EL TELESCOPIO MÁS RÁPIDO
La Universidad de Columbia está proyectando construir un telescopio completamente nuevo, que no pretenderá ser grande sino rápido.
Tendrá un espejo formado por mil pares de superficies cada una de ellas de aproximadamente un centímetro y medio de diámetro y alojadas en tubos del tamaño de saleros que serán mantenidos en su sitio por imanes de estado sólido.
Todas las superficies se mantienen en coordinación exacta por medio de un robot, y cada una de ellas está destinada a descomponer la luz de una estrella particular en un arco iris (o espectro) que pueda ser estudiado con detalle. El costo del telescopio se calcula en 30 millones de dólares.
Un telescopio grande ordinario puede enfocar una región del cielo de sólo el doble del área ocupada por la Luna. En cambio el telescopio rápido de Columbia será capaz de estudiar una extensión cien veces más grande. Un telescopio grande ordinario generalmente puede estudiar el espectro de una estrella, o de otro cuerpo celeste, cada vez. El telescopio rápido de Columbia podrá analizar los espectros de mil cuerpos diferentes a la vez. Esto es importante porque el espectro nos da una enorme cantidad de información sobre un cuerpo celeste. Nos dice su composición química, la temperatura de su superficie, la velocidad con que se acerca o se aleja de nosotros, sus propiedades magnéticas, etc.
Los espectros son particularmente importantes en relación con las galaxias, que están desperdigadas a distancias de miles de millones de años luz en todo el universo visible. Cada galaxia está constituida por muchos miles de millones (a veces billones) de estrellas.
Todas las galaxias lejanas se están alejando de nosotros, porque el universo se expande en su conjunto. Cuanto más deprisa se aleja una galaxia, más lejos está. Como el espectro de una galaxia nos indica la velocidad con que se aleja, nos dice por tanto lo lejos que está.
Si tuviésemos el espectro de todas las galaxias y conociésemos la distancia de cada una de ellas, podríamos construir un modelo tridimensional del universo y ver cómo están distribuidas aquéllas. Esto podría ayudarnos a saber cómo se formaron las galaxias, y a su vez esto nos diría mucho sobre la edad del universo, que a su vez podría darnos información sobre su origen y su posible fin.
Tal vez hay un total de 100 000 millones de galaxias en el universo, aunque la inmensa mayoría de ellas están tan lejos y son tan tenues que sus espectros no se pueden estudiar. Pero hay al menos dos millones lo bastante próximas a nosotros como para permitir un estudio más detallado. Sus espectros han sido tomados y estudiados durante tres cuartos de siglo, pero en todo este tiempo sólo 7500 han sido adecuadamente estudiadas y se han determinado las distancias a las que se encuentran.
Esto es bastante para dar a los astrónomos la idea de que las galaxias están dispuestas de una manera complicada y misteriosa, pero tenemos que conocer muchas más distancias si queremos tener una oportunidad de captar y comprender su disposición. Los astrónomos esperan doblar el número de distancias galácticas conocidas, un proyecto que requeriría nueve años con telescopios ordinarios. En cambio, el de Columbia, una vez se haya construido, tomará mil espectros a la vez y en una semana doblará el número de distancias conocidas. En dos años podría determinar la distancia de un millón de galaxias y multiplicar por quinientos el volumen del espacio examinado. ¡Entonces sabríamos mucho más acerca del universo!
Otro gran enigma del universo es la «masa oculta». Hay señales de que toda la masa que podemos detectar en el universo es sólo el uno por ciento o menos de la masa total. La cantidad de masa que está presente en el universo determina lo que serán el curso de su historia y de su final, pero no podemos estar seguros de aquel curso y de este final mientras no sepamos cuál es la masa que falta.
Nuestra propia Vía Láctea contiene unos 200 000 millones de estrellas, pero también ella puede tener su parte de masa oculta. Nos sería de mucha utilidad conocer la distribución exacta de todas las estrellas de nuestra galaxia, pero también esto requiere conocer las distancias, las velocidades y otros detalles de muchos millones de estrellas. Los telescopios ordinarios no pueden realizar esta tarea sin emplear muchos años en su ejecución.
El telescopio rápido de Columbia podría suministrar en muy poco tiempo los datos necesarios que harían posible comprender la verdadera organización de nuestra galaxia y tal vez nos daría una idea de lo que puede ser la masa oculta y de dónde podríamos encontrarla.
Además, un estudio realmente extenso de los espectros de numerosas estrellas nos daría una información detallada sobre la composición química de cada una de ellas. La química del universo está cambiando constantemente porque en el núcleo de las estrellas se están formando elementos pesados. Las supernovas escupen estos elementos en las nubes cósmicas de polvo y de gas, y de este material nacen nuevas estrellas.
Si tuviéramos más información sobre la química actual de las estrellas, podríamos deducir cómo se formaron los elementos y tener una idea del curso de desarrollo de la galaxia. En unos pocos años de funcionamiento, el telescopio rápido de Columbia podría darnos detalles sobre la estructura galáctica, casi más allá de lo que podemos imaginar, y podríamos saber mucho más sobre el origen del Sol, de la Tierra… y de nosotros mismos.