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- ¿Qué concepto crees que tenían los soldados serbios de una mujer en tales circunstancias?
Aisha tardó en responder. Debía de estar pensando lo que diría. Se trataba de algo importante para ella. Quería ser sincera, porque no podía responder de otra manera. No parecía una mujer que hiciera comentarios acalorados.
La psiquiatra hacía lo imposible para realizar preguntas con mucho tacto. Aunque aquel silencio podía generar crispación en su paciente.
Abrí los ojos, pero tuve que entornarlos para acostumbrar la vista a la imagen del televisor.
- El de un objeto que podían utilizar a su antojo -respondió Aisha, mirándole a los ojos con una sinceridad aplastante-. No percibían el sufrimiento de sus víctimas. Nos humillaron a destajo. Estaban como abstraídos de nuestros dolores y gritos… En el horror mismo de la violación, estos soldados serbios encontraban sádicamente excitación sexual…
Se afanaban en crear una orgía de sangre con cada violación. En aquel motel no había víctimas para ellos…
Eran sádicos sexuales. Disfrutaban infringiéndonos dolor con los golpes, humillándonos verbalmente. Se excitaban con el sufrimiento psicológico y físico que estábamos padeciendo. Necesitaban que nos opusiéramos con todas nuestras fuerzas en cada violación, porque así incrementaban sus excitaciones…
La guerra permitió a los militares y los civiles serbios masacrar a las mujeres musulmanas en violaciones masivas realmente sangrientas. Aisha tenía razón: el sadismo sexual se extendió por todas las unidades militares serbias. Aquellos hombres dieron libre curso a sus fantasías sexuales más sádicas. Padecían un trastorno antisocial de la personalidad que, junto a otras enfermedades psiquiátricas, les permitían violar, lesionar gravemente y asesinar a sus víctimas.
Pensé que podía tratarse de una especie de comportamiento atávico. Recordé aquella escena que se da en algunos primates, cuando el macho se excita mordiendo a la hembra mientras copula. Aunque extrapolarla a la actuación de los soldados serbios, me parecía insuficiente para explicar las atrocidades que cometieron.
En la práctica, aquellos soldados no violaron por impulsos ancestrales. Sólo había que retrotraerse a dos o tres meses antes de que empezara la guerra. Los programas radiofónicos y televisivos serbios fueron radicalmente hostiles con la población bosnia.
Made in Serbia fue un estímulo seudo-intelectual más que suficiente para degradar a las mujeres musulmanas. No necesitaron ninguna cátedra para atacar, pegar, humillar y asesinar a personas indefensas. ¡Los soldados serbios no fueron caballeros bien educados, sino malas personas y enfermos mentales!.
- Estaban jugando a la guerra. -Aisha movió los brazos, y gesticuló con una dulzura demasiado extraña para la dureza de su testimonio-. Nuestras vaginas eran los mejores juguetes que habían encontrado para entretenerse y divertirse. Pensaban que las mujeres musulmanas eran un buen motivo para ir a luchar contra los bosnios . No había ni reglas ni normas para enfrentarse a nosotras. Nos cazaron en la misma ciudad de Fo a y sus alrededores. Y en esa cacería, la mujer era una presa fácil.
Quedaba claro que los captores de Aisha carecían de empatía. Eran unos individuos que cometieron aberraciones sexuales, predispuestos a penetrar de una forma violenta y forzada a las mujeres que tenían retenidas en contra de su voluntad. Y por los trastornos psiquiátricos que arrastraban, el hecho de violar a una musulmana era un plus en sus carreras como militares o mercenarios. Estaban convencidos de su derecho a poseer y copular sin reparos con aquellas mujeres.
No se esforzaron en comprender la gravedad de la situación. Fueron incapaces de ponerse en el lugar de una mujer violada. No sintieron remordimientos. Se empeñaron en no sentir nada al respecto. No quisieron reconocer los graves daños ocasionados por sus