NUESTROS ANTEPASADOS
La especie humana es una recién llegada a la Tierra. No llevamos mucho tiempo aquí, en comparación con la larga vida de la Tierra, pero sí más del que solíamos pensar. Y periódicamente los científicos se siguen sorprendiendo con nuevas mediciones que demuestran que nosotros, o nuestros antepasados, somos cada vez más antiguos.
Hasta épocas modernas, los eruditos occidentales, e incluso los científicos, daban por cierto que la humanidad (y la Tierra misma) tenía sólo una edad de unos 6000 años porque esto era lo que parecía dar a entender la Biblia. Sin embargo, ya en 1797, un inglés, John Frere, descubrió toscos útiles de pedernal que tuvieron que ser confeccionados por seres humanos primitivos. Estos útiles fueron descubiertos a una profundidad de cuatro metros bajo el suelo. Los objetos que no son movidos de sitio se cubren lentamente de polvo y barro que se convierten en roca, y cualquier útil enterrado a aquella profundidad debe tener mucho más de 6000 años de antigüedad.
Más tarde, un francés llamado Edouard Lartet encontró un antiguo diente de mamut sobre el que había grabada una excelente silueta de mamut. Sólo la podía haber grabado un ser humano que vivió en la misma época que el hace largo tiempo extinto mamut.
Con el tiempo se fueron encontrando restos óseos de organismos que no eran totalmente seres humanos, aunque se parecían más a éstos que a los monos debido a la estructura de su esqueleto. Se los llamó homínidos, y representaban una larga serie de organismos que fueron antepasados (o ramas colaterales) de los modernos seres humanos: Homo sapiens.
Se sabía que los homínidos eran antiguos, pero resultaba difícil precisar su antigüedad.
Los científicos sólo podían conocerla de forma vaga por la profundidad a la que se hallaban los restos y la clase de huesos de otros animales que los acompañaban. Se creía que los homínidos podían haber existido sobre la Tierra durante cientos de miles de años, pero la fecha no era segura.
Sin embargo, en 1896 se descubrió la radiactividad. Se vio que ciertas clases de átomos eran inestables y se desintegraban a un ritmo fijo, que podía medirse. Así, el uranio se desintegraba dando plomo a un ritmo según el cual la mitad del uranio se convertía en plomo en 4600 millones de años. En 1907, un americano, Bertram B. Boltwood, sugirió que las rocas que contenían uranio tenían también que contener plomo. Observando las proporciones de uranio y plomo, se podía calcular la cantidad de uranio que se había desintegrado y, por tanto, la edad que debía tener la roca.
Este fue el principio del «método de datación radiactiva», que podía emplearse para determinar la edad de rocas que no hubiesen sido alteradas. El método radiactivo demostró que algunas de las rocas descubiertas habían permanecido inalteradas durante unos 3500 millones de años, por lo que la Tierra debía ser más antigua. Meteoritos que no han sido alterados desde el principio presentan edades de unos 4600 millones de años, que ahora se consideran la edad de la Tierra… y del sistema solar.
Naturalmente, si descubrimos huesos de homínido dentro de una roca y determinamos la edad de ésta, habremos determinado también la antigüedad de los huesos. No todas las rocas contienen suficiente uranio como para hacer este cálculo, pero en cambio todas ellas contienen el elemento común potasio. Ciertos átomos de potasio son radiactivos y se desintegran en el gas inerte argón a un ritmo tal que la mitad del potasio desaparece en 1300 millones de años. Midiendo el potasio y las burbujas de argón atrapadas en la roca, podemos determinar el tiempo transcurrido desde que se formó aquella roca y quedaron los huesos encerrados en ella.
Estas técnicas se fueron perfeccionando con el transcurso del tiempo, y los homínidos resultaron generalmente más antiguos de lo que se pensaba. En septiembre de 1987, científicos de la Universidad de Utah dataron rocas de Kenya que contenían útiles antiguos. Se había calculado que aquéllas tenían unos 500 000 años de antigüedad, pero las nuevas mediciones indicaron que al menos tenían 700 000, y posiblemente 900 000 años.
Y hubo homínidos todavía más antiguos (parece que evolucionaron en el África oriental y meridional, lo cual no es de extrañar porque allí es donde viven los chimpancés y gorilas, nuestros más próximos parientes no homínidos). En Olduvai Gorge, África oriental, se descubrieron cráneos de homínidos y útiles primitivos que sorprendieron a los científicos porque resultó que poseían una antigüedad aproximada de 1 800 000 años. Los homínidos pertenecían a nuestro género, Homo y se les dio el nombre de Homo habilis.
Antes del Homo habilis existieron homínidos aún más primitivos, demasiado diferentes de nosotros como para considerarlos del género Homo aunque sin embargo eran homínidos. Por ejemplo, tenían caderas y piernas como las nuestras y podían caminar erguidos con la misma facilidad con que lo hacemos nosotros. El más antiguo de ellos fue llamado Australopithecus afarensis. Se han descubierto restos fosilizados que parecen darle una antigüedad de cuatro millones de años.
Sin duda debieron existir especimenes aún más antiguos.
No parece aventurado suponer que hace cinco millones de años ya había homínidos sobre la Tierra. Esto significaría que la especie humana y sus antepasados homínidos serían ochocientas veces más antiguos que lo que creían los eruditos hace sólo un par de siglos. Pero para hacernos cargo de la proporción digamos que los homínidos han existido sólo durante una milésima parte de la edad de la Tierra.