CAPITULO LI

En enero tuvo lugar el casamiento de Mildred Pierce. Desde el momento en que se casó pareció como si todo empezara a deslizarse, al principio con mucha lentitud, como la iniciación de un alud cayendo sobre una partida de alpinistas en el Himalaya: la gran masa deslizándose tan gradual y quedamente al principio, que nadie siente miedo en absoluto y todavía siguen creyendo que podrán ponerse a salvo con facilidad. Dave, tanto entonces como más tarde, no podía dejar de recordar aquella extraña y sonámbula premonición de desastre, de algo horrible y terriblemente peligroso para todos ellos y que sintió una vez que se emborrachó con Ginnie y vio llorar a Lois Wallup.

Hubo un intermedio de varias semanas antes de llegar a aquellos primeros días de diciembre en que él y Mildred se pusieron mutuamente de acuerdo para separarse, y en la segunda semana de enero Mildred se casó con su obrero de la fábrica Sternutol y Dave se pasó la mayor parte del tiempo con Gwen en Israel. Todavía seguía trabajando en casa en Parkman y él y Bama jugaban sus partidas de póker para obtener dinero, pero todas las noches que no jugaban y casi todos los fines de semana se iban a la gran casa de ladrillos de Israel. Sin que él se diera cuenta en aquellos tiempos, estaba haciendo su último esfuerzo desesperado por alcanzar a Gwen.

Ya no veía a Ginnie en absoluto, habiendo dejado de verla después de lo de Mildred y Mildred misma estaba muy ocupada con su joven de la Sternutol. Cuando llegó la hora de casarse, Mildred Pieroe se comportó como el resto de las muchachas de la fábrica de ropa interior. Pagó su licencia y celebró su matrimonio sin pompa alguna, comentándose la noticia en el periódico local con otros cuatro o cinco matrimonios que hubo por aquel tiempo. Para Dave aquello resultó sorprendente. Parecía que todo el mundo era muy feliz.

Pero antes de que sucediera nada de aquello había transcurrido el mes que pasara con Gwen. No cabía ninguna duda de que ésta se hallaba sincera y profundamente enamorada de él. Pasaban la mayor parte de las noches y de los días sentados junto a la chimenea, hablando interminablemente de literatura y de arte, y del oficio de la literatura, y de cómo se puede llegar a tener la certeza de haber conseguido un tono de sensatez y comprensión para escribir penetrado de una fe profunda, y de cómo en el momento en que se cree haberlo conseguido es cuando menos se ha logrado. Trabajaban sobre los manuscritos que él iba acumulando con cuidado y perseverancia caninos o comían las extrañas y deliciosas comidas que Gwen preparaba de una forma tan automática.

Él nunca le hablaba de amor o por lo menos no le habló en un principio, y nunca por mucho tiempo. Se contentaba con verla con aquel resplandor siempre creciente de amor explícito y personal que brillaba en el rostro de ella y que estaba dirigido a él, a David Herschmidt, de aquella manera tan increíblemente íntima.

Aproximadamente por este tiempo, a mediados de diciembre, llegaron noticias de que la revista de Nueva York había aceptado el cuento de Dave, por el que abonaron un precio de quinientos dólares.

La carta de la editora amiga de Gwen decía que «nosotros creemos que David Herschmidt posee un talento considerable y provocativo, aunque más bien macabro, talento que, si continúa desarrollándose, muestra hermosas promesas para el futuro. Incluso podría suceder que David Herschmidt se convirtiera en un escritor de cuerpo entero. A pesar de un cierto número de fallos técnicos, incluyendo una abundancia más bien perturbadora de cambios de puntos de vista, el cuento muestra una penetración insólita de caracteres y fórmulas sociales. Por eso nos encantará publicar este cuento de densidad tan penetrante, aunque bastante extraño».

—¿ Qué quiere decir toda esta palabrería? — preguntó Dave, irritado.

—Quiere decir — sonrió Bob — que ella cree que eres un buen escritor, pero que no consigue captar todo lo que llevas entre manos, y por eso se defiende hablando de la técnica. La desconciertas pero no lo bastante como para impedirle anhelar el publicar todo lo tuyo. Puedes estar muy orgulloso.

Después de aquel comentario Bob salió y dejó solos a Gwen y a Dave. Entonces éste hizo su proposición entusiástica.

—Mira, vamos a emplear este dinero en hacer un viaje a cualquier parte. A Indianápolis. O a Chicago. O tal vez a Nueva Orleans. Este.dinero es tan tuyo como mío. Me gustaría gastarlo contigo. ¿Qué me dices?

—Es maravilloso que me pidas eso.— dijo Gwen blandamente —. Pero yo no podría ir, Dave. Es imposible.

—¿Por qué?

—Porque no puedo dejar mis clases. No puedo abandonar la escuela a mitad de curso.

—Pero es que las vacaciones de Navidad empezarán antes de una semana.

Gwen siguió denegando, todavía con su sonrisa.

—No puedo dejar a mi padre precisamente en Navidad.

—Gwen, tú sabes que me quieres. Me quieres, ¿no es verdad?

Ella le miró un momento y luego bajó las pestañas.

—Sí, te quiero.

—¿ Por qué? — preguntó él necesitando oír todas las bellas cosas que ella veía en él para amarle.

—Creo que porque has sido muy desgraciado en tu vida. Y porque eres un terrible loco. Supongo que por eso es por lo que todas las mujeres quieren a los hombres.

—Pues yo te quiero — dijo él — por todo lo que tú eres que no soy yo: buena, amable, honrada, sensible, abnegada— Mira, vayámonos dos o tres días y volvámonos para Navidad.

—No puedo, no puedo.

—¿Es que le tienes tanto miedo al amor?

—Tengo miedo al sexo, que destroza el amor, que lo mata, que lo diluye. Y yo te quiero demasiado para consentir en destrozar el amor.

.-Pero eso es pedirle muchísimo a un hombre — dijo Da ve pesadamente.

—Eres un loco — contestó Gwen con suavidad —. Tenemos ya cerca de los cuarenta años. Hemos vivido vidas muy diferentes y ya es demasiado tarde para cambiarnos y moldearnos de nuevo.

—Bueno, entonces coge el dinero y empléalo en lo que quieras. Será como si hubiésemos hecho juntos el viaje a Chicago.

—Y tú no te olvides de que estás invitado a venir para Navidad — le sonrió ella cuando él se marchaba.

Las vacaciones de Gwen empezaron diez días más tarde. Dave empezó a quedarse más y más tiempo en casa de ella, ayudándole a decorarla para las fiestas.

Bama, por su parte, decidió irse a la finca. Así es que la casa de Parkman quedó cerrada.

En cuanto a Wally y a Dawn, que habían vuelto de vacaciones, parecían mostrarse más reservados que antes. Dave notó que Wally lo que estaba era celoso por su intimidad con Gwen.

También el día de Navidad vinieron Frank y Agnes, con los que Dave cambió unos saludos corteses pero más bien fríos. Pero ya aquello no le importaba.

El resto de las vacaciones las pasó casi totalmente en Israel con Bob y Gwen. El tres de enero Gwen reanudó sus clases y Dave se trasladó nuevamente a Parkman.

Pero ya él sabía, incluso antes de aquello, que no iba a poder trabajar en nada. Lo supo durante la semana que transcurrió entre Navidad y Año Nuevo, aunque no le dijo nada a ella ni a ninguna otra persona. Sabía que aquello no podía terminar bien. Si ella quería un amor platónico, tendría que buscarse otro hombre.

Una semana más tarde Mildred Pierce se casó con su obrero de la Sternutol.