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Palacio de la Unidad, Ciudad Imperial, Luthien
Distrito Militar de Pesht
Condominio Draconis
9 de enero de 3040
Fuhito Tetsuhara y su docena de guardias Buso-senshi, los Ryu-no-tomo, o Amigos del Dragón, se abrían paso entre el grupo de personas boquiabiertas que pululaban por el corredor que conducía a la Sala de las Peonías. Sus propios Mechs y casi dos docenas más aguardaban en las afueras del terreno del palacio, manteniendo una vigilia protectora. Se lamentó del lento avance que realizaba su grupo, pero era reacio a marchar a la fuerza entre los cortesanos y funcionarios. Socialmente, todos lo superaban en rango; además, no tenía ni idea de lo que había sucedido en la sala. Sólo sabía que Theodore se dirigió hacia allí después de ordenarle que reuniera a los guerreros de la Nave de Descenso Tetsuwashi y que lo siguiera.
Actuó lo más rápidamente posible, aunque le costó un tiempo precioso bajar a los BattleMechs y sacarlos del puerto. El Kanrei les ganó mucha distancia. Apenas acababan de llegar al muro exterior del palacio cuando el disparo apagado por la lejanía llegó a sus oídos. Los senshi que iban a pie incrementaron el ritmo, para verse frenados en los pasillos atestados de gente.
Los guardias otomos se situaron para impedirles la entrada, pero la mano alzada de Theodore los detuvo. Aliviado de ver a su señor a salvo en la estancia, Fuhito les ordenó a los MechWarriors que ayudaran a los guardias a proteger la puerta. Pasó entre dos fornidos otomos y entró en la sala.
Al hacerlo, inspeccionó el cuarto. Se sobresaltó al notar el estado en el que se encontraba el Coordinador. Takashi se hallaba sentado en su sillón tallado, cubierto de sangre y pálido. Un hombre que llevaba la insignia de director de la Hermandad de Médicos y dos expertos pilarinos con túnicas rojas lo atendían, limpiándole las heridas y cubriéndolas con plasticarne. Fuhito había visto suficientes lesiones como para saber que por lo menos una de ellas se hallaba más allá de la magia del rociado y le dejaría una cicatriz.
El criminal yacía tendido cerca del centro de la sala. Dos hombres estaban examinando el cuerpo del nekogami. Un funcionario de la corte, con la espalda hacia él, se encontraba a los pies del cadáver, y Ninyu Kerai estaba arrodillado junto a él, inspeccionando la ceniza gris próxima a la cara desfigurada del asesino. El pelirrojo de las FIS le dijo algo a su compañero que Fuhito no consiguió captar.
Theodore conversaba con su esposa y su prima Constance. Cuando él se les acercó, el Kanrei soltó la jarra que sostenía y se volvió para mirarlo. Aceptó su inclinación de cabeza con un gesto de asentimiento.
—Sho-sa Tetsuhara, tengo una tarea distinta de la que esperaba para ti. Quiero que asumas el mando temporal de los otomos. El Chu-sa Ii ha creído que el ataque al Coordinador se hallaba más allá de su honor.
—¡Hai!
Le sorprendió la orden. Lo que no le extrañó fue que el comandante de los otomos se hubiera hecho el seppuku por su fracaso en proteger al Coordinador. Era de esperar. Sin embargo, ¿hacerlo antes de que la investigación se completara y todos tuvieran la certeza de que éste se hallaba a salvo? El Chu-sa Ii mostró una terrible falta de sentido del deber, un sentido del honor desequilibrado.
—Despeja los corredores —continuó Theodore—. Asegúrale a todo el mundo que el Coordinador se encuentra a salvo. Emitiré un comunicado público a las… —Miró a Constance con una ceja enarcada.
—Habremos terminado dentro de una hora, Tono —respondió ella a su pregunta no formulada, volviéndose a la jukurensha pilarina a la que entregara la jarra.
Theodore consultó su anillo reloj antes de completar la frase inconclusa.
—Seis.
Una nueva figura hizo acto de presencia en el grupo pequeño; se trataba del funcionario al que Fuhito vio cerca del cuerpo. Aturdido, se dio cuenta de que el hombre era Subhash Indrahar, el temido director de las FIS. Detrás de él, a un costado, se hallaba Ninyu, sin mostrar ninguna señal de su acostumbrada mueca sarcástica.
—¿Le parece sensato, Kanrei? —inquirió Subhash—. Las heridas del Coordinador producidas por el cristal destrozado y su posterior caída son ligeras, aunque se encuentra atontado y desorientado. No estará preparado para hablar tan pronto.
Fuhito observó cómo se miraban, sintió la acción de la energía ki entre los dos. Absorto en tratar de interpretarlas, se sobresaltó cuando Theodore habló.
—Hago lo que considero necesario.
—Muy bien —repuso con calma Subhash. Se ajustó las gafas de montura dorada, acomodándolas con más firmeza—. Parece bien provisto de consejeros a los que presta atención. Yo atenderé al Coordinador.
Theodore calló un instante, en apariencia sopesando las palabras del director.
—Lo comprendo —anunció finalmente.
Subhash inclinó la cabeza con gesto fugaz y breve; luego, les dio la espalda. Fue directamente hasta donde se hallaba el grupo que rodeaba al Coordinador y despidió a los pilarinos. Ninyu observó, centrando su atención entre el Kanrei y el director. Tenía el rostro tenso, como si estuviera luchando por controlar sus pensamientos. Tomando una decisión, se aclaró la garganta.
—Kanrei —dijo, y extendió un paquete envuelto en seda blanca—, aquí hay algo para Michi Noketsuna. —Theodore aceptó el ofrecimiento y miró inquisitivamente a Ninyu—. Se trata de una información que puede serle de interés. Grabaciones hechas por un tal Jerry Akuma. Parece que éste sintió la necesidad de grabar en secreto las reuniones que mantuvo con ciertas personas