CAPÍTULO XLIX

Dave sospechaba algo de lo que había sucedido entre su sobrina y Wally. Sentado, por decirlo así, en el pináculo de observación que era su casa, escribiendo con ahínco todos los días y engrosando su novela hasta el punto de no vivir más que para ella, sin embargo podía de vez en cuando reflexionar y contemplar todo lo que sucedía en la ciudad, sin mezclarse él mismo con las vidas del prójimo.

Por otra parte sufría de la resistencia que Gwen seguía oponiéndole a ser algo más que una amada platónica.

¿ Por qué diablos las mujeres tenían que ser tan exageradamente espirituales? ¿Por qué diablos las mujeres no podían pensar como pensaban los hombres?

Para celebrar el aniversario de su llegada a Parkman, Bama le preparó una fiesta sorpresa, de la que Dave no supo nada hasta el momento de ver llegar a los invitados. La velada fue de una corrección ejemplar, bebiéndose moderadamente y no tocándose ningún punto de discusión que no fuera estrictamente convencional.

Cuando Dave subió finalmente a acostarse, no pudo evitar el pensar en los cambios increíbles que se habían producido en él desde que había llegado a Parkman un año antes para pasar una sola semana. En efecto, no era ya la misma persona, pensaba y obraba de manera diferente e incluso su aspecto exterior había cambiado. Imponiéndose un régimen muy estricto había conseguido estabilizar su peso en noventa kilos en lugar de los setenta y uno que tenía en el momento de la desmovilización, pero todavía era demasiado para su talla de un metro sesenta y ocho. Sin embargo, si bien su cuerpo había emblandecido, su espíritu se había hecho más vivo y penetrante. En cuanto a su comportamiento, había perdido su agresividad anterior. A veces, muy raramente ahora, experimentaba aún accesos de cólera que subían en él como una llama, hasta el punto de hacerle perder momentáneamente la conciencia de sus actos, lo que hasta entonces no había sido nunca un rasgo de su naturaleza, pero esos accesos pasaban con la misma subitaneidad.

Lo que sobre todo había cambiado en él era su manera de pensar, su forma de considerar la vida. Ya no concebía ésta sin la facultad de escribir, de fijar día tras día, diligentemente, con rigor, lo que pensaba, sentía, creía o dejaba de creer con respecto a la gente y a su comportamiento.

La esencia, el jugo de lo que quería decir, era que el hombre constituía por sí mismo un universo sagrado y a la par un cubo de basuras, que infectaba el aire del jardín y del que había que desembarazarse lo más pronto posible. Estas dos cosas no sólo se mezclaban inextricablemente, sino que formaban una entidad sola y única, no existiendo por tanto más que une gran evolución.

Eso era lo que deseaba escribir. Había veces en que se creía a punto de poder materializarlo todo en palabras, pero luego caía el telón y volvía a quedarse a obscuras. Desde luego, no pensaba en absoluto lo mismo que un año antes.

Y aquello se lo debía sobre todo a Gwen French. Y otro poco a Bama, y otro poco a Bob. Pero sobre todo a Gwen. Simplemente porque un día se había enamorado de ella y había decidido hacerse amar de ella a su vez. Y ella había ayudado materialmente poniendo a su disposición sus vastos conocimiento., literarios.

Con una especie de sobresalto, Dave, el artista rebelde contra la sociedad, se dio cuenta de pronto de que, con un sarcasmo diabólico, se veía colocado en la situación de un hombre casado con una mujer inválida, con la que no puede satisfacer ninguna necesidad de amor físico, pero a la que rodea con una adoración invariable. Por eso veía entre Gwen de una parte y Ginnie Moorehead de otra.