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Oración dominical Arrodillado a los pies de la cama, junté mis manos y oré.
- Como nuestro Señor Jesucristo nos enseñó, pido a Dios, junto con la hermana Aisha Cupina, que nos libre del mal. -¡Gilipollas, lárgate con tu Cruz a otra parte! -La verborrea dañina del demonio empezaba a manifestarse de una forma más agresiva-. Seguro que hay algún pájaro estúpido piando bajo esta tormenta. ¿Por qué no te vas a la calle a escucharlo como lo hacía tu San Francisco del coñón? ¡Maldito escarabajo! ¡Cucaracha de convento! ¡Cuervo asqueroso!
Extendí las manos hacia el cielo y continúe orando.
- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. -¿Haces todo esto por tu hija Aisha? ¿Tu hija? ¡Despierta, cura! Tu Aisha era una quejica. No hacía más que llorar y llorar.
- Venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. -¿Perdonarás a Dragan Talomir?
- No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. -Acto seguido pensé:
Oh Dios mío, líbrame del demonio y de sus trampas.
Como siervo de Dios no me enojaba ni me turbaba por ningún discurso diabólico.
No me incumbía lo que dijese el demonio. -¿Dragan no es buen nombre para ser tu hijo?
Junté las manos de nuevo, reliando en ellas el Santo Rosario.
- Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
Hisopeé el cuerpo de Aisha. -¿Más agua bendita, cura? ¡Serás cabrito! ¡Aparta esa orina de Dios de mi chocho, cura mirón! -exclamó el demonio, inconsciente del sacrilegio que acababa de cometer.
Miré fijamente a los ojos enrojecidos y fieros de la posesa, que guardó silencio, expectante.
Regulé las luces de la habitación, encendiendo los focos al máximo. La posesa entornó los ojos, molesta por la intensidad de la luz.
Me acerqué a la cama.
Oh Dios misericordioso, consuela el dolor de tu sierva Aisha Cupina con tu gracia celestial.
La asperjé de nuevo, pero aquella vez lo hice con más fuerza, hasta vaciar el hisopo.
Derramé el Espíritu Santo sobre aquel cuerpo impío.
La poseída se agitó violentamente. El agua bendita estaba achicharrando las entrañas del demonio. ¡La radicalidad, la rebeldía y la indisciplina ante Dios todopoderoso deben castigarse duramente!.