LOS OBJETOS INTERMEDIOS Y LA MASA OCULTA

Los astrónomos conocen las estrellas y conocen los planetas, pero ahora están muy atareados buscando cuerpos intermedios que sean demasiado pequeños para ser estrellas y demasiado grandes para ser planetas. Son objetos muy escurridizos, pero su existencia -si es que existen- podría ser muy importante.

Desde luego, la estrella que conocemos mejor es nuestro Sol, y el planeta más grande, Júpiter. La masa del Sol, la cantidad de materia que contiene, es aproximadamente mil veces mayor que la de Júpiter.

El Sol tiene una masa tal que los átomos de hidrógeno de su núcleo están aplastados y comprimidos a altísima temperatura, y por consiguiente se hallan sometidos a fusión. Esta desprende grandes cantidades de energía, que es la razón de que brille el Sol y de que haya estado brillando desde hace miles de millones de años. Júpiter no es lo bastante grande para tener en su núcleo átomos comprimidos a tan alta temperatura y sometidos a fusión. Es demasiado frío para brillar por sí solo; lo vemos sólo por la luz del Sol que refleja.

Desde luego hay estrellas de todos los tamaños. Cuanto más grande es una estrella, más energía se genera en su núcleo y brilla con más esplendor. Hay estrellas que tienen hasta sesenta veces la masa del Sol. Por otra parte, las estrellas más pequeñas que el Sol son menos luminosas y más frías. Algunas pueden tener sólo una décima parte de la masa del Sol.

Las estrellas más pequeñas que vemos están únicamente al rojo y por esta razón son llamadas «enanas rojas». Son demasiado pálidas para verlas a grandes distancias, y podemos estudiar mejor las que no están muchos años luz lejos de nosotros. Las enanas rojas más pequeñas pueden tener sólo una centésima parte de la masa de Júpiter.

Si una enana roja es tan pequeña que no produce suficiente calor para brillar con luz propia visible, podríamos llamarla «enana negra». Júpiter podría ser considerado como una enana negra. Y también la Tierra y todos los restantes planetas que conocemos.

Pero ¿y si hubiese en el espacio cuerpos con más masa que Júpiter pero menos que las enanas rojas, cuerpos con una masa de diez a ochenta veces mayor que la de Júpiter? No lo serían lo bastante para producir fusión de hidrógeno y brillar como las estrellas, ni siquiera las más pálidas. Por otra parte, podrían tener masa suficiente para ocasionar algunas formas de reacción nuclear diferentes de la ordinaria fusión del hidrógeno.

O su atracción gravitatoria podría ser lo bastante grande por sí sola para calentarlos hasta el punto de que irradiasen pequeñas cantidades de energía.

Tales cuerpos intermedios producirían una luz roja muy pálida. También podrían producir cantidades de luz infrarroja menos energética, que nuestros ojos no pueden ver, pero que nuestros instrumentos sí pueden detectar. Estos cuerpos no serían completamente negros, por lo que ahora los llamamos «enanas pardas». (El calificativo es inadecuado porque en realidad no son pardas; sería más acertado llamarlas «enanas infrarrojas»).

Las estrellas pequeñas son más comunes que las grandes.

Las grandes, con mucha masa, son muy raras, e incluso las de medianas dimensiones, como el Sol, son relativamente pocas.

Al menos las tres cuartas partes de todas las estrellas brillantes son enanas rojas. De esto se deduce que las enanas pardas, que son todavía más pequeñas, deberían ser muy abundantes.

Si fuese así, sería importante. Los astrónomos saben desde hace años que las galaxias parecen tener una masa considerablemente mayor que la representada por las estrellas que vemos en ellas. Esto se conoce como el «misterio de la masa oculta». Pero si todas las galaxias (incluida la nuestra) tuviesen grandes cantidades de enanas pardas, que no podemos ver, esto explicaría al menos parte de la masa que falta, si no toda ella. La confirmación de esta masa adicional agudizaría nuestras teorías sobre el futuro desarrollo del universo y su último destino.

Por otra parte, podría suceder que la mecánica de formación de las estrellas fuese tal que no se formasen cuerpos de diez a ochenta veces la masa de Júpiter. En tal caso, sería mucho más difícil explicar el misterio de la masa desaparecida. Por esta razón los astrónomos están buscando señales de la existencia de las enanas pardas. En los últimos años se han informado del descubrimiento de enanas pardas, pero hasta ahora las informaciones han resultado prematuras.

Parece que los mejores lugares donde buscarlas serían las áreas relativamente próximas en las que se está desarrollando ahora la formación activa de estrellas, y donde podrían detectarse estrellas jóvenes y nuevas. Entre ellas podría haber algunos cuerpos lo bastante pequeños para ser enanas pardas. Hay una de estas regiones en la constelación de Tauro, y a principios de este año un grupo de astrónomos, dirigido por William Forrest, de la Universidad de Rochester, Nueva York, comunicaron que habían detectado objetos que podían ser enanas pardas.

Estos objetos emiten radiaciones de onda larga que son detectadas por los instrumentos, y no parecen girar alrededor de estrellas ordinarias, por lo que no pueden ser planetas que reflejen la radiación de aquéllas. Son objetos independientes.

Forrest calcula que estas enanas pardas podrían tener de cinco a quince veces la masa de Júpiter. Además, partiendo del hecho de que ha descubierto siete de estos objetos en una pequeña área, calcula que puede haber al menos un centenar de enanas pardas por cada estrella ordinaria, en esta región. Si esto se confirma, y si se descubre que también sucede en otras áreas del espacio, podrá haber sido resuelto el misterio de la masa oculta.

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