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Tina Witt, la directora del centro, era más joven de lo que esperaba, una mujer menuda que se acercaba a los treinta, sin maquillaje, con el pelo teñido de henna recogido en una cola de caballo y unos kilitos de más desparramados por encima de la cintura de unos vaqueros negros. Nada más empezar a hablar dejó claro que procedía del sur de Jutlandia.
—Pueden llevarlas ahí y sentarse.
Señaló hacia dos sillas con fundas azules que había en una esquina del despachito mientras ella se sentaba en el borde de la mesa. La habitación estaba prácticamente tapizada con dibujos infantiles, como si todos los niños hubieran estado compitiendo por hacerse con un lugar en las paredes. El resultado era de lo más colorido.
—Supongo que habrán venido a preguntarme por mis colaboradores, ¿no? —comenzó Tina Witt—. Lo comprendo perfectamente, pero puedo asegurarles que nadie del centro ha tenido nada que ver con el caso.
—Parece muy segura —contestó Trokic, que había esperado un recibimiento algo más afligido por parte de una persona que trabajaba con niños—, pero en realidad sólo intentamos excluir esa posibilidad controlando los movimientos de cada uno a la hora de la desaparición de Lukas.
—Conozco a la gente que trabaja conmigo. Ninguno de ellos sería capaz de algo así. Se lo garantizo. Los conozco a casi todos desde hace varios años. Además, la mayoría estábamos trabajando cuando Lukas se marchó. Teníamos intención de celebrar una reunión de personal a las cinco, cuando se fueran los últimos niños, de modo que los empleados que normalmente acaban su turno antes se quedaron hasta más tarde. Sólo faltaban dos personas del equipo de la mañana.
—¿Lukas también venía por las mañanas? —preguntó Trokic.
—No, y las dos son madres de familia. No irá a sospechar de ellas, ¿no?
Ambos policías guardaron silencio. Jasper garabateó unas líneas en su libreta.
—Le decía que teníamos pensado reunimos pasadas las cinco —prosiguió la directora—, pero en el transcurso de la reunión nos enteramos de la desaparición del niño. Sus padres vinieron a preguntar a qué hora se había marchado Lukas exactamente. Le dedicamos algo de atención al asunto, pero después nos dio tiempo más o menos a ver el orden del día y mandé a la gente a casa entre las cinco y media y las seis. Yo me quedé un poco más por si me necesitaban y aproveché para ocuparme del papeleo pendiente. A las siete y media, en vista de que no había tenido noticias, me fui a mi casa.
—Nos gustaría tener un listado de qué empleados se encontraban en el centro el jueves por la tarde con total seguridad y cuáles no.
—Ya lo he hecho, he sido previsora.
Les tendió un folio con una serie de nombres anotados.
—Ahí está el nombre de cada uno y sus funciones.
Trokic le echó una ojeada, lo dobló y se lo guardó en el bolsillo.
—¿Y está completamente segura de que son estas personas y estas horas?
Por un momento percibió un débil temblor en la comisura de los labios de la directora, pero luego la vio asentir enérgicamente.
—Es muy importante —insistió Jasper.
—Ya, pero es que estoy segura.
—¿No tienen ningún empleado eventual que quede un poco al margen de la rutina diaria del personal fijo? —quiso saber el comisario—. Me refiero a estudiantes, alumnos en prácticas, suplentes y demás.
—Pues sí, Adam. Es nuestro sustituto fijo. Auxiliar de educación infantil. Pero estaba aquí también porque iba a asistir a la reunión; había un par de puntos en el orden del día que también le afectaban a él.
Se le suavizó la voz y bajó la mirada.
—Fue Adam quien salió a despedir a Lukas cuando se fue, la policía habló con él ayer cuando el niño aún no había aparecido y algunos de sus compañeros también. Estaba hundido.
Trokic asintió. Ya había visto su nombre en uno de los informes.
—¿Qué tal se encontraba Lukas aquí? —quiso saber Jasper.
—He de reconocer que no le conocía demasiado. Desde que me nombraron directora, hace dos años, ya no tengo el mismo contacto con los niños. Pero está claro que no ha habido grandes problemas con él, de lo contrario me habría enterado. Aunque creo…
Tina Witt frunció el ceño y se quedó mirando hacia la pared con aire ensimismado.
—¿Sí?
—No, nada. Creo que pasó algo con un conejo, pero la verdad es que no recuerdo si era él… No, me temo que no puedo decirles gran cosa de Lukas. Sólo me viene a la cabeza un niño alegre. Van a tener que hablar con las educadoras del grupo al que van los alumnos de segundo si quieren más información. Las tienen en la lista.
—¿Y tampoco conocía a los padres? —insistió Jasper.
Aquella mujer menuda contestó con un gesto negativo que hizo que su coleta se bamboleara de un lado a otro.
—No, si les soy sincera, ni siquiera sabía quiénes eran hasta que aparecieron en la puerta el jueves preguntando dónde estaba Lukas.
—En fin —se resignó Trokic—, creo que por el momento no tenemos más preguntas.
Concluyó la conversación con las formalidades de rigor y poco después volvían a estar en la calle. Tenía el presentimiento de que allí no se les había perdido nada. Absolutamente nada.