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Gobierno de Perú, los muertos abrasados en una discoteca de Perm, los saharauis torturados por la policía de Marruecos, los chechenos asesinados por las militares rusos.
Aisha caía y caía como los condenados del Juicio Final de Hans Memling.
Y más sombras…
Los niños de la calle en Medellín, el asesinato de Nemin por un francotirador en Sarajevo, los guerrilleros zapatistas asesinados en México, los ahorcamientos colectivos en Irán, los asesinatos de Ignacio Ellacuría y Oscar Romero a manos del Gobierno de El Salvador, las matanzas contra civiles en Argelia, los cientos de refugiados albanokosovares asesinados, la destrucción total de las selvas de Malasia, la venta de esclavos en Sudán en pleno siglo XXI, los cadáveres destrozados en la estación de Atocha en Madrid, la explotación laboral de niños paquistaníes, el cultivo indiscriminado de opio en Birmania y Afganistán, la esclavitud sexual en Tailandia, la violación de los derechos humanos en China, el asesinato de guaraníes en Brasil, los brutales atentados de la banda terrorista ETA en Barcelona, los asesinatos cometidos por la Camorra napolitana…
Aquellas eran las auténticas sombras, hechos muy concretos, horribles, que difícilmente se relacionaban unos con otros. Proyecciones oscuras que las fuerzas demoníacas lanzaban al mundo de los vivos en contra del mensaje de nuestro Señor Jesucristo.
La poseída estaba conociendo el Horror: quienes sufrían, de forma extrema, las consecuencias de los conflictos bélicos, el hambre, la desesperación, el fatalismo, la falta de independencia, la depresión, la falta de ideas, la baja autoestima, el menosprecio de la propia imagen, la indefensión, el aislamiento social, la fragilidad relacional, el individualismo, la desconfianza, la inseguridad… Aisha sufría la exclusión social a través de su cuerpo poseído.
Aisha estaba rodeada por los verdugos, reconvertidos en un conglomerado de gritos, olores putrefactos, ambiente infecto… una marea de bestias humanas, aplastándose unos a otros, pisando y golpeando sus cuerpos exhaustos, despavoridos… Perfectamente retratado en La tortura de los condenados de Luca Signorelli, atormentando los sueños de quienes ofendieron a nuestro Señor Jesucristo.
Mostré la Cruz Tau a la poseída.
- Huye por la fuerza de la Santísima Cruz…
Yo te exhorto, espíritu maligno, con esta Cruz Tau de nuestro Señor Jesucristo.
Que la Santísima Cruz Tau te obligue a dejar libre el cuerpo de Aisha Cupina.
- Si tu Cruz fuera más gorda, se la metería por el coño. ¡Eso quisieras tú, cura cabrón, mal follao! ¡En este coño sólo entra un buen cipote serbio como el de tu hijo Dragan Talomir! ¡Y su luz oscura me llama! -Escupió sobre la Cruz, que limpié rápidamente con mi túnica.
La poseída, condenada a las llamas del Infierno, rechazaba la Cruz con vehemencia.
En nombre de Dios y de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra Madre la Virgen Santísima, yo expulso y arrojo al demonio a lo más profundo del abismo, allí donde las tormentas infernales son eternas, allí donde las fuerzas del Mal se ahogan sin fin en las aguas sulfurosas incendiadas, allí donde el fuego lo es todo hasta incinerar cada fuerza diabólica.
Hisopeé enérgicamente a la posesa. -¡Jesucristo te expulsa! -exclamé con la voz firme y potente.
- Pregúntale a tu puta por el hijo serbio que perdió? -mintió el demonio, explotando de rabia. Su ira contenida se estaba desatando. -¡Jesucristo te expulsa!
Una extraña pulsión interna desgarró a la poseída, convulsionándola. -¿Creías que no preñaríamos a tu cerda después de follarla tanto? -Se tiró al suelo y comenzó a arrastrarse de un pico a otro de la habitación como una fiera enjaulada.