MUCHO MÁS ALLÁ

En la ciencia moderna nos enfrentamos a proyectos que, como las catedrales medievales, serán iniciados por quienes saben que no podrán presenciar su terminación.

Por ejemplo, hasta ahora hemos enviado sondas a los planetas exteriores. El Voyager 2 ha fotografiado Urano y Neptuno, los planetas más lejanos conocidos. El proyecto ha requerido más de una década, pero incluso los astrónomos de mediana edad pueden esperar vivir diez años más y ver el final.

Después de dejar Neptuno, el Voyager 2 continuará su marcha indefinidamente, más allá de los planetas conocidos y a través del vacío del espacio interestelar. Desde luego, allí ya no servirá de nada y no será más que un viajero anónimo.

Pero los astrónomos están ahora especulando sobre la posibilidad de lanzar una sonda que nos sea útil incluso cuando esté mucho más lejos del último planeta exterior.

Despegaría de la Tierra a una velocidad relativamente pequeña y contendría unas doce toneladas y media de xenón congelado. Éste se calentará hasta que sus átomos se rompan en fragmentos cargados eléctricamente (iones). Los iones serán expelidos con fuerza, poco a poco, de manera que la sonda acelerará lentamente su velocidad durante un período de diez años.

Al final de la aceleración de diez años, el xenón se habrá agotado completamente y la sonda se moverá a una velocidad de 360 000 kilómetros por hora, o sea 100 kilómetros por segundo. Entonces estará a unos 9600 millones de kilómetros de la Tierra, mucho más allá del punto más lejano alcanzado por el pequeño y remoto planeta Plutón.

En aquel punto serán arrojados los depósitos de carburante, y la sonda propiamente dicha, de unas cinco toneladas y media de peso, continuará alejándose a una velocidad que se reducirá lentamente debido a la débil atracción del lejano Sol.

Continuará alejándose durante otros cuarenta años, hasta que esté casi a 160 000 millones de kilómetros del Sol. Una distancia aproximadamente mil veces mayor que la que nos separa del Sol. La distancia de la Tierra al Sol (148 millones de kilómetros) se llama «unidad astronómica» (UA). La distancia alcanzada por la sonda después de cincuenta años será de mil unidades astronómicas, y por esto el proyecto ha recibido el nombre de TAU (thousand astronomical units).

La sonda TAU llevará un gran telescopio a bordo, y su función será la de enviarnos fotografías de las estrellas tomadas cada vez a mayor distancia de nosotros, hasta que las últimas las haga a 1000 UA. Después de esto, agotada la energía de la sonda, ésta continuará su camino, indefinida e inútilmente, como han hecho sondas anteriores.

¿De qué servirán estas lejanas fotografías de las estrellas?

Cuando las estrellas se observan desde lugares diferentes, las más próximas parecen cambiar de posición en comparación con las más lejanas; esta variación se llama «paralaje».

Cuanto mayor es la variación, más cerca está la estrella.

Midiendo aquélla podemos calcular la distancia a que se halla ésta.

Por desgracia, incluso las estrellas más próximas están tan lejos que el cambio de posición es extraordinariamente pequeño. Podemos aumentarlo observando la estrella desde dos lugares muy lejanos entre sí. Pero la mayor distancia de que podemos valernos en la Tierra es la que hay entre su posición en el espacio en un momento dado y su posición seis meses más tarde, cuando esté en el lado opuesto de su órbita. Los extremos de la órbita distan 2 UA el uno del otro.

Esta diferencia de posición nos permite medir la distancia de las estrellas hasta valores de unos 100 años luz. (Un año luz es igual a 63 225 UA). Estas distancias sirven de base para el cálculo de las de cuerpos todavía más lejanos, por métodos un poco menos seguros.

Las fotografías de estrellas que nos enviará la sonda TAU las mostrará a distancias de nosotros quinientas veces mayores que la máxima anchura de la órbita de la Tierra. Comparando las imágenes lejanas con las que obtenemos desde la Tierra, veremos variaciones mucho más grandes del paralaje y podremos medir exactamente las distancias de cuerpos situados hasta 1,5 millones de años luz. Habrá mejorado enormemente nuestro conocimiento de las dimensiones del universo.

No obstante, los astrónomos tendrán que esperar cincuenta años desde el lanzamiento de la sonda para conseguir los últimos y mejores resultados. Y lo que es más, no es probable que el lanzamiento pueda hacerse antes del año 2000 porque debemos construir un motor de energía nuclear capaz de calentar y expeler con seguridad el gas xenón. Además tenemos que diseñar un sistema de comunicación por láser con un enlace de 1000 UA, Resulta bastante agradable sin embargo que los astrónomos piensen en proyectos tan «lejanos».

Y para mostrarlo en la debida perspectiva, digamos que 1000 UA equivale sólo a una doscientas setentava parte de la distancia a la estrella más próxima. Piensen en lo muchísimo más que tendremos que hacer para ser capaces de llegar a las estrellas.

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