ESPAÑA VA BIEN
LA derecha española, tras haber recuperado el poder, se encontró con que no sabía cómo manejar los resortes que tenía en sus manos y optó por una estrategia basada en la propaganda. Hallaron un eslogan que les funcionó publicitariamente: «España va bien». El presidente del Gobierno, José María Aznar, repetía el lema machaconamente en la tribuna con una punta de ira derivada de su arrogancia que no le permitía aceptar que los demás no le hicieran coro con la banal declaración. España va bien, decían los exégetas del Gobierno conservador, porque la inflación está controlada y el déficit es razonable, es decir, que si la economía va bien España va bien. Se entregaba así la derecha a la teoría de Carlos Marx: la infraestructura económica condiciona todas las demás estructuras de la sociedad. Emilio Lamo de Espinosa recordó en un trabajo de 1998 que existía un «marxismo burgués», término utilizado por el filósofo austriaco Otto Neurath en 1930.
En efecto, la aportación marxista a la comprensión de la economía y de la historia impregna hoy a todos, a pesar de que los conservadores se refieran a ella como una aberración ideológica. En repetidas ocasiones se me ha preguntado: «¿Es usted marxista?». Mi respuesta ha sido: «Sí, y newtoniano y galileano y einsteniano…». La ciencia avanza aportando las investigaciones de todos los científicos, unas son corroboradas con el paso de la historia y otras condenadas a la obsolescencia por nuevos descubrimientos.
Así la derecha política, sin saberlo y sin querer aceptarlo, ha elaborado una suerte de marxismo vulgar que establece la superioridad de los factores económicos sobre todas las manifestaciones de la cultura de la sociedad. Actúan, vaya paradoja, siguiendo el materialismo histórico para desembocar en unas conclusiones opuestas a la del pensador alemán. Para ellos, la economía es lo único importante, los ciclos políticos deben someterse a ella. La democracia es un factor secundario, la política una especie de juego para los políticos y el Estado un instrumento del pasado. La libertad, la cohesión social, la convivencia, la tolerancia y la solidaridad son para la nueva derecha divertimentos de los políticos de la izquierda. Lo único importante, lo fundamental, es el cuadro económico. Se invierten los términos de la razón: de una economía al servicio de los ciudadanos, han pasado a colocar a los ciudadanos al servicio de la economía. Ésta fue la guía de la actuación del Gobierno del Partido Popular.