LA SUPERNOVA VECINA
La astronomía tiene poco de ciencia experimental. Los astrónomos sólo pueden observar el cielo y tomar lo que éste les muestra. Pero a veces no quiere mostrarles lo que ellos quieren ver.
Por ejemplo, entre los años 1006 y 1604 aparecieron cinco supernovas en el cielo. Cinco estrellas de nuestra galaxia estallaron en un infierno inconcebible, de modo que cada una de ellas brilló durante unas pocas semanas con la luz de mil millones de estrellas como nuestro sol, y después se apagaron poco a poco en unos meses.
Estas estrellas, generalmente demasiado opacas para verlas a simple vista y que se encendían de pronto con el brillo de Júpiter o de Venus, parecían estrellas nuevas. En 1572, una de ellas fue estudiada por primera vez por un astrónomo de gran categoría. Era Tycho Brae, quien escribió un libro cuyo titulo en latín, abreviado, es De Nova Stella («Sobre la nueva estrella»). Desde entonces, todas las estrellas que estallaban fueron llamadas novas. Pero algunas explosiones son pequeñas. Las realmente grandes, como la de 1572, ahora reciben el nombre de supernovas.
Sin embargo, Tycho Brae no tenía telescopio pues aún no se había inventado. El telescopio no se empleó para observar el cielo hasta 1609, cinco años después de que apareciese la última de las cinco supernovas.
Desde 1609 hemos tenido telescopios cada vez más grandes, y también espectroscopios, fotografía, radiotelescopios y ordenadores: todos los chismes de una astronomía de alta tecnología. Lo que no hemos tenido es una supernova. Desde 1604 no ha estallado ninguna en nuestra galaxia.
Esto no quiere decir que no las haya habido, sino tan sólo que no ha habido ninguna en nuestra galaxia. La supernova de 1604 estaba a unos 35 000 años luz de nosotros, según calcularon los científicos; pero la más próxima, hasta hace unos pocos años, apareció en 1886 en la galaxia de Andrómeda, que está a una distancia de 2500 millones de años luz, o sea sesenta y cinco veces más lejos que la de 1604. Por otra parte, los astrónomos no sabían que la explosión de 1886 fuese una supernova, y no la estudiaron tan cuidadosamente como habrían podido hacerlo.
Sólo en los años treinta se dieron cuenta de lo que eran las supernovas y empezaron a observar el cielo para buscarlas.
Desde entonces se han detectado unas cuatrocientas, pero todas ellas estaban en galaxias remotas, a millones de años luz, todavía mucho más lejos que la supernova de Andrómeda.
¿Tiene esto importancia? Sí. Los astrónomos están tratando de averiguar lo que pasa en el centro de las estrellas. Si pudiesen observar de cerca una supernova (no demasiado cerca, desde luego; digamos desde una distancia de sólo unos pocos miles de años luz), empleando los precisos instrumentos actuales, los detalles de la explosión podrían darnos una idea mucho mejor de lo que ocurre en el centro. Y también nos permitiría comprender mejor nuestro propio Sol.
Esto explica la frustración de los astrónomos, pero ¿qué decir de la gente en general? ¿Por qué tendría que preocuparse por las supernovas?
Bueno, en los orígenes del universo, en los tiempos del big bang, las únicas sustancias que se formaron fueron los elementos químicos hidrógeno y helio. Los restantes elementos, sin excepción, se han formado en el centro de las estrellas y generalmente permanecen para siempre allí. Al estallar, las supernovas desparraman los elementos más pesados y, más tarde, cuando se forman las estrellas, éstas incorporan dichos elementos.
La Tierra está compuesta casi enteramente de estos elementos pesados. El noventa por ciento de la masa del cuerpo humano consiste en elementos distintos del hidrógeno o del helio. Esto significa:
Primero, que casi todos los átomos que hay en nosotros y en la Tierra se formaron en una estrella que se convirtió en supernova.
Segundo, que nuestro sistema solar se formó al contraerse una nube de polvo y de gas. Pero ¿qué hizo que se contrajese si había estado tranquilamente allí durante miles de millones de años? La mejor suposición es que una supernova estalló cerca de la nube, la comprimió y provocó la contracción.
Tercero, que las supernovas producen grandes cantidades de rayos cósmicos, y la Tierra es constantemente bombardeada con rayos cósmicos originados en diversas supernovas repartidas por el cielo. Estos rayos cósmicos producen mutaciones y aceleran el proceso de la evolución. Sin ellos, aún seríamos criaturas unicelulares…, si es que llegábamos a tanto.
Por consiguiente, las supernovas son responsables de nuestra existencia, de tres maneras diferentes.
Pero en 1987 nos alcanzó un destello de luz de una supernova que estalló en la Nube Grande de Magallanes. No está en nuestra propia galaxia, pero sí en la galaxia exterior más próxima, a sólo 155 000 años luz de distancia, cuatro veces y media más lejos de la supernova de 1604, o a un catorceavo de la supernova de Andrómeda.
Es la primera ocasión que han tenido los astrónomos de estudiar una explosión de este tipo bastante próxima, y la están aprovechando. Lo que encuentren será sorprendente y útil, pues ampliará nuestros conocimientos.