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- Ya le concedí ese permiso, padre, desde el momento en que entró usted en este hospital -concluyó mientras se levantaba de su sillón. Igualmente, me levanté y le seguí hasta la puerta de salida del despacho.
La doctora me sonrió. Finalmente, su buena fe y franqueza salieron a la luz. Me estrechó su mano. La apreté delicadamente pero con la firmeza que ella esperaba de mi nueva empresa.
La realización del Ritual de exorcismo mayor era inminente.
Lo haré con enorme alegría, me dije para mis adentros.