LA TIERRA SE BALANCEA
La Tierra gira alrededor de su eje. Si fuese una esfera de forma perfecta, perfectamente simétrica en su constitución interior, perfectamente rígida y perfectamente aislada en el espacio, giraría eternamente alrededor de un eje inmóvil. Pero eso no es así, y por consiguiente la Tierra se balancea. Se habían observado tres balanceos diferentes antes del mes de julio de 1988, en que se descubrió y anunció el cuarto.
Si se estudian atentamente los movimientos de las estrellas durante la noche, puede observarse que describen círculos alrededor de cierto punto en el cielo que está precisamente sobre el Polo Norte de la Tierra. (La Estrella Polar está cerca de aquel punto pero no coincide exactamente con él.) Si se estudian las estrellas año tras año, puede verse que aquel punto central se desplaza lentamente. Esto se debe a que el eje de la Tierra se mueve porque la Tierra no es una esfera perfecta sino que está abultada en el ecuador.
La Luna y el Sol tiran de ese abultamiento y hacen que el eje de la Tierra se mueva describiendo lentamente un círculo.
El círculo se cierra en unos 26 000 años. A este efecto se le llama «precesión de los equinoccios», porque como resultado del movimiento los equinoccios llegan cada año un poco antes que el año anterior. Éste es el balanceo más importante del eje de la Tierra y fue descubierto por los antiguos griegos.
El eje de la Tierra no describe un círculo perfecto al moverse. La atracción de la Luna cambia ligeramente con el tiempo, porque algunas veces está un poco más cerca de la Tierra que otras. Esto produce una pequeña oscilación en el círculo de la precesión, una diminuta onda que se repite cada diecinueve años.
El astrónomo británico James Bradley hizo este descubrimiento en 1748, partiendo de un cuidadoso estudio de la posición de las estrellas. Este ligero movimiento oscilatorio se llama «nutación», de una palabra latina que significa «balanceo», porque el eje parece balancearse ligeramente al salir del círculo de la precesión de dos equinoccios.
Pero esto no es todo porque en 1765 un matemático suizo, Leonhard Euler, ya predijo que los polos de la Tierra debían moverse a lo largo de pequeños círculos en un período de un año. El movimiento era demasiado pequeño para que alguien lo detectase en aquella época, pero con el paso de los años se hicieron más precisos los telescopios y otros instrumentos.
Por último, en 1892, un astrónomo americano, Seth C. Chandler, pudo estudiar las estrellas con tanta precisión que detectó unos pequeñísimos cambios en su posición, que podrían explicarse por el cambio de posición de los polos de la Tierra. Esto fue llamado «período de Chandler».
El período de Chandler es un movimiento más o menos circular de los polos. El círculo se completa en unos 430 días.
No es un círculo exacto sino que tiende a ensancharse algunos años más que otros. Es un pequeño balanceo y los cambios de posición de los polos en el curso de un año es sólo de unos nueve metros. Cualquiera podría pensar que este cambio no es lo suficientemente grande como para poder ser detectado, pero en cambio lo fue y esto demuestra lo precisos que han llegado a ser los instrumentos astronómicos. Si éste era el movimiento predicho por Euler, hubiera debido cesar al cabo de un tiempo, pero no es así. Lo cierto es que continúa. Los astrónomos creen que esto se debe a que la distribución de la materia en la Tierra cambia de vez en cuando. Generalmente esto se debe a un fuerte terremoto, que altera el equilibrio de las rocas del interior de la Tierra; no mucho pero sí lo suficiente para alterar la rotación de ésta, que desvía lentamente el polo unos pocos metros. Naturalmente, cuanto más fuerte es el terremoto mayor es la desviación, haciendo que el período de Chandler sea mayor algunos años que otros.
Pero no se necesita un terremoto para hacer que la Tierra se balancee. Cualquier alteración en la distribución de su masa, aunque sea muy pequeña, produce balanceos, como predijo el científico británico lord Kelvin en 1862. Desde luego, cuanto más pequeño sea el cambio menor será el balanceo.
Los métodos para detectar cambios en la posición de la Luna o de los satélites artificiales han seguido mejorando.
Ahora pueden hacerse rebotar rayos láser en aquellos cuerpos, y midiendo el tiempo que tardan en volver se pueden detectar cambios de posición de hasta cinco centímetros. Con ayuda de estas técnicas, científicos del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, California, y de la Atmospheric and Environmental Research de Cambridge, Massachusetts, dieron a conocer la existencia de un cuarto balanceo que hace que el eje se mueva describiendo un pequeño círculo, en un período que puede ir de dos semanas a un par de meses. Este círculo tiene un diámetro que va desde seis centímetros y medio a sesenta centímetros, porque equivale sólo a una treintava parte del de Chandler.
Estudiando cuidadosamente los informes de los satélites atmosféricos, los científicos han llegado a la conclusión de que este diminuto cuarto balanceo es producido por el cambio en la distribución de la masa cuando el viento hace oscilar la atmósfera. Otros factores pueden ser las tormentas que mueven las aguas, los avances y retrocesos de la capa de nieve, etcétera.
Es asombroso pensar que fenómenos tan familiares como las ráfagas de viento, las corrientes de los ríos, o la fusión de la nieve puedan producir un pequeño balanceo en la vasta y maciza Tierra. Pero por lo visto pueden.