UN OCÉANO DE GASOLINA

¡Imagínense que encontrásemos un océano de gasolina! Pues podría existir. En realidad podría existir en dos lugares diferentes. Pero desde luego no en la Tierra.

Hay siete grandes satélites en nuestro sistema solar, y la Luna es uno de ellos. Es demasiado pequeña (3456 kilómetros de diámetro) y su gravedad demasiado débil para tener una atmósfera. Esto es particularmente cierto porque la capacidad de retener una atmósfera disminuye al aumentar la temperatura. La Luna es el satélite grande que está más próximo al Sol, y su temperatura está a veces por encima del punto de ebullición del agua.

Júpiter tiene cuatro satélites grandes que sólo reciben una veintisieteava parte del calor del Sol que recibe nuestra Luna.

Y lo que es más, dos de ellos, Ganímedes y Calixto, son muy grandes: tienen más de cuatro mil ochocientos kilómetros de diámetro. Pero todavía son demasiado pequeños y demasiado calientes para tener atmósfera.

Saturno tiene un satélite grande, Titán, que también tiene más de cuatro mil ochocientos kilómetros de diámetro y recibe noventa veces menos calor del Sol que el que recibe la Luna. Es lo bastante grande y lo bastante frío para poseer una atmósfera. En 1948, G. P. Kuiper detectó esta atmósfera y descubrió que contenía metano, una combinación de carbono e hidrógeno. El metano es el principal componente de lo que en la Tierra llamamos «gas natural».

Pero en 1981, cuando el Voyager 2 pasó cerca de Saturno, nos mostró que Titán tenía una atmósfera inesperadamente espesa, tal vez más espesa que la de la Tierra. En ella había metano y además una gran cantidad de nitrógeno. (El nitrógeno frío es casi imposible de detectar a gran distancia.)

La atmósfera de Titán es brumosa y por tanto no podemos ver a través de ella la superficie del satélite. Pero los astrónomos son buenos conocedores del comportamiento del nitrógeno y del metano, y pueden sospechar lo que pudo ocurrir. El nitrógeno, que es un gas inerte, no cambia. En cambio las moléculas de metano pueden ser divididas por la energía de la luz solar, y los fragmentos podrían agruparse dando moléculas más grandes, compuestas de carbono e hidrógeno. El metano tiene sólo un átomo de carbono en su molécula, pero la radiación del Sol puede combinarlo en moléculas con dos átomos de carbono, o tres, o más.

El nitrógeno y el metano son gases a la temperatura de Titán, pero las moléculas más complicadas se hallarían en estado líquido. Es posible por tanto que bajo la densa atmósfera de Titán hayan charcos, lagos, ríos e incluso mares de moléculas con dos átomos de carbono (llamadas «etano») o con tres («propano») o más. Las moléculas con siete u ocho átomos de carbono formarían gasolina. Ésta podría ser sólida, a las temperaturas de Titán, pero estos sólidos se disolverían en el mar de etano-propano.

Esto quiere decir por tanto que Titán, bajo su densa atmósfera, puede poseer un océano de gasolina.

Si miramos más allá de Titán encontraremos un último satélite grande, llamado Tritón, que gira alrededor de Neptuno, que es el más lejano de los grandes planetas. Cuando hubo dejado atrás Urano, el planeta que está más allá de Saturno y que no tiene satélites grandes, la sonda Voyager 2 se dirigió a gran velocidad hacia Neptuno y pasó por delante de él en agosto de 1989.

Tritón resultó considerablemente más pequeño que Titán.

Es todavía más frío ya que sólo recibe una nueve centésima parte de calor del Sol que recibe nuestra Luna, y sólo una décima del que recibe Titán. Por consiguiente, Tritón debería tener también atmósfera, pero menos densa.

Sin embargo estos dos mundos no son fáciles de conquistar. Titán está a unos 1417 millones de kilómetros de nosotros, y Tritón tres veces más lejos, a 4480 millones de kilómetros. A estas distancias, cualquier gasolina que pudiésemos recoger de Titán resultaría sumamente cara. Además no sería buena idea traer aquella lejana gasolina y quemarla aquí.

Consumiría oxígeno y lo sustituiría por dióxido de carbono, del que ya producimos bastante al quemar nuestra propia gasolina y nuestro carbón.

Pero puede llegar un día en que los seres humanos tengan grandes colonias en el sistema solar exterior. En tal caso, Titán podría ser una valiosa fuente de recursos. Claro que para entonces la gasolina no sería necesaria con fines energéticos, pues cabe suponer que las lejanas colonias dispondrían de reactores de fusión nuclear.

Pero aquellos mundos lejanos contendrían materiales de superficie compuestos de nitrógeno, carbono e hidrógeno, tres elementos esenciales para el mantenimiento de las colonias.

Estos elementos son relativamente raros en la mayoría de los mundos a los que podamos acercarnos. (La Luna, por ejemplo, no posee ninguno de ellos, por lo que sus colonizadores dependerán de la Tierra para su suministro.) Por consiguiente, los lejanos puestos avanzados estarían encantados de recibir lo que necesitasen de Titán y de Tritón.

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