nos clavarían, uno a uno, el cinturón-polla que llevaría puesto la bosniaca más endeblucha! Sería la jovencita musulmana, con el aspecto más inocente y delicado, quien se encargase de joder a todos los serbios. Sólo por esto, no puedo perder el control. La Madre Serbia confía en que cada turca y mora andrajosa tenga su merecido por traicionarnos. ¡Nunca se portaron bien con nosotros! Todavía recuerdo a esa perra de mirada gacha, tan joven y dulce, tocándose el cabello… coqueteando en un campo de prisioneros. La saqué del grupo donde estaba sentada cómodamente. La muy falsa creía que aquello no iba con ella. Gritó, queriendo