EL VOLADOR MÁS GRANDE
Hace unos 65 millones de años se extinguieron súbitamente los pterosaurios, entre los que se hallaban los animales voladores más grandes. Su desaparición dejó algunas preguntas en el aire, entre ellas una de las más desconcertantes:
¿Cómo podían volar aquellos reptiles alados, algunos de los cuales tenían unas dimensiones semejantes a los de un aeroplano bastante grande? Los científicos están perplejos, pero se han formulado algunas teorías fascinantes.
Los reptiles voladores llamados «pterosaurios» (del griego «lagartos con alas») evolucionaron hace 200 millones de años.
Aunque algunos de ellos no eran más grandes que los gorriones, otros eran los animales voladores más grandes que han existido. Hace unos 70 millones de años, el «pteranodón» (del griego, «sin dientes alado») tenía una envergadura de unos ocho metros, casi tres veces la de un albatros. Seguramente casi todo él era alas, y tal vez no pesaba más de dieciocho kilos.
Pero en 1971 se descubrieron en Texas restos de un pterosaurio que debió tener una envergadura de quince metros.
Seguramente fue el animal volador más pesado que haya existido jamás. Estudiando éstos y otros restos, incluidos huesos fosilizados de la cadera recientemente descubiertos en Europa, los científicos tratan de resolver el enigma.
Aparte de los restos fosilizados de pterosaurios, las únicas pistas que tenemos para saber cómo volaban aquellas enormes criaturas se desprenden del examen de los otros tres grupos de animales voladores que todavía existen.
Volar es un trabajo difícil y requiere una energía concentrada para batir las alas contra el aire, elevarse y permanecer suspendido en un medio tan tenue. Actualmente, las únicas especies voladoras que tienen la sangre fría como los reptiles son los insectos. Y como son de sangre fría, producen energía a niveles relativamente bajos. Pueden volar porque son pequeños, tan pequeños que la atracción gravitatoria que ejerce la Tierra sobre ellos es débil e incluso el aire tenue puede compensar en parte aquella atracción. El insecto más grande es el escarabajo Goliat, que no llega a pesar cien gramos.
Los otros dos grupos, el de las aves y el de los murciélagos, son de sangre caliente y por tanto pueden poner más energía en el trabajo de volar. La sangre caliente tiene que estar aislada ya que no se puede perder mucha energía, producida con tanta dificultad con la irradiación calórica. Por eso tienen plumas las aves, como método particularmente eficaz de reducir la pérdida de calor. Los murciélagos tienen un revestimiento de pelo un poco menos eficaz.
Los murciélagos y las aves pueden volar gracias a su gran producción de energía, aunque son mucho más grandes que los insectos; pero aún así no lo son tanto como los animales no voladores.
El murciélago más grande es un comedor de frutos de Indonesia. Puede tener hasta cuarenta centímetros de largo y una envergadura de más de un metro y medio. Pero las alas membranosas representan la mayor parte de su cuerpo, y su peso total no alcanza el kilo: ocho veces más que el insecto más grande.
El ave más pesada capaz de volar, la avutarda kori de África oriental y meridional, puede pesar hasta dieciocho kilos, casi veinte veces más que el murciélago más grande.
Pero con este peso a duras penas puede volar. Algunos albatros, que no son tan pesados, tienen la mayor envergadura: hasta tres metros.
Los pterosaurios tenían alas membranosas como los murciélagos, pero así como en el murciélago se extiende la membrana sobre todos los dedos salvo el pulgar, la del pterosaurio estaba sujeta a un cuarto dedo muy desarrollado. Los otros tres dedos eran como pequeños garfios que sobresalían del ala.
Entonces, ¿cómo podían volar?
Actualmente todos los reptiles son de sangre fría y tienden a ser lentos en comparación con las aves y los mamíferos.
Naturalmente, al principio se dio por sentado que los pterosaurios eran también de sangre fría y que por consiguiente no podían tener energía suficiente para volar con eficacia. En algunas películas se han presentado pterosaurios que subían trabajosamente a la cima de un acantilado y planeaban para capturar su presa.
Pero esto habría sido terriblemente difícil para ellos, y cada vez se tiende más a considerarlos como voladores capaces de batir las alas. Como esto requiere muchísima energía, cada vez son más los científicos que piensan que debían ser de sangre caliente, por lo que debían de estar cubiertos de pelo en vez de plumas. (Si hubiesen tenido plumas, probablemente habríamos encontrado impresiones de ellas en algún fósil de pterosaurio, cosa que nunca ha sucedido.)
Para comprender la dificultad que debió plantear el vuelo a aquellas criaturas, consideremos la exhibición, en mayo de 1986 y en la base de las Fuerzas Aéreas en Andrews, cerca de Washington D. C., de un pterosaurio parecido al descubierto en Texas. El modelo gigante de veinte kilos, con una envergadura de cinco metros y medio, fue construido en la Smithsonian Institution y su coste se elevó a 700 000 dólares.
Sólo estuvo un minuto en el aire, antes de romperse y caer al suelo ante una multitud de espectadores, el Día de las Fuerzas Armadas.
Pero aunque los pterosaurios se las ingeniasen de algún modo para volar, ¿cómo caminaban? En Alemania se encontraron dos juegos de huesos de la cadera de pterosaurio y no estaban muy estropeados. De ellos puede deducirse que los huesos de los muslos del pterosaurio estaban desviados hacia fuera.
En este caso, es probable que aquellos animales anadeasen sobre el suelo y fuesen malos andadores. Podría deducirse por lo tanto que cuando no volaban estaban suspendidos de los árboles o de las rocas.
En otras palabras, eran como murciélagos gigantes en muchos aspectos, pero su estructura ósea era la de los reptiles, y probablemente ponían huevos en vez de parir a sus crías, como hacen los murciélagos.