DÓNDE ACABA EL UNIVERSO

¿Qué quiere decir lejos? Los astrónomos ya han visto objetos que están a una distancia de 17 000 millones de años luz: unos 160 trillones de kilómetros.

No está mal. En fecha tan reciente como 1920, los astrónomos creían que nuestra Vía Láctea y algunos objetos vecinos más pequeños constituían todo el universo; los objetos más lejanos estaban sólo a 150 000 años luz.

Pero entonces, en los años veinte, se descubrió que había otras galaxias, otras muchas galaxias, miles de millones de galaxias. Más aún, que el universo se estaba expandiendo de manera que grupos de galaxias se alejaban regularmente unos de otros. Las ondas luminosas procedentes de una galaxia que se aleja de nosotros son alargadas, y esto hace que la luz parezca más roja. Esto recibe el nombre de «desplazamiento hacia el rojo» y puede medirse por la posición de ciertas líneas oscuras en el espectro de la luz. Cuanto mayor sea el desplazamiento hacia el rojo, más lejos estará la galaxia.

En los años cuarenta se vio claramente que incluso la galaxia grande más próxima, fuera de la nuestra, estaba a más de dos millones de años luz. Las más lejanas se hallaban a cientos de millones de años luz. Más allá podía haber otras muchas galaxias, pero a tales distancias resultaban demasiado tenues para ser vistas.

En los años cincuenta se descubrió que ciertos objetos que parecían estrellas ordinarias emitían ondas de radio en cantidades desacostumbradas. Cuando estudiaron estos objetos, los científicos fueron incapaces de identificar las rayas oscuras en sus espectros. En 1963 se dieron cuenta de que las rayas oscuras estaban muy desplazadas hacia el rojo, lo cual significaba que los objetos tenían que estar muy lejos.

Estas estrellas extrañas fueron llamadas quásares. Y los quásares resultaron ser galaxias muy lejanas con centros que resplandecen por alguna razón. Están tan lejos que nada podemos distinguir, salvo estos centros relucientes que hacen que parezcan como estrellas.

Incluso el quasar más próximo está a mil millones de años luz. Otros quásares están mucho más lejos, hasta 10 000 millones de años luz o más. Ahora sabemos que existe gran cantidad de quásares en todas direcciones, pero no es fácil detectarlos entre el todavía mayor número de estrellas ordinarias que llenan el espacio.

Cuando miramos un objeto que está a 10 000 millones de años luz, estamos viendo una luz que ha tardado 10 000 millones de años en llegar hasta nosotros. Por consiguiente, vemos el objeto tal como era hace 10 000 millones de años, cuando el universo tal vez sólo había cumplido la mitad de su edad actual. Al parecer, los quásares se formaron en gran cantidad en los primeros días del universo, alcanzaron su punto culminante hace unos 13 000 millones de años y después decreció su número al formarse cada vez menos nuevos y extinguirse cada vez más los viejos. El estudio de quásares muy lejanos (y por ende muy viejos) nos daría por tanto una información muy útil sobre los tiempos jóvenes del universo.

Una manera de expresar la distancia y la edad de un quasar es midiendo lo que se había alargado la longitud de onda de su luz. Si las longitudes de onda son el doble de lo que hubiesen debido ser, es un desplazamiento hacia el rojo de 2; si son el triple, es un desplazamiento hacia el rojo de 3, y así sucesivamente. Cuanto más alto es el número, más lejos está y más viejo es el quasar.

El mayor desplazamiento hacia el rojo que se había observado hasta hace pocos años era de 3,8, correspondiente a una distancia de unos 15 000 millones de años luz. Los astrónomos supusieron que no podrían detectar otros más lejanos, porque el universo no debía haber formado galaxias con anterioridad.

Estaban equivocados. En septiembre de 1986 se detectó un quasar que tenía un desplazamiento hacia el rojo de 4,01. En 1987 se detectaron varios con desplazamientos hacia el rojo de más de 4. El que posee el récord actual tiene una desviación hacia el rojo de 4,43. Eso significa tal vez 16 000 millones de años.

Las ondas de luz de los quásares más lejanos son tan alargadas que gran parte de aquella luz es infrarroja. La que podemos ver realmente es muy débil. Generalmente detectamos estos quásares sólo porque su radiación es rica en ondas de radio.

¿Y si los científicos que buscan quásares todavía más lejanos centrasen su atención en encontrar objetos cuyos espectros sean ricos en luz infrarroja y que tengan también muy altos desplazamientos hacia el rojo? En la Universidad de Arizona, un equipo dirigido por Richard Elston ha empleado series de potentes detectores de infrarrojos precisamente para este fin.

En enero de 1988 dieron a conocer que habían localizado objetos ricos en luz infrarroja que parecían tener desplazamientos extraordinariamente altos hacia el rojo, algunos tal vez de hasta 6. Por la información que recogieron, pareció que aquellos objetos eran galaxias en proceso de formación y que estaban a una distancia de 17 000 millones de años luz como mínimo.

En aquellos tiempos, el universo podía tener sólo 2000 o 3000 millones de años de existencia. Si fue entonces cuando se estaban formando las galaxias, no podemos esperar ver nada más lejano, porque no había nada que ver; sólo una neblina de materia energética que todavía no se había contraído para formar galaxias. Habremos llegado al final del universo, porque habremos llegado a su principio. Las dos cosas son lo mismo.

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