NUEVOS DATOS SOBRE EL COMETA HALLEY
Ahora resulta que la especie humana ha estado en este barrio de la galaxia mucho más tiempo que el cometa Halley, según han declarado tres astrónomos canadienses encabezados por J. Jones. Los astrónomos llegaron a esta conclusión a principios de 1989.
Desde luego el cometa Halley, como todos los cometas, es tan viejo como todo el resto del sistema solar: 4600 millones de años de antigüedad. Los astrónomos creen que cientos de miles de millones de cometas forman un cinturón, en órbita alrededor del Sol, situado a mucha mayor distancia que Plutón. Los cometas son de hielo y están constituidos principalmente por agua congelada y polvo granuloso. Sin embargo, más allá de Plutón, la temperatura es sólo de unos pocos grados sobre el cero absoluto. Allí los cometas duran sin sufrir cambios muchos miles de millones de años.
Pero de vez en cuando ocurre algo que envía ocasionalmente un cometa al interior del sistema solar. Tal vez chocan dos de ellos y uno cae hacia el Sol; o tal la causante es la fuerza de gravedad de un astro que pasa.
El cometa que cae de la nube y penetra en el sistema solar tiene una parte de su órbita bastante cerca del Sol. A los objetos grandes, como la Tierra y Venus, no les preocupa estar tan cerca del Sol. La Tierra está compuesta principalmente de metales y roca, y no es afectada por el calor solar. Pero los cometas son pequeños y gélidos. El hielo de que están hechos se evapora. El polvo que contienen es liberado, forma una neblina alrededor del cometa y es arrastrado hacia atrás por el «viento solar» (flujos de veloces partículas cargadas que emergen del Sol) en una larga cola.
Es una vista espectacular cuando está bastante cerca de la Tierra y bastante alto en el cielo, pero desde luego nunca recobra el vapor del polvo que ha perdido. La próxima vez que en su larga órbita el cometa regresa a las proximidades del Sol, es más pequeño que la vez anterior, y todavía pierde más materia.
Los astrónomos han observado el final de algunos pequeños cometas. Algunos se han partido en dos o más fragmentos, que finalmente han desaparecido. Otros han caído dentro del Sol.
Sin embargo, aunque el polvo de roca no vuelve nunca al cometa, tampoco desaparece ni se aniquila, sino que sigue girando alrededor del Sol en una órbita larga, como los cometas. Son los «enjambres de meteoritos». De vez en cuando la Tierra cruza la órbita de uno de estos enjambres y numerosas estrellas fugaces brillan en el cielo.
Una vez, en noviembre de 1833, las estrellas fugaces fueron tan numerosas en el cielo de Nueva Inglaterra que pareció que estaba nevando. Este polvo meteórico no es dañino; incluso puede ser beneficioso porque aporta núcleos a las gotas de agua, y por tanto favorece las lluvias.
El paso de la Tierra a través de los enjambres de meteoritos nos dice dónde están localizados éstos y cuáles pueden ser sus órbitas, y así podemos identificar algunos de ellos con los cometas de los que proceden. Uno de estos enjambres tuvo su origen en el cometa Halley y se extendió hacia fuera a través de su órbita. La Tierra lo atraviesa dos veces al año, una de ellas por un lado de la órbita terrestre y la otra por el otro lado.
Los tres astrónomos canadienses han estudiado este enjambre de meteoritos, empleando un ordenador para crear un modelo de lo que ocurre con multitud de partículas simuladas.
De esto han podido deducir que el cuerpo principal de este enjambre de meteoritos tiene 60 millones de kilómetros de largo por 6 millones de kilómetros de ancho.
Partiendo de esto y del número de partículas de cada pequeño fragmento del enjambre, sacaron la conclusión de que el material total de éste pesa aproximadamente 1300 millones de toneladas. Y todo procede del cometa Halley.
No sabemos con seguridad cuál es la masa del cometa Halley; pero por las observaciones hechas por una sonda durante el último viaje del cometa por el sistema solar interior, en 1986, parece que el polvo del enjambre meteórico representa la décima parte de la masa total del cometa. Y lo que es más, el cometa está compuesto principalmente por hielo, y en los enjambres de meteoritos no se observa vapor de agua. Si consideramos la pérdida de vapor, además de la de polvo, la masa del enjambre parece indicar que ha desaparecido de un cuarto a un tercio del cometa Halley primitivo.
Una vez establecido esto (desde luego las cifras son sólo aproximadas), se puede calcular la masa que debe perder el cometa Halley cada vez que pasa cerca del Sol, y por consiguiente cuántas pasadas ha hecho desde que fue atrapado, de alguna manera, en su órbita actual.
Los astrónomos canadienses han calculado que el cometa Halley cayó de su lejana nube hace unos 23 000 años, y que en este tiempo ha descrito unas trescientas órbitas con un período de 76 años. Por tanto los seres humanos pueden haber observado trescientas veces el mismo cometa en el cielo (en ocasiones más espectacular que en otras, desde luego). Pero el Homo sapiens hace probablemente 50 000 años que existe sobre la Tierra, y esto significa que durante más de la mitad del tiempo de existencia de nuestra especie nadie había visto nunca el cometa Halley (aunque desde luego otros cometas iluminaron indudablemente el cielo).
Más aún, el cometa Halley sigue perdiendo masa y probablemente esta pérdida es mayor cada vez que pasa, al hacerse más pequeño. Es posible por tanto que no dure para otras trescientas órbitas, y naturalmente cada vez será menos espectacular. Llegarán otros cometas, pero la humanidad habrá perdido a su vecino más joven.