LA CRISIS

CUANDO en septiembre de 2007 se conoció que algunas entidades financieras, ansiosas de obtener beneficios desproporcionados, habían actuado con gran irresponsabilidad provocando la crisis de las subprimes, origen de la detención brusca del crecimiento económico en el país más rico del mundo, en España vivíamos aún en el ciclo favorable de la economía, o al menos eso pensaba el Gobierno. En la campaña electoral para las elecciones de marzo de 2008 el presidente Zapatero adoptaría una política de «regalar dinero»: se comprometió a extender a todos un cheque de 2.500 euros para cada bebé que naciera y la reducción a todos de 400 euros en el impuesto de la renta. Respondía a su disparatado lema «bajar impuestos es de izquierdas».

Pronto se supo que la crisis norteamericana habría de tener consecuencias en la economía de los países europeos. En el Gobierno español se ignoró la gravedad del problema. ¿Se podría pensar que el Gobierno no tuviera conocimiento de la inevitable influencia de la crisis norteamericana? No es fácil creerlo. Posiblemente optó por no aceptar la crisis que nos caía encima apelando a la prudencia, no alarmar a la sociedad española, sobre la creencia de que las situaciones económicas difíciles se agravan por el efecto psicológico que generan. Así que no aceptaron hablar de crisis e insistieron en que la buena senda emprendida por la economía española aseguraba unos elementos de defensa que protegerían nuestra economía y que, pasada la etapa complicada, nuestro sistema productivo estaría en mejores condiciones para la rápida recuperación.

Mi percepción era bien distinta, escandalicé a muchos al sugerir, en 2008, en una reunión parlamentaria, que la gravedad de la crisis golpearía con tanta fuerza que no se tardaría menos de diez años en ver el comienzo de la recuperación. Me tildaron de exagerado en mis augurios.

¿Creía el Gobierno en su teoría de que nuestra fortaleza nos haría atravesar sin grandes destrozos la crisis económica mundial? No estoy seguro. Al menos el ministro de Economía, Pedro Solbes, tenía una percepción distinta que le hacía estar disconforme con los anuncios de gastar dinero en operaciones poco o nada influyentes en la mejora de estructuras de bienestar, como cheques bebé o minoración de ingresos por reducción universal en los impuestos.

El presidente del Gobierno se mantenía en pie agarrado al palo mayor del gasto social; con el apoyo de los sindicatos, capeaba el inicio de la crisis con eufemismos como desaceleración, parón transitorio, etc., hasta la culminación del absurdo metafórico de los «brotes verdes» que la sustituta de Solbes, Elena Salgado, utilizaba con frecuencia haciéndome dudar si estaba contemplando un film de los hermanos Marx. ¿Qué queda hoy de aquellos brotes verdes que tanto entretuvieron a políticos y prensa?

¿Qué estaba ocurriendo en el interior del Gobierno para tanto desconcierto e improvisación?

Según un agudo e irónico periodista, Miguel Ángel Aguilar, se necesitaba una crisis ministerial para que pudieran gobernar los que impedían gobernar. Su teoría, que explicitó en la prensa, era que un reducido grupo de amigos —y él citaba a Javier de Paz, Miguel Barroso, José Miguel Contreras, Antonio García Ferreras y David Taguas— orientaba y desorientaba al presidente del Gobierno.

No puedo asegurar que las cosas fueran como las describía el inteligente periodista, pero sí conozco los mecanismos que lleva a descansar sobre los que no son titulares de representación democrática. Con demasiada frecuencia, yo he comprobado algunos casos, los gobernantes no se sienten cómodos más que con el grupo de personas cercanas sin responsabilidad gubernamental, incluso alejadas de la actividad política, que acostumbran a loar toda la política del gobernante sin excepción ni críticas. Tras un período de reuniones relajadas sin necesidad de atender a compromiso alguno, se acaba por comparar la actitud exigente de los de su propio partido —en su percepción, una actitud crítica— con la «comprensión» de sus dificultades por los amigos. No pocas veces he tenido que oír lo de «me comprenden mejor los de fuera que los míos». Es producto de dos fenómenos: en el gobernante es el espejismo generado por el agobio de tener que tomar decisiones que no gustan a todos; en los contertulios, el deseo de influir en las decisiones del gobernante, y en algunos casos el de beneficiarse de esas decisiones.

El resultado era un Gobierno impredecible con una oposición que no albergaba otra propuesta que la de sustituir al Ejecutivo. Un claro ejemplo del desconcierto fue la decisión de suprimir el impuesto sobre el patrimonio. ¿Es comprensible que un Gobierno socialista suprima el concepto redistribuidor de hacer pagar a los que disfrutan de patrimonio? Poco después hubo que rectificar una medida que evidenciaba la confusión con que se enfrentaba la crisis.

