EL DÉCIMO EVASIVO

Desde hace un siglo los astrónomos están buscando un planeta grande más allá de Neptuno, y no lo han encontrado.

Pero ahora tienen un nuevo instrumento que puede ayudarlos.

Es una sonda que sigue viajando, aunque está mucho más allá del planeta más exterior que conocemos.

Pero ante todo, ¿por qué piensan los astrónomos que existe este planeta?

Tras el descubrimiento de Urano, el séptimo planeta, en 1781, su órbita resultó ser ligeramente diferente de lo que se había calculado. Los astrónomos pensaron que tenía que haber un octavo planeta, más allá de Urano, que explicase la atracción de éste por una fuerza gravitatoria. A principios de la década de 1840, los astrónomos empezaron a calcular dónde debía estar el octavo planeta para justificar el movimiento real de Urano. En 1846 se exploró el lugar indicado en el cielo, y después de sólo media hora de búsqueda fue descubierto Neptuno, el nuevo planeta.

Por consiguiente, en 1900 los astrónomos empezaron a calcular la posible posición de un gran planeta más allá de Neptuno. Esta vez la búsqueda fue mucho más difícil. Cuanto más lejos está el planeta, menos brilla y más difícil es distinguirlo sobre un fondo de pálidas estrellas. Pero aún, cuanto más lejos está un planeta más lentamente se mueve y más difícil resulta distinguirlo de las inmóviles estrellas.

Sin embargo, en 1930 se descubrió un noveno planeta, Plutón. Estaba más allá de Neptuno y durante un tiempo pareció que el problema estaba resuelto. Pero cuanto más se estudiaba Plutón, más pequeño parecía ser. Ahora sabemos que es más pequeño que nuestra Luna y apenas mayor que un gran asteroide. Es demasiado pequeño para tener un efecto gravitatorio perceptible sobre Urano o Neptuno.

Esto significa que los astrónomos aún están buscando algún objeto grande más allá de Neptuno, algo que cuando se encuentre resulte el décimo planeta. Pero hasta ahora no ha sido avistado.

Sin embargo, en 1972 se lanzó camino de Júpiter una sonda espacial llamada Pioneer 10, y más tarde una sonda hermana, Pioneer 11. En 1973 y 1974, las sondas pasaron más allá de Júpiter, y desde entonces han seguido alejándose del Sol.

Ahora el Pioneer 10 está mucho más allá de la órbita de Neptuno. Plutón se halla ahora ligeramente más cerca del Sol que Neptuno. Por consiguiente, el Pioneer 10 está unos 1600 millones de kilómetros más lejos del Sol que cualquier planeta conocido.

El Pioneer 10 continúa emitiendo ondas de radio de una longitud de onda muy precisa. Esta longitud de onda cambia ligeramente con la velocidad de las sondas. Los astrónomos pueden calcular exactamente cómo cambian la velocidad y la longitud de onda debido a la atracción gravitatoria del Sol y de los distintos planetas conocidos.

Si hay algún cambio en la longitud de onda de radio diferente del que se ha calculado, tiene que ser resultado de una atracción gravitatoria. Hay tres posibles fuentes de tal atracción. Una de ellas es el cinturón de cometas lejanos que se presume que existe mucho más allá de las órbitas planetarias. Esto no es muy probable, porque los cometas se mueven en todas direcciones y las fuerzas de atracción tienden a anularse unas a otras. Una segunda fuente es una posible estrella enana que podría ser una lejana compañera del Sol.

Por último, una tercera posibilidad (la más probable) es el décimo planeta evasivo.

Pero en los últimos años no se ha detectado nada del Pioneer 10 que indique la presencia de un campo gravitatorio insospechado. Esto se interpreta como que probablemente no hay allí una estrella compañera del Sol, ni siquiera un planeta realmente grande, por ejemplo de las dimensiones de Júpiter.

(Júpiter tiene una masa más de trescientas veces mayor que la de la Tierra.)

Pero podría existir un planeta moderadamente grande, digamos que con cinco veces la masa de la Tierra. No produciría ningún efecto sobre el Pioneer 10, si estuviese en una parte de su órbita donde la excesiva distancia impidiese efectos gravitatorios observables. (Una estrella compañera del Sol o un planeta de las dimensiones de Júpiter producirían algún efecto desde cualquier punto de una órbita razonable, pero no así un planeta más pequeño.)

Por consiguiente, el décimo planeta puede tener una órbita muy elíptica que le acerque bastante a los planetas exteriores sólo cada ochocientos años, más o menos. En tal caso estaría lo bastante cerca como para producir un efecto gravitatorio durante un centenar de años, y este efecto resultaría virtualmente nulo durante otros setecientos años.

Es posible por tanto que el décimo planeta estuviera lo bastante cerca para alterar muy ligeramente las órbitas de Urano y de Neptuno, entre 1810 y 1910, pero no a partir de entonces. No habría otro período de interferencia hasta el año 2500 aproximadamente. Y lo que es más, el planeta puede estar moviéndose en una órbita muy inclinada en relación con las de los otros planetas. Esto haría que pudiese estar presente en partes totalmente inesperadas del cielo, con lo que sería mucho más difícil de encontrar. Por tanto los astrónomos deben continuar buscando.

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