GALAXIAS EN COLISIÓN
Si la Tierra o el Sol sufriesen una colisión importante con algún otro cuerpo astronómico, eso significaría probablemente el fin de la vida en nuestro planeta. Pero ¿y si toda nuestra galaxia, que contiene nuestro Sol y unos 200 000 millones de estrellas, sufriese una colisión importante?
Semejante colisión no es probable que ocurra en un futuro inmediato, pero a la larga seguramente sucederá. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, no está sola en el espacio, como todos sabemos. Forma parte de un grupo de unas dos docenas de galaxias denominadas, en su conjunto, Grupo Local.
La mayoría de las galaxias del Grupo Local son enanas, y cada una de ellas contiene sólo unos pocos miles de millones de estrellas. Un ejemplo de ello es la Gran Nube de Magallanes, que está sólo a 150 000 años luz y contiene 10 000 millones de estrellas. (Esta galaxia está de actualidad porque en febrero de 1987 estalló en ella una supernova, que ha sido la más próxima a la Tierra en casi cuatrocientos años.)
Pero no todas las galaxias del Grupo Local son enanas.
Una de ellas, Andrómeda, más gigantesca que nuestra propia galaxia, contiene tal vez 300 000 millones de estrellas. Está más cerca de la Tierra que cualquiera de las otras galaxias gigantes: a unos 2,3 millones de años luz. Esto es más de quince veces la distancia de la Gran Nube de Magallanes.
Estas dos galaxias gigantes, nuestra Vía Láctea y la galaxia de Andrómeda, no están permanentemente fijas a aquella distancia. Ambas se mueven alrededor de un centro común de gravedad. Y lo que es más, las órbitas son completamente elípticas, de manera que se acercan y separan en períodos de muchos millones de años.
Si estas dos galaxias gigantes estuviesen solas en el espacio, continuarían su baile eternamente, o hasta que todo el universo llegase a su fin. Pero todas las restantes galaxias del Grupo Local ejercen una atracción gravitatoria, de manera que la Vía Láctea y Andrómeda siguen un camino un poco complicado que puede hacer que, ocasionalmente, se acerquen demasiado.
En una palabra, pueden chocar, y a la larga seguramente chocarán. (Hay ejemplos de choques de galaxias entre los muchos millones que podemos ver en el cielo.)
¿Qué ocurrirá entonces?
Desde luego, las galaxias no son objetos sólidos sino simplemente grupos de muchos miles de millones de estrellas.
Estas estrellas están tan separadas y son tan pequeñas en comparación con las distancias entre ellas, que si las dos galaxias se dieran de refilón no sucedería gran cosa. Las estrellas de una de ellas se moverían entre las de la otra, sin probabilidad virtual de colisiones, y sólo se afectarían ligeramente las unas a las otras. En definitiva, las dos galaxias se separarían y seguirían su camino.
Pero ¿y si las dos galaxias chocan «de frente», por decirlo así, de manera que el centro de una se acerque lentamente y se fusione con el centro de la otra?
Las estrellas están mucho más apretadas en el centro, lo cual aumentaría en gran manera las probabilidades de colisiones estelares. Peor aún, los astrónomos están casi convencidos de que en el centro de cada galaxia hay un agujero negro con la masa de millones de estrellas ordinarias. Los agujeros negros engullirían miles y hasta millones de estrellas al introducirse cada uno en el otro, y se fusionarían al fin, produciendo un gigantesco campo gravitatorio que seguiría atrayendo estrellas.
Esto generaría una enorme cantidad de radiación. El centro combinado de las dos galaxias emitiría radiaciones equivalentes a las de cien o más galaxias del tipo ordinario. Dicho en pocas palabras, las dos galaxias pueden convertirse en un «quasar», la clase de objeto superbrillante que era más común en la época temprana del universo y que podemos detectar aún a miles de millones de años luz de distancia.
La radiación del nuevo quasar calentará el gas tenue que existe entre las estrellas y lo expulsará de las galaxias. Esto significa que no podrán nacer nuevas estrellas y que las dos galaxias sufrirán inevitablemente un continuo proceso de envejecimiento.
La radiación del quasar en el centro de las galaxias estará a 30 000 años luz de la Tierra, porque afortunadamente estamos en las afueras de nuestra galaxia. Esto quiere decir que la radiación habrá disminuido mucho cuando llegue hasta nosotros y será totalmente detenida por nuestra atmósfera. Podremos ver una estrella muy brillante en el cielo, en la constelación de Sagitario. Será el quasar del centro, no enmascarado por las nubes de polvo y de gas que existen ahora entre él y nosotros. También podrá hacer más arriesgados los viajes espaciales.
Aunque la colisión desgarrase las galaxias y enviase a nuestro Sol, dando bandazos, hacia los espacios intergalácticos, esto no nos afectaría. La Tierra seguiría moviéndose en aquellos espacios, junto con el Sol y los otros planetas. Las estrellas de nuestro cielo se apagarían gradualmente y desaparecerían, pero la vida continuaría y no sentiríamos nada.
Desde luego, si el centro de Andrómeda avanzase por casualidad en nuestra dirección… Pero por fortuna se calcula que semejante colisión no sucederá durante los próximos 4000 millones de años, por lo que no hay motivo de alarma inmediata.