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Marta era una fan incondicional Women Top. Estaba convencida de cuál era el mayor logro de la revista: la estimulación artística de sus lectores. La parafernalia del lenguaje erótico-festivo, empleado por Carles en cada una de las tomas, era sólo una anécdota en el trabajo de la producción fotográfica.
Muchas de las poses resultaban obscenas a simple vista. Pero el resultado de las fotos cuando se publicara, según comentaba Carles, sería bien distinto. En sus páginas se exhibían fotografías que no incitaban a la agresividad sexual. No había ni escenas de sumisión ni degradación personal en ellas. En esencia, eran todas las posturas posibles de un cuerpo femenino desnudo, y se hacía con un carácter eminentemente artístico y erótico.
Cualquier otra interpretación no era dominio de la revista.
Personalmente, pensé que habría sido más instructivo ver un documental sobre la forma de vida franciscana en Europa. Porque aquel telefilme demostraba a qué nivel se luchaba, sin escrúpulos, por las audiencias y los anunciantes en la televisión.
- Marta, túmbate boca arriba. -Carles contempló su cuerpo, palma a palmo, desde su rostro hasta sus pies-. Ábrete de piernas y flexiónalas un poco… Un poco menos. Así. -Las rodillas de Marta se elevaban a unos treinta centímetros del firme colchón-. Abre un poco más los muslos. Necesitaré la curvatura exterior de tus nalgas.
Carles le pidió a Pablo que midiera la intensidad de la luz en la zona genital.
- Seguiremos captando la silueta de tu bello púbico -continuó Carles-. Está muy bien depilado. Tiene una forma muy atractiva. Y esta vez estudiaremos el contraste de luces de tu sexo. En esta postura resulta muy fotogénico… Perfecto. Ahora echa los brazos hacia atrás. Gira la cabeza, mirando hacia la izquierda. -¿Miro hacia un foco en concreto? -preguntó Marta tras comprobar que había tres focos encendidos en ese lado.
- Mira al más bajo de ellos. Voy a fotografiarte a los pies de la cama y quiero captar tu rostro. Así. Perfecto. Ahora entrégate, pero sin sugerir. Busca la ambigüedad.
- La postura es poco ambigua -bromeó Marta.
- Lo sé. -Carles se rió-. Por eso es un desafío la toma. Mueve tus caderas de un lado a otro. Fija el ángulo de las piernas abiertas de manera que no se pueda fotografiar tu sexo desde donde yo estoy situado… Ahí, ahí. Perfecto. Ahora cruza el brazo derecho sobre tus senos de manera que tapen tus pezones… Perfecto. Arquea un poco más la espalda, lo justo para dejar pasar la luz. Así. ¡Quieta! -exclamó entusiasmado por la naturalidad de una toma tan enrevesada-. Ahora estás posando al límite de mostrar tus zonas genitales.
Marta mantuvo la postura. Se concentró en la falta total de movimiento de cada parte de su cuerpo, destensando la musculatura.
El telefilme parecía que degeneraba por momentos. ¡No encontraba el séptimo arte en lo que estaba viendo! Sinceramente, las escenas filmadas estaban muy lejos de elogiar a cuadros y dibujos tan famosos como El origen del mundo de Gustave Courbet, Viéndose en sueños de Egon Schiele, Desnudo rojo de Amadeo Modigliani… También Desnudo en rojo de Giovanni Zuin, Mujer desnuda tendida sobre su espalda, de cara, con las piernas levantadas y separadas de Auguste Rodin. Y un larguísimo etcétera que contuviera una recreación artística de tipo genital. ¡Dios mío, qué postura corporal!. Debería haber apagado el televisor en aquel preciso instante. Pero no lo hice, porque no infringí ninguna regla de los hermanos franciscanos…
Tragué saliva.
Miré de nuevo el icono del Cristo de San Damián. Admiré aquel Cristo crucificado y glorificado a la vez. Le recé un Padrenuestro. Y luego seguí viendo aquel telefilme.