ROCAS ESPACIALES

Los meteoritos son objetos bastante raros, pero siempre han sido importantes. Sin embargo ahora tenemos un nuevo lugar donde buscarlos, y se está desarrollando una nueva técnica para ayudarnos en la búsqueda.

Cuando los seres humanos empezaron a hacer uso del metal, lo primero que encontraron fue cobre y bronce. Pero en ocasiones hallaban bloques de metal que podían ser forjados para confeccionar puntas de lanza y rejas de arado más duras y resistentes, y que podían afilarse mejor que las hechas de bronce. Desde luego los antiguos no lo sabían, pero eran meteoritos de níquel y hierro caídos a la Tierra desde el espacio exterior.

En muy raras ocasiones se vieron caer meteoritos y chocar contra el suelo. Naturalmente, los pasmados espectadores debieron considerar que eran productos del cielo enviados a la Tierra por los dioses, y en consecuencia pudieron adorarlos. En la Meca, la Piedra Negra (presuntamente entregada a Abraham por el ángel Gabriel), en la Kaaba, el santuario más venerado del Islam, es probablemente un meteorito. Tan afanosa fue la búsqueda de estos extraños y útiles trozos de metal que no se puede encontrar ningún meteorito de hierro en el Oriente Medio, que es donde se desarrolló primero la civilización. Todos ellos fueron encontrados y utilizados hace muchísimo tiempo. Hasta 1500 a. de C. los pueblos del Oriente Medio no aprendieron a fundir el hierro de sus minerales, y entonces dejaron de depender de los ocasionales meteoritos para conseguir metal.

En los tiempos modernos los meteoritos han sido empleados con fines más científicos. Son realmente muy antiguos pues datan de los comienzos de la formación del sistema solar.

La propia Tierra es también antigua, desde luego, pero ha sufrido tantas convulsiones geológicas en el curso de su larga historia que las rocas más antiguas sin alterar que se han encontrado en la corteza terrestre tienen sólo un poco más de 3000 millones de años de antigüedad. Cuanto más pequeño es el objeto menos cambios sufre, y los meteoritos son tan pequeños que virtualmente no han sufrido ninguno.

El minucioso estudio de los cambios radiactivos en los meteoritos ha hecho que los científicos llegasen a la conclusión de que la Tierra, y con ella todo el sistema solar, tiene unos 4600 millones de años de antigüedad.

Hay meteoritos de diferentes clases. Los compuestos de níquel y hierro son fácilmente reconocibles porque no se encuentran en la corteza terrestre salvo en los meteoritos. Pero sólo constituyen el 10 por ciento de todos los meteoritos.

El resto es casi todo de naturaleza pétrea, y a menos que se vean caer realmente suelen pasar inadvertidos entre las piedras de la Tierra, salvo que sean recogidos y estudiados por otras razones.

Algunos meteoritos, muy pocos, son «condritas carbonosas». Éstas contienen cierta cantidad de agua sujeta a las moléculas pétreas que constituyen el cuerpo principal de los meteoritos. También contienen moléculas orgánicas contenedoras de carbono, como grasas, aminoácidos, etcétera. Estas moléculas orgánicas son parecidas a las que se encuentran en criaturas vivas de la Tierra, pero no son producto de la vida.

Algunas características inconfundibles de las moléculas orgánicas de los meteoritos demuestran que se formaron por procesos naturales ajenos a la vida.

Esto parece indicar que cuando se formó la Tierra tales moléculas orgánicas pudieron originarse muy pronto e iniciar su marcha hacia una mayor complejidad y hacia la vida. En pocas palabras, el estudio de estos meteoritos puede darnos indicaciones sobre el origen de la vida.

Los científicos están ansiosos por estudiar el mayor número posible de meteoritos ya que pueden darles una información que hasta ahora resulta imposible de conseguir por otros medios. Pero los meteoritos de níquel y hierro son raros, y las condritas carbonosas más raras aún. Y por desgracia, los meteoritos «pétreos» más comunes suelen pasar inadvertidos sobre el fondo rocoso de las zonas de tierra firme de nuestro mundo.

Sin embargo hay una zona de tierra firme no rocosa, al menos en su superficie. Es la Antártida, que tiene 13 millones de kilómetros cuadrados y está cubierta de una gruesa capa de hielo. Cualquier piedra ocasional sería perfectamente visible contra esa capa de hielo, y casi con toda seguridad se trataría de un meteorito. En los últimos años han sido localizados y extraídos de la capa de hielo de la Antártida varios meteoritos para su estudio. El más grande que se ha encontrado hasta ahora tiene unos sesenta centímetros de diámetro y pesa cien kilos.

