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- ¡Renunciarás a Satanás, príncipe del pecado! -¡Sabandija! -exclamó con un gesto despectivo.
Dios pondría al demonio en su sitio: Satanás, espíritu y fuerza diabólica, vano, insensato, hereje, necio, hostil, ebrio, loco y malhablado. -¡Creerás en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra! -¡No me lo creo, teatrero! ¡Eres un títere de tu iglesia! ¡Un mandáo! -dijo forzando la voz. -¡Creerás en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, quien nació de santa María Virgen! -¿María, Cristo, el Santísimo? ¡Serás marujón! ¡Vete a tu iglesia! ¡Si no fueras un cura, serías un meapilas sin próstata! ¡Vete con tus vírgenes a otro hospital! Me ha tocado el cura más lapa. Ahí pegado toda la noche, rezando y rezando. ¡Reza en la calle, tontolculo! -¡Creerás en Jesucristo, quien murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre!
- Hueles a caca, cura pulgoso -susurró con un tono de voz casi inaudible. -¡Creerás en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna!
El cuerpo de la poseída quedó abatido. Su boca babeaba sobre las sábanas. El demonio acababa de recibir una advertencia: Abandona el cuerpo de Aisha Cupina o todo el peso de la Palabra de nuestro Señor Jesucristo caerá sobre ti, bestia diabólica.