Los analistas que han intentado explicar la crisis económica que atraviesa nuestro país desde el año 2008 ponen mayor énfasis ora en la influencia de la crisis internacional, ora en la consideración de la crisis por el Gobierno socialista. La derecha política ha limitado el debate a una acusación al Gobierno de derroche en el gasto, lo que justificaría de manera absoluta la política de austeridad en el gasto público. La izquierda política se defiende argumentando que no ha habido exceso en el gasto, sino una fuerte caída de ingresos públicos. Creo que esta interpretación se aproxima más a la verdad, pero cuando se justifica la caída de ingresos en la reducción de la actividad económica, me separo de la explicación, pues dicho descenso no sólo está provocado por una menor actividad que tiene como consecuencia una reducida generación de impuestos, sino también por la política fiscal del Gobierno.

Durante los años de la dictadura los Gobiernos no estaban preocupados por el gasto social ni por lo tanto por una fuerte recaudación de impuestos.

La etapa de Gobiernos democráticos mejoró la concepción de la política fiscal. Hasta la recuperación de la democracia en 1977 no existía una conciencia fiscal en el país. Durante treinta años los ingresos del Estado fueron incrementándose hasta que en el año 2008 comienzan a descender. Si en el año 2007 los ingresos fueron de 200.000 millones de euros, en el 2008 se redujeron a 173.000 millones de euros y en el 2009 a 144.000 millones de euros, lo que representa una caída de ingresos del 28 por ciento. ¿Debido al freno de la actividad económica, especialmente en el sector de la construcción? Sin duda, pero no en toda su dimensión, ni siquiera en la mayor.

El Gobierno socialista, bajo la perniciosa teoría neoliberal, llegó a la paradójica conclusión de que bajar impuestos es de izquierdas. En todas mis intervenciones públicas me opuse a un lema disparatado y contradictorio con la sensibilidad socialista ante las necesidades de la población. Así acordaron disposiciones legales que modificaban a la baja la capacidad recaudatoria del Estado. Según los datos del Ministerio de Hacienda, la rebaja de impuestos en 2008 supuso el 70 por ciento de la caída de ingresos, pudiendo imputarse el resto (30 por ciento) a la menor actividad económica.

Las rebajas que se establecían sobre el impuesto de sociedades y el IRPF tuvieron una marcada influencia en la caída de la recaudación. Cuando en el año 2009 se reforma de nuevo el impuesto, entre otras medidas para suprimir la deducción universal de los 400 euros por contribuyente, los ingresos del Estado se incrementaron aunque la crisis estaba en su punto culminante.

En los actos públicos en los que me dirigía a los presentes intentaba hacer pedagogía política explicando la razón de la extensión de la recaudación tributaria y la necesidad de no caer en la tela de araña de la derecha política y de su aparato ideológico, que se esfuerza en convencer con patrañas de la bondad de la reducción de impuestos. La reducida cantidad que se ahorra un contribuyente de escasos ingresos en cualquier reforma de bajada de impuestos contrasta con los beneficios que supone la reducción en grandes fortunas o rentas desmesuradas. No da un resultado proporcionado, con equidad, aplicar una reducción del 5 por ciento a un ingreso de 2.000 euros mensuales que a uno de 200.000 euros. El papanatismo de seguir las recetas ideológicas de los «expertos» conservadores acostumbra a tener graves consecuencias para los que esperan una acción igualitaria y justa de un Gobierno progresista.

En el discurso de investidura de abril de 2008, Rodríguez Zapatero confirmaba su firme propósito de llevar adelante una política social solidaria: «Es sabido que ante coyunturas económicas adversas existen dos caminos: uno busca la salida en los recortes sociales, otro en la solidaridad. Creo resueltamente en el segundo camino, el de la solidaridad. Mi idea de España es la de un país que supera unido las dificultades; una sociedad que no abandona a nadie en el infortunio. No, señorías, no habrá recortes en derechos sociales; al contrario, seguiremos ampliando derechos y políticas sociales en nuestro país».

El presidente sostuvo con firmeza su posición de no aceptar retroceso en política social durante los dos primeros años de la legislatura. Algunos de sus ministros confesaban que Zapatero apostaba con frecuencia: «A mí no me hacen una huelga general». Y la tuvo cuando se vio obligado a dar un giro completo a su política. Los días 9 y 10 de mayo de 2010, en las reuniones de ministros de Economía y de jefes de Gobierno de la Unión Europea, la política española sufrió un vuelco tan impetuoso que puso en riesgo su paralización.

