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Imposición de manos Impuse las manos sobre la poseída. Su piel sudaba y ardía febrilmente. El olor ácido y dulzón del sudor de Aisha, junto a la fetidez del colchón manchado de su orina, impregnaban el aire viciado de la habitación.
- Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros como lo espero de ti. Señor ten piedad.
- Dragan siempre trabajó para ella. Cada vez que veía la grieta, metía la cosa.
Meneaba la mezcla hasta tenerla bien dura, empujándola dentro de la raja hasta dejarla seca.
Una buena faena, un duro trabajo. Entonces triunfaba con Aisha.
- Envía tu espíritu para renovar la faz de la tierra. Señor ten piedad.
- Veía esa delantera con semejante boquete, y enseguida se ponía a trabajar sobre ella. Sacaba su aparato, calibraba el instrumento. El movimiento pendular de sus bolas indicaba la precisión serbia con la cual funcionaría a destajo.
- Dios mío, salva a tu sierva que está esperando en ti. Señor, ten piedad.
- Clavaba su estaca en lo más hondo de aquel agujero, hincándola profundamente, a hierro. -El demonio provocó un estremecimiento en el cuerpo de Aisha-. La entabicaba hasta que se quedaba sin mezcla. Todo lo descargaba. Dragan sabía cómo construirla.
- Dios mío, sé para ella la fortaleza contra el demonio. Señor ten piedad.
- En cada obra le enchufaba la manguera, vaciando el surtidor en Aisha. Era tal la mojá, que el tubo a presión se salía y resbalaba en el pringoso felpudo de la puerta. Pero Dragan siempre conseguía que su mecha encendida nunca se apagara. ¡Eso sí que es trabajar duro, cura, y no tus rezos! -exclamó la absurda voz infernal.
- Que el demonio no consiga nada de ella y que el ángel caído no consiga dañarla.
Señor ten piedad. - mihi placet. Dragan podía trabajar para Aisha sólo con su palo. ¡Cura, una vara serbia era más que suficiente para contentar a tu Aisha!
Brotaron lágrimas de los ojos de Aisha.
El demonio no esperaba que su poseída se emocionara de aquella manera.
Fue algo inesperado.
Las palabras de Jesucristo en mis labios. La bondad de Jesucristo en mi pecho.
Y la Señal de la Santa Cruz en mi frente.
El demonio tenía las horas contadas dentro del cuerpo de Aisha.