MISTERIOS DE LA LUNA, HISTORIA DE LA TIERRA

Hace veinte años, el 20 de julio de 1969, los seres humanos pisaron por primera vez un mundo diferente de la Tierra. Neil Armstrong descendió a la superficie de la Luna y dijo; «Éste es un paso pequeño para un hombre, pero un salto de gigante para la humanidad.»

Durante unos pocos años se llevaron a cabo otras cinco visitas a la Luna, y entonces cesaron de repente. Nadie ha vuelto a pisar la Luna desde hace diecisiete años. Por esto, al cumplirse el vigésimo aniversario de aquel primer alunizaje podríamos preguntarnos: ¿Para qué sirvió todo aquello? ¿Sacamos alguna ventaja? ¿Fue realmente un salto de gigante?

Pues sí; los alunizajes nos ofrecieron una valiosa ocasión de aprender algo sobre su -y nuestro- pasado remoto.

En realidad la Tierra, la Luna y todo el sistema solar, empezaron a existir hace unos 4600 millones de años. Podemos aprender algo sobre el pasado remoto de la Tierra estudiando sus formaciones rocosas. Naturalmente, cuanto más vieja sea la roca y más tiempo haya existido sin cambiar en la corteza terrestre, más lejos podremos llegar en nuestro conocimiento.

Sin embargo, la expresión clave es «sin cambiar». Las rocas no permanecen eternamente iguales. La corteza de la Tierra se mueve y las rocas son aplastadas, fundidas y formadas de nuevo. Incluso cuando no se funden, la fuerza del aire y el agua en movimiento producen cambios en ellas. Y la propia vida transforma enormemente el paisaje.

Resultado de ello es que las rocas más antiguas que podemos encontrar tienen poco más de 3000 millones de años, y lo cierto es que no abundan. Nos resulta difícil llevar tan atrás nuestro conocimiento de la historia de la Tierra, y en cuanto a los primeros 1500 millones de años de existencia de la Tierra, podemos olvidarnos de ellos. Están completamente en blanco y continuarán estándolo mientras sigamos aprisionados en la Tierra misma.

En cambio, la Luna es un cuerpo más pequeño. Su fuerza de gravedad es insuficiente para retener una atmósfera o cualquier líquido que se evapore fácilmente. Esto quiere decir que en la Luna no hay aire, agua ni vida. Y no sólo no los hay ahora sino que nunca los ha habido. Lo cual significa que la superficie no ha sido alterada por la acción de la vida, por el viento ni por las olas. Más aún, por ser un cuerpo más pequeño que la Tierra, la Luna tiene menos calor interno, y es el calor interno lo que hace que se mueva y cambie la corteza, aunque nada más la haga cambiar. Dicho en otras palabras: si la Tierra está geológicamente viva, la Luna está geológicamente muerta.

Esto significa que la superficie de la Luna puede continuar inmutable durante mucho más tiempo que la de la Tierra, y que las rocas que trajeron los astronautas de la Luna son mil millones de años más viejas que las más viejas que podemos encontrar en la superficie de la Tierra. Podemos llenar mil millones de años de historia primitiva sobre los que la Tierra guarda silencio.

Actualmente se cree que la Luna fue creada cuando muy al principio de la historia de la Tierra chocó contra el planeta un objeto de un tamaño aproximado al de Marte. Esto proyectó una gran cantidad de superficie de la Tierra al espacio próximo, mientras el cuerpo extraño se fundía con la Tierra.

El material lanzado al espacio se convirtió en vapor por efecto del calor, pero después se enfrió en una masa de innumerables partículas de diferentes tamaños, que se unieron y constituyeron la Luna. Debido a que ésta se formó de capas exteriores de la Tierra, es casi totalmente rocosa y contiene muy poco hierro, como el que se encuentra en el núcleo de la Tierra. Por esto la Luna es menos densa que la Tierra.

La Luna tardó unos pocos cientos de años en enfriarse lo suficiente como para tener una corteza sólida, pero hace unos 4000 millones de años, la corteza se había formado ya, y las rocas más antiguas que fueron traídas de allí datan de aquel período.

En los últimos 4000 millones de años, los únicos cambios significativos experimentados por la Luna tuvieron lugar cuando atrajo los restantes objetos que aún existían cerca de ella. Éstos formaron los numerosos cráteres y los vastos «mares» que hoy cubren su superficie. En las rocas que se han traído a la Tierra podemos estudiar las diferentes fases de este bombardeo. Desde luego, la historia primitiva fue la más activa porque todavía había allí muchos objetos que chocaron con la Luna.

Con el paso del tiempo, el espacio quedó despejado de la mayoría de aquellos objetos y la Luna se estabilizó y fue sufriendo menos cambios. Desde hace unos 3200 millones de años, las rocas permanecen relativamente tranquilas, tanto en la Tierra como en la Luna, pues ambas fueron bombardeadas.

Pero si en la Tierra desaparecieron los cráteres producidos por aquel bombardeo, gracias al viento, a las olas y a la vida, en la Luna todavía se conservan.

Sin embargo, en la Luna se han producido cambios relativamente recientes. El cráter Copernicus se formó hace 810 millones de años, y el espectacular cráter Tycho hace sólo 109 millones de años. Algunos cráteres pequeños se formaron mucho mas recientemente: hace tan sólo dos millones de años.

Si volviésemos a la Luna, aparte de su utilidad como observatorio, reserva de minerales y nuevo hogar para seres humanos, podríamos estudiar cuidadosamente su superficie y conocer todos los detalles de su historia, y partiendo de esto deducir lo que también ocurrió en la primitiva Tierra. Las claves que encontrásemos allí podrían ayudarnos a comprender cómo empezó la vida en nuestro planeta y cómo llegamos a existir todos nosotros.

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