EL COMETA HALLEY
Para los astrónomos, 1986 fue el año del cometa Halley.
Las sondas enviadas a su encuentro permitieron fotografiar un cometa y estudiarlo de cerca, por primera vez en la Historia.
¿Por qué nos tomamos este trabajo, y qué descubrimos?
Los astrónomos están interesados en conocer detalles de cómo se formó el sistema solar. Esto nos ayudaría a comprender cómo se formó la Tierra y cómo empezó a existir la vida.
Lo malo es que lo único que tenemos para trabajar con ello es lo que podemos descubrir ahora sobre el Sol y los planetas.
Todos estos cuerpos tienen 4600 millones de años y han sufrido enormes cambios. Por ejemplo, los cuerpos próximos al Sol (tales como la misma Tierra) han estado supercalentados durante miles de millones de años y han perdido el material de fácil evaporación que podía haber constituido la mayor parte de su estructura original. Si sólo estudiamos la Tierra, sólo podremos suponer cómo era ésta al principio de su formación.
Los cuerpos que están más lejos del Sol es probable que hayan cambiado menos; pero debido a su distancia no pueden estudiarse fácilmente.
Los objetos más lejanos son los cometas. Cien mil millones de ellos, o más, giran lentamente alrededor del Sol a distancias de uno o dos años luz, miles de veces más lejos del Sol que el planeta ordinario más lejano. A tales distancias no podemos estudiarlos, ni siquiera verlos; sólo podemos sospechar su existencia partiendo de indicios indirectos. Sin embargo, de vez en cuando la atracción gravitatoria de astros más próximos impulsa a algunos de estos cometas hacia el interior del sistema solar y la vecindad del Sol, Entonces sí podemos estudiarlos.
Los astrónomos han puesto el mayor empeño en averiguar la composición química de la nube original de polvo y gas a partir de la que se formaron los planetas. Un cometa está hecho de aquel polvo original y de los gases que se han congelado alrededor de las partículas de polvo. Aquel hielo se evapora cuando el cometa Halley se acerca al Sol, y si analizamos los gases que se producen tendremos muestras de la materia original a partir de la que se formó el sistema solar.
Estos gases fueron realmente analizados por las sondas y resultaron tener identidades y estar presentes en proporciones muy próximas a las que sospechaban los astrónomos. Esto fue una gran noticia. Es útil deducir una posibilidad lógica de pruebas indirectas, pero lo es mucho más confirmar aquellas posibilidades con mediciones reales y directas. Ahora pueden deducir los astrónomos los detalles de cómo empezamos, con mucha más seguridad, y avanzar con más audacia.
Pero el cometa Halley no se limitó a confirmar cosas que habían sospechado los astrónomos. Al menos nos dio una gran sorpresa: resultó ser de color negro.
En 1951, Fred Whippel, el más importante especialista en cometas, de los astrónomos vivos, había expuesto sus razones para creer que los cometas eran «bolas de nieve sucia». Es decir, que estaban formados por materiales congelados -principalmente agua helada- con una mezcla de polvo que constituía la «suciedad». Esto fue confirmado por los estudios de cerca del cometa Halley. Cinco sextas partes de éste son de agua congelada. Cabe suponer que lo mismo ocurre en los otros cometas.
Naturalmente, cuando un cometa se acerca al Sol, parte de este hielo (y de otros materiales congelados) se evapora y desaparece, pero queda una gran cantidad de polvo. La superficie tiende a cubrirse de una capa de polvo cada vez más espesa, que oscurece el cometa. Por consiguiente, los astrónomos creyeron que los cometas debían ser grisáceos, pero no esperaban un negro absoluto.
En la creencia de que se trataba de un cometa de color claro que reflejaba la mayor parte de la luz que incidía sobre él, los astrónomos calcularon que el cometa Halley debía tener seis kilómetros y medio de diámetro. Pero resulta que es negro y que refleja muy poca luz. Al ser tan brillante como es, tiene que ser mucho más grande y en realidad unas mediciones más exactas indican que debe tener unos dieciséis kilómetros de diámetro. Contiene doce veces más material de lo que creían los astrónomos.
Hay que suponer por tanto que los cometas generalmente son mucho mayores de lo que se pensaba. Se creía que el cinturón de cometas que existe aproximadamente a uno o dos años luz del Sol tenía una masa total equivalente al doble de la de la Tierra. Pero podría ser que la masa total de cometas existentes muy lejos del Sol fuese como mínimo veinticinco veces mayor que la de la Tierra.
Muchos astrónomos creen que en los primeros tiempos del sistema solar hubo un gran número de colisiones entre cometas y los cuerpos planetarios. Con la nueva información que poseemos, al parecer tales colisiones fueron más fuertes y devastadoras de lo que se creía. Probablemente la Tierra estaba muy seca y cálida, y las colisiones con los cometas debieron proporcionarnos buena parte de nuestros mares y nuestra atmósfera. Esto parece ahora más verosímil. También es más verosímil que colisiones con los cometas puedan producir periódicas olas de extinción de la vida y que fuesen las causantes de la desaparición de los dinosaurios. Todo esto podemos deducirlo ahora como resultado de haber estudiado de cerca el cometa Halley en 1986.