Estos meteoritos son especialmente útiles porque al hallarse situados en el hielo estéril de la Antártida, es menos probable que hayan sido invadidos y alterados por la vida microscópica que los que caen en climas más saludables.

Pero hasta ahora sólo han sido descubiertos los meteoritos traídos a la superficie del hielo por el lento movimiento glacial. Tiene que haber muchos más, enterrados debajo de aquella superficie. Científicos del Naval Air Development Center, de Warminster, Pennsylvania, han realizado experimentos que demuestran que tales meteoritos enterrados pueden ser localizados mediante el empleo del radar, aunque estén enterrados a varias docenas de metros en el hielo y pesen menos de un kilo. De esta manera podrá explorarse en el futuro todo el continente de la Antártida, y descubrirse una zona increíblemente rica en material meteórico.

Fronteras
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
Introduccion.xhtml
I.xhtml
Capitulo1.xhtml
Capitulo2.xhtml
Capitulo3.xhtml
Capitulo4.xhtml
Capitulo5.xhtml
Capitulo6.xhtml
Capitulo7.xhtml
Capitulo8.xhtml
Capitulo9.xhtml
Capitulo10.xhtml
II.xhtml
Capitulo11.xhtml
Capitulo12.xhtml
Capitulo13.xhtml
Capitulo14.xhtml
Capitulo15.xhtml
Capitulo16.xhtml
Capitulo17.xhtml
Capitulo18.xhtml
Capitulo19.xhtml
Capitulo20.xhtml
Capitulo21.xhtml
Capitulo22.xhtml
Capitulo23.xhtml
Capitulo24.xhtml
Capitulo25.xhtml
Capitulo26.xhtml
Capitulo27.xhtml
Capitulo28.xhtml
Capitulo29.xhtml
Capitulo30.xhtml
Capitulo31.xhtml
Capitulo32.xhtml
Capitulo33.xhtml
Capitulo34.xhtml
Capitulo35.xhtml
Capitulo36.xhtml
III.xhtml
Capitulo37.xhtml
Capitulo38.xhtml
Capitulo39.xhtml
Capitulo40.xhtml
Capitulo41.xhtml
Capitulo42.xhtml
Capitulo43.xhtml
Capitulo44.xhtml
Capitulo45.xhtml
Capitulo46.xhtml
Capitulo47.xhtml
Capitulo48.xhtml
Capitulo49.xhtml
Capitulo50.xhtml
Capitulo51.xhtml
Capitulo52.xhtml
Capitulo53.xhtml
Capitulo54.xhtml
Capitulo55.xhtml
Capitulo56.xhtml
Capitulo57.xhtml
Capitulo58.xhtml
Capitulo59.xhtml
Capitulo60.xhtml
Capitulo61.xhtml
Capitulo62.xhtml
Capitulo63.xhtml
Capitulo64.xhtml
Capitulo65.xhtml
Capitulo66.xhtml
IV.xhtml
Capitulo67.xhtml
Capitulo68.xhtml
Capitulo69.xhtml
Capitulo70.xhtml
Capitulo71.xhtml
Capitulo72.xhtml
Capitulo73.xhtml
Capitulo74.xhtml
Capitulo75.xhtml
Capitulo76.xhtml
Capitulo77.xhtml
Capitulo78.xhtml
Capitulo79.xhtml
Capitulo80.xhtml
Capitulo81.xhtml
Capitulo82.xhtml
Capitulo83.xhtml
Capitulo84.xhtml
Capitulo85.xhtml
Capitulo86.xhtml
Capitulo87.xhtml
Capitulo88.xhtml
Capitulo89.xhtml
Capitulo90.xhtml
Capitulo91.xhtml
Capitulo92.xhtml
Capitulo93.xhtml
Capitulo94.xhtml
Capitulo95.xhtml
Capitulo96.xhtml
Capitulo97.xhtml
V.xhtml
Capitulo98.xhtml
Capitulo99.xhtml
Capitulo100.xhtml
Capitulo101.xhtml
Capitulo102.xhtml
Capitulo103.xhtml
Capitulo104.xhtml
Capitulo105.xhtml
Capitulo106.xhtml
Capitulo107.xhtml
Capitulo108.xhtml
Capitulo109.xhtml
Capitulo110.xhtml
Capitulo111.xhtml
Capitulo112.xhtml
Capitulo113.xhtml
Capitulo114.xhtml
Capitulo115.xhtml
Capitulo116.xhtml
Capitulo117.xhtml
Capitulo118.xhtml
Capitulo119.xhtml
Capitulo120.xhtml
Capitulo121.xhtml
Capitulo122.xhtml
autor.xhtml