En la reunión de ministros de Economía la titular española, Elena Salgado, fue acorralada hasta que aceptó la imposición de sus colegas. ¡Y presidía ella la reunión! Todo el que ha participado en reuniones internacionales sabe que quien preside domina la reunión, que da la palabra, orienta los asuntos que hay que tratar, conduce la reunión sin dificultad. La ministra española mostró un desconocimiento profundo de cómo se dirige una reunión de líderes. Es el coste que se debe pagar por una elección con criterios ajenos a la competencia y al conocimiento. El recurso de la ministra fue comunicar, con lágrimas en los ojos, al presidente que la suerte estaba echada para la política económica de España.

El presidente tragó su orgullo y todos sus compromisos al anunciar que los recortes eran necesarios. Su «política social sin recortes» pasó a ser «recortes para que pueda haber política social». Pero el público ya no aceptaba las frases ingeniosas, las construcciones más o menos afortunadas que ocultan la realidad.

El descrédito del presidente hizo presa en el electorado socialista y el descenso en los apoyos no cesó hasta las elecciones de 2011. En la oposición encontraron una plataforma de lanzamiento. El Partido Popular negó su apoyo a un decreto ley con el objetivo de derrotar al Gobierno. Sabían bien que, si no se aprobaba, la intervención europea de la economía española era algo más que probable.

Los conservadores sabían que no sólo estaban en juego las medidas de austeridad del Gobierno. Se planteaba si el castillo de naipes económico que han construido los Gobiernos europeos se vendría abajo ante la hipótesis del fracaso español o si se abría una vía de consolidación del espacio a la moneda única y podría esperarse un futuro para la Unión Europea.

El dirigente de la derecha anunció que pocos días antes él le había propuesto al presidente las medidas que ahora adoptaba, y que entonces fueron rechazadas. En consecuencia él votaría… en contra. La contradicción de su posición se explica porque pensaba que ahora o nunca tenía posibilidad de ganar las próximas elecciones.

Mariano Rajoy hizo campaña contra las decisiones del Gobierno, sabedor de que cuando llegase al Gobierno habría de adoptar la política que entonces rechazaba.

¿Hubiese podido el presidente del Gobierno adoptar otra política? ¿Cabía alguna alternativa a la imposición de Bruselas? Siempre existe otra forma de entender y encarar los acontecimientos. De entrada, la actitud de negar la realidad nunca termina bien. Empeñarse en no explicar que Bruselas imponía sus normas, intentando mostrar que la política de recortes era una solución magnífica, no sólo no ayudó, sino que colocó al Gobierno en una situación muy difícil. ¿Enamorarse de los recortes? No. Explicar cuáles son las posibilidades del Gobierno, considerar si estás negando la política que has defendido hasta entonces, plantear si no es más conveniente por clarificador convocar unas elecciones para que los ciudadanos opten por la salida que prefieran.

Cuando el Partido Popular llegó al Gobierno en 2011 imitó al Gobierno anterior, aun exagerando la ocultación de la verdad. A él, a Mariano Rajoy, nadie le había presionado, era él quien había presionado. ¿Cómo es posible que los mecanismos de selección de líderes den estos resultados?

El cambio trascendental de la política del Gobierno, de política social a recortes sociales, cavó la tumba política del presidente Zapatero y de su partido.

Las elecciones del 20 de noviembre (la elección de la fecha era como una rendición) de 2011 no las ganó el PP, las perdió el PSOE, y ello es comprobable por muchas razones políticas y hasta numéricas (escaso aumento de votos del PP, caída estrepitosa en los apoyos al PSOE).

¿Qué había ocurrido para que se produjese un desafecto tan intenso en el electorado socialista?

Atribuir la causa de la derrota en exclusiva a la crisis económica (o a la gestión de la crisis que hizo el Gobierno) es un error. También lo es ignorar la influencia que la crisis y su gestión tuvo en el fracaso socialista.

Otros factores, a lo largo de las dos legislaturas del Gobierno socialista, han tenido también un influjo poderoso sobre la derrota. La política territorial, especialmente el proceso del Estatuto de Cataluña, la gestión pública del combate (por otra parte exitoso) contra el terrorismo, y la percepción de que el Gobierno improvisaba ante las dificultades que presentaba la realidad económica son otros tantos aspectos que coadyuvaron para que muchos votantes socialistas retirasen su voto.

Aun en los momentos más complicados o negativos un gobernante, un dirigente no puede olvidar que la sociedad necesita alguna esperanza, una posibilidad de mejorar la situación. El PSOE, que ha acompañado a la sociedad española durante más de un siglo, necesita reordenar su pensamiento para ofrecer a los españoles una propuesta que vuelva a iluminarlos y ganar la confianza y la seguridad que en otro tiempo convencía.

¿Es este declinar de los apoyos al socialismo una marca de los tiempos que vivimos? ¿Tiene futuro el ofrecimiento de un mundo más justo, más igualitario, más libre que ha hecho el socialismo en el último siglo y medio?

Una página difícil de arrancar
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
introduccion.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
fotos.xhtml
notas.xhtml