A DIEZ MIL MILLONES DE AÑOS LUZ

Encontrar algo nuevo en el cielo es siempre apasionante, pero encontrar algo nuevo a una enorme distancia -como han hecho los astrónomos en la forma de un «doble quasar»- lo es mucho más. Cualquier cosa que veamos a tal distancia existió en la juventud del universo, y los astrónomos están ansiosos por descubrir lo más posible sobre aquellos primeros días.

En 1963 empezó el estudio de la gran distancia, cuando se descubrieron los quásares. Éstos parecen débiles estrellas, pero resultó que están a distancias de 1000 millones de años luz o más. Ahora han sido detectados cientos de ellos, y algunos están a 10 000 millones de años luz de distancia.

No podemos ver mucho más lejos. No es porque estemos penetrando en el final del universo (no tiene fin), sino porque al mirar cosas cada vez más lejanas estamos mirando más y más atrás en el tiempo. Un quasar que esté a 10 000 millones de años luz de nosotros es visto como era hace 10 000 millones de años, cuando el universo era muy joven. Si pudiésemos penetrar más lejos, podríamos estar viendo un universo en el que todavía no se habían formado las galaxias y donde las nubes de radiación caliente serían vistas sólo como una niebla opaca.

Para que los quásares sean visibles a semejante distancia, no pueden ser estrellas, como parecen, sino galaxias enteras. Una galaxia ordinaria, como nuestra Vía Láctea, no sería visible a tal distancia; pero los quásares tienen centros enormemente activos que por alguna razón resplandecen con una luz cien veces más intensa que la de las galaxias ordinarias. Resultado de ello es que pueden ser vistos a las distancias más remotas que podemos penetrar.

Parece que hace mucho tiempo hubo más galaxias superactivas de esta clase que ahora. ¿Es más probable que las jóvenes galaxias sean quásares? ¿Qué hace que los centros sean tan brillantes? ¿Cuál es su fuente de energía? ¿Qué le ocurre a un quasar cuando finalmente «se quema»? Los astrónomos tienen muchas preguntas sobre los quásares a las que les gustaría poder responder.

Durante casi veinte años, los quásares fueron considerados únicamente como objetos individuales; entonces, a principios de los años ochenta, se vio algún «doble quasar» ocasional. Se detectaron dos quásares que estaban muy cerca el uno del otro.

En aquel entonces habían progresado mucho las técnicas para estudiar los quásares mediante el empleo de radiotelescopios, así como de telescopios ópticos, y su luz podía ser analizada con detalle.

Resultó que la luz de aquellos dos quásares tan próximos era idéntica en todas sus características. No era como si hubiese dos quásares separados sino uno solo que por alguna razón se veía doble. ¿Cómo podía ser esto?

La respuesta lógica era que al viajar hacia nosotros, la luz de un quasar pasaba por una galaxia ordinaria que existía entre nosotros y él. Esta galaxia ordinaria era demasiado tenue para ser visible, pero su atracción gravitatoria curvaba un poco la luz del quasar. La luz era desviada hacia dentro en ambos lados de la galaxia, de manera que parte de ella pasaba muy ligeramente a la otra parte y terminaba en nuestros telescopios como un doble haz muy poco separado. Por consiguiente, vemos dos quásares donde en realidad no hay más que uno.

Este efecto se conoce con el nombre de lente gravitatoria, porque es el mismo que produciría una lente ordinaria. Setenta años antes de ser descubierto este fenómeno, Albert Einstein ya predijo la existencia de algo semejante.

Actualmente se conocen varios ejemplos de estas lentes gravitatorias, y pueden ser empleados para hacer deducciones sobre las galaxias que producen el efecto, aunque no puedan ser realmente vistas.

Cierto quasar, recogido en los catálogos con el nombre de PKS 1145-071, es conocido desde hace años y se encuentra a una distancia de unos 10 000 millones de años luz. Siempre había parecido un quasar ordinario, pero en diciembre de 1986 se descubrió que era doble. Había allí dos quásares, muy próximos entre sí. Naturalmente, se supuso que era otro caso de lente gravitatoria.

En 1987, astrónomos del Multiple Mirror Telescope, de Arizona, analizaron la luz de cada uno de aquellos quásares tan próximos. Se descubrió por primera vez que la luz no era absolutamente idéntica en ambos. Había sensibles diferencias que indicaban que no se trataba de un solo objeto visto como doble, sino de dos objetos separados.

Si esta observación se confirmase, el PKS 1145-071 sería el primer caso descubierto de un verdadero quasar doble. Representaría dos galaxias con centros enormemente activos y lo bastante próximas para girar una alrededor de la otra.

En tal caso es posible que estas dos galaxias no estén solas. Pueden haber otras en sus cercanías, que no sean quásares, que no tengan centros superactivos, y que por tanto sean invisibles. En pocas palabras, parece que hay una remota posibilidad de que estemos ante un cúmulo de galaxias.

Hay cúmulos de galaxias. Nuestra propia Vía Láctea es parte de un cúmulo constituido por dos docenas de galaxias, y conocemos otros cúmulos con miles de miembros. Sin embargo, el nuevo descubrimiento demostraría que tales cúmulos pueden haber existido hace 10 000 millones de años. En tal caso esto obligaría a los astrónomos a reconsiderar algunas de sus ideas acerca de cómo se formaron las galaxias.

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