ESOS LUGARES CÁLIDOS OCEÁNICOS
Otro presunto origen de la vida tampoco ha resultado satisfactorio, y los científicos siguen enfrentándose a un enigma sobre el que vienen reflexionando desde hace más de medio siglo.
Se han encontrado huellas inconfundibles de células bacterianas en rocas que tienen 3500 millones de años de antigüedad, y la Tierra tiene 4600 millones. Eso quiere decir que tuvieron que evolucionar sustancias químicas en cosas vivas durante los primeros mil millones de años de existencia de la Tierra. Pero ¿cómo? ¿Cuáles son los detalles?
Lo malo es que nadie estaba allí para observarlo y que no tenemos una máquina del tiempo para volver atrás. Sólo nos es posible estudiar la cuestión partiendo de lo que podemos observar actualmente en la Tierra y en el universo.
Los científicos han establecido la estructura química general de la Tierra primitiva. Por ejemplo, en su juventud, la atmósfera de la Tierra no contenía oxígeno; el oxígeno es un producto de una vida más reciente. La atmósfera original de la Tierra estaba compuesta principalmente de dióxido de carbono y de nitrógeno, tal vez con algo de metano y de amoníaco.
Probablemente el océano se encontraba lleno de dióxido de carbono disuelto, como agua de seltz; o lleno de amoníaco, como uno de esos compuestos con que se limpian las ventanas; o de ambas cosas a la vez.
La energía era vertida sobre el aire y los océanos por la luz del Sol, que era rica en luz ultravioleta, porque sin oxígeno no se podía formar ninguna capa de ozono en la atmósfera superior que bloquease aquellos rayos. Había también la acción volcánica para producir calor y los rayos para suministrar energía eléctrica.
La energía debió hacer que el dióxido de carbono o el metano que había en el aire y en los mares se convirtiesen en compuestos de carbono cada vez más complejos, hasta que aparecieron las propiedades replicativas de la vida.
Los científicos han tratado de descubrir el desarrollo exacto que siguió aquella evolución, pero ninguno pareció completamente satisfactorio. Necesitamos más información. Por esto resultó una gran contrariedad descubrir que no había compuestos de carbono en el suelo de la Luna ni de Marte. Si hubiesen existido tales compuestos, habrían podido representar una etapa en el viaje hacia la vida y habrían podido darnos la necesaria información adicional.
Es posible que nuestros problemas se deban a que hemos seguido una dirección completamente equivocada. Así, en 1977, estudios submarinos a gran profundidad revelaron que hay ciertos lugares en el fondo del océano donde el calor de las capas interiores de la Tierra se acerca lo bastante al suelo marino como para producir «chimeneas» desde las que agua muy caliente, rica en minerales, asciende en espiral hacia las aguas más frías. Alrededor de estos «lugares cálidos» vivían bacterias. Estas bacterias obtenían su energía de las transformaciones químicas que se producían en los minerales que ascendían continuamente, y en particular de los que contenían átomos de azufre.
Los animales pequeños se alimentan de estas bacterias, y los animales más grandes de los pequeños. Toda una comunidad de vida, cuya existencia nunca se había sospechado, dependía de la energía de aquellos lugares cálidos y no de la del Sol.
Tal vez se había formado la vida en la superficie del océano, como hemos pensado durante decenios, y las presiones evolucionistas empujaron algunas bacterias hacia abajo, adaptándolas a la vida en los lugares cálidos. Sin embargo, los científicos no pudieron encontrar una argumentación convincente para explicar cómo pudo ocurrir esto.
¿Es posible que fuese en los lugares cálidos donde se formase primero la vida y que desde estos lugares se extendiese a la superficie del océano? Si así fuese, esto explicaría la incapacidad de los científicos para inventar una teoría sobre el origen de la vida en la superficie del océano, porque no se habría originado allí.
Ciertas observaciones parecían confirmar esta teoría. Parece que los lugares cálidos han existido desde los tiempos en que se formó el océano, mucho antes de que existiese la vida, y estas chimeneas supercalentadas ofrecieron un medio ambiente adecuado durante miles de millones de años. Su posición en el fondo del océano protegería los frágiles comienzos de la vida de los efectos perturbadores de la intensa luz ultravioleta y de los trastornos ocasionados por el calor volcánico y el bombardeo meteórico que eran mucho más frecuentes en aquellos primeros tiempos. Además, los minerales en los que son ricos los lugares cálidos son precisamente los importantes para la vida.
Así pues, durante un tiempo se abrigó la esperanza de que podrían conocerse los detalles del origen de la vida en estas condiciones nuevas y totalmente diferentes.
Sin embargo, en 1988, dos científicos, S. I. Miller y J. L. Bada, dieron a conocer un estudio exhaustivo sobre las condiciones en los lugares cálidos y la manera en que estas condiciones podían afectar a las moléculas en desarrollo que se estaban formando en dirección a la vida.
Por desgracia resulta que los lugares cálidos son demasiado cálidos. Sus altas temperaturas harían que los aminoácidos (componentes básicos de las proteínas) que se hubiesen formado allí se descompusiesen, dando sustancias más simples, en cuestión de minutos, y los azúcares en cuestión de segundos. Parece que en aquellas condiciones no habrían podido formarse de ningún modo las proteínas ni los ácidos nucleicos esenciales para la vida.
Por tanto, las bacterias, que son la base de la vida en los lugares cálidos, tuvieron que nacer en otra parte. Esta conclusión hace que los científicos tengan que volver a la superficie del océano para buscar el origen de la vida.