EL PRIMER LENGUAJE DEL HOMBRE
Cuando los hombres de Cro-Magnon pintaron hace 25 000 años sus animales llenos de color en las cuevas de lo que hoy son Francia y España, ¿qué lenguaje hablaban? ¿Creen ustedes que hay científicos que tratan seriamente de contestar a esta pregunta?
¿Cómo podemos averiguarlo? Los pueblos primitivos dejaron sus huesos, sus útiles e incluso su arte, pero no nos legaron muestra alguna de su lenguaje. Para esto habrían tenido que escribirlo, y la escritura no se inventó hasta hace unos 5000 años.
Sin embargo, en cierta manera pudieron dejar señales sobre sus lenguajes, porque las lenguas no son completamente independientes unas de otras. Por ejemplo, existen similitudes entre idiomas tales como el portugués, el español, el catalán, el provenzal, el francés, el italiano y, créanlo o no, el rumano.
Todos estos idiomas se denominan lenguas romances, no sólo porque son parecidas entre sí sino también por su similitud con la antigua lengua romana a la que llamamos latín.
Esto no es un misterio. El latín fue lengua común de la Europa occidental en los tiempos del Imperio Romano. Tras la caída del Imperio y la decadencia temporal de la educación y otros aspectos de la civilización, se separaron los dialectos del latín en diferentes partes de lo que había sido el Imperio, y en definitiva dieron lugar a nuevas lenguas. No obstante, aún, se pueden detectar similitudes en el vocabulario y en la gramática.
Supongamos que sólo tuviésemos aquellas lenguas romances y que el latín se hubiese extinguido de forma tan completa que no tuviésemos la menor noción de él. ¿No sería posible estudiar todas las similitudes de las diversas lenguas romances y construir un lenguaje común del que hubiesen derivado todas ellas? Y si consiguiésemos hacerlo, ¿no podría este lenguaje parecerse un poco al latín?
Si retrocedemos incluso un poco más, encontraremos similitudes entre el latín y el griego. Los antiguos romanos reconocieron esto y adoptaron los principios gramaticales más refinados que habían empleado los griegos y los aplicaron a su propia lengua. Así pues, ¿no habría existido una lengua más antigua de la que se derivaron el griego y el latín?
La respuesta sorprendente a esta pregunta se pudo obtener cuando los británicos empezaron a dominar la India en el siglo XVIII. Su primer objetivo fue promover un comercio que enriqueciera a Gran Bretaña, pero naturalmente hubo eruditos que se interesaron por la civilización india en sí misma.
Entre ellos se encontraba sir William Jones, quien estudió una antigua lengua india, el sánscrito, que al igual que el latín había caído en desuso aunque dio origen a variaciones ulteriores.
El sánscrito se conservó sin embargo en antiguos escritores épicos y religiosos, y cuando Jones se puso a estudiarlo, encontró semejanzas en su vocabulario y gramática con el griego y el latín. Además, y esto fue lo más sorprendente, también había semejanzas con las antiguas lenguas teutónicas, como la gótica, el alemán antiguo y el antiguo nórdico. Incluso encontró similitudes con las lenguas persa y céltica.
Así pues, en 1786 llegó a la conclusión de que había una familia «indoeuropea» de lenguas que se extendía desde Irlanda hasta la India y que probablemente tenían un solo origen.
Podríamos suponer por tanto que alrededor del año 7000 a. de C. existió una «tribu indoeuropea» que tal vez vivió en lo que ahora es Turquía. Después se extendería en todas direcciones, llevando consigo su lengua, que evolucionaría en diferentes lugares al aislarse unos grupos de otros. Pero teniendo en cuenta todas las semejanzas, ¿no sería posible construir una especie de lengua común, un «proto-indoeuropeo» que podría parecerse sin duda a lo que hablaba la tribu original en el año 7000 a. de C.?
Esto aún parece más factible porque en el siglo XIX fueron descubiertas las reglas que determinaron los cambios del lenguaje, entre otros por los hermanos Grimm, que hoy en día son más conocidos por los cuentos de hadas que escribieron.
Hay otras familias de lenguas que no son indoeuropeas.
Está el grupo semítico, que incluye el árabe, el hebreo, el arameo y el asirio. Está el grupo hamítico, que incluye ciertas lenguas primitivas de Egipto, Etiopía y norte de África. Está el grupo ural-altaico, que incluye el turco, el húngaro y el finlandés. (Lo curioso es que siendo Turquía la cuna de las lenguas indoeuropeas, las vicisitudes de la Historia han determinado que hoy en día se hable allí una lengua que no es indoeuropea.)
Está además toda la variedad de lenguas habladas por los americanos nativos, los negros africanos, los chinos y otros pueblos del Lejano Oriente, los polinesios, los aborígenes australianos, etcétera.
E incluso hay lenguas que no guardan relación conocida con ninguna otra, como el antiguo sumerio y el moderno euskera.
Si fuesen estudiadas todas las lenguas, ¿sería posible reproducir una lengua original de la que derivasen todas ellas?
Resultaría una tarea enorme pero fascinadora para los lingüistas.
Este tema fue tratado en 1989, en una conferencia de lingüistas, por Vitaly Schevoroshkia, de la Universidad de Michigan, que ha realizado investigaciones sobre la materia.
También sería una empresa útil porque si se pudiese descubrir cómo evolucionó el lenguaje humano, posiblemente se podrían averiguar al mismo tiempo las migraciones y las andanzas del primitivo Homo sapiens.