EL VIEJO DIGNO DE CONFIANZA

Hay algunas cosas que desearíamos ardientemente que fuesen dignas de confianza; por ejemplo, el Sol. No queremos que aumente o se reduzca de manera perceptible, ni que sea más caliente o más frío. Afortunadamente, está bien tal como está, y recientes investigaciones indican que seguirá estándolo.

Tenemos la seguridad de que ha sido de fiar durante toda la historia de la Tierra. Sí el Sol se hubiese calentado hasta hacer hervir los mares, o se hubiese enfriado hasta congelarlos, se habría destruido sin duda toda forma de vida actual.

Pero que nosotros sepamos, la vida ha sido continua en la Tierra durante, al menos, 3500 millones de años.

Desde luego se han producido anomalías. En el último millón de años ha habido varias eras glaciales y a intervalos de unas pocas decenas de millones de años tiene lugar una gran ola de extinciones. Pero estamos casi seguros de que el Sol no ha intervenido directamente en estos desastres sino que han sido fruto de impactos meteóricos, de cambios en la distribución de los continentes o en la profundidad de los océanos. Al menos, así lo creemos.

Pero aunque el Sol sea de fiar a largo plazo, ¿no podría suceder que precisamente ahora, entrase en un período de ligera inseguridad? ¿No podría tal vez estar experimentando cambios no lo bastante grandes para poner en peligro la vida en general pero sí para producir molestias a los seres humanos?

Por ejemplo, se ha dicho recientemente que el Sol se ha estado contrayendo ligeramente durante los últimos siglos.

Precisamente ahora tiene 1919 segundos de arco de diámetro, pero algunos astrónomos han encontrado razones para suponer que podía tener 1927 segundos de arco de diámetro en el año 1700. La diferencia no es grande pero podría señalar posibles problemas en el futuro.

¿Hay alguna manera de comprobarlo?

Puede haberla. De vez en cuando la Luna pasa directamente por delante del Sol, y la sombra de aquélla es proyectada sobre la Tierra. La sombra de la Luna se estrecha al acercarse a la Tierra y cuando llega a la superficie de ésta tiene como máximo 270 kilómetros de diámetro. El diámetro exacto de la sombra depende de la distancia del Sol y la Luna respecto de la Tierra el día del eclipse, así como del diámetro del Sol y de la Luna. La distancia del Sol y de la Luna y el diámetro de ésta no han cambiado sensiblemente en los últimos pocos siglos, por lo que sólo el diámetro del Sol es incierto.

Si hace tres siglos el Sol hubiese tenido un diámetro mayor del que ahora tiene, su luz habría abarcado un poco más la Luna y estrechado la sombra a menos de lo que sería hoy en día. Por consiguiente, lo único que hemos de hacer es medir la anchura de la sombra de un eclipse que tuvo lugar hace tres siglos. Pero ¿cómo hacerlo?

En esto hemos tenido suerte. El 3 de marzo de 1715 se produjo un eclipse en el que la sombra de la Luna fue proyectada sobre el sudeste de Inglaterra, que estaba muy avanzada científicamente en aquella época. Mejor aún, vivía por aquel entonces en Inglaterra uno de los más grandes astrónomos de la época, Edmund Halley (el mismo que descubrió la órbita del cometa Halley).

Halley organizó la observación del eclipse de 1715 por observadores aficionados de toda Inglaterra, y recogió los relatos de todos los testigos oculares. Cada uno de ellos expresaba, por ejemplo, el tiempo exacto que había durado la fase total del eclipse. Cuanto más cerca se estuviese del centro de la sombra, más duraría aquél (un poco más de siete minutos es el máximo de cualquier eclipse total). Cerca del borde de la sombra, sólo duraría unos pocos segundos.

Unos astrónomos ingleses, encabezados por Leslie V. Morrison, han estudiado ahora aquellos relatos e informado recientemente de los resultados. Han encontrado que en la punta sudeste de Inglaterra, un tal Will Tempest, que vivía cerca de Cranbrook, Kent, elaboró un informe. En él consignaba que el eclipse había durado sólo un instante. Tenía que haber estado casi exactamente en el borde sur de la sombra de la Luna.

Había así mismo un informe de un tal Theophilus Shelton, que vivía cerca de Darrington, West Yorkshire, y también él decía que el eclipse había durado sólo un instante. Ciertamente, aún era visible una parte del Sol, pero en aquel momento sólo tenía el tamaño de una estrella. Tenía que haber estado casi exactamente en el borde norte de la sombra de la Luna.

En realidad esto ya se había observado antes, pero el equipo de Morrison consiguió localizar la posición exacta de las casas de Tempest y Shelton, en vez de guiarse por el centro de las ciudades. Entonces pudieron medir la anchura que debió tener la sombra de la Luna con una aproximación de menos de un kilómetro y medio, y descubrieron que era exactamente lo que debía ser si el diámetro del Sol era exactamente igual a lo que es en la actualidad. Si en cambio el diámetro del Sol hubiese sido 8 segundos de arco mayor, la sombra habría estado seis kilómetros más lejos al sur, en Yorkshire, y seis kilómetros más lejos al norte, en Kent. Ni Tempest ni Shelton habrían podido ver el eclipse en su totalidad. Una parte suficiente del Sol habría permanecido descubierta para destruir el efecto del eclipse total. Por consiguiente, el Sol sigue siendo, a fin de cuentas, el viejo digno de confianza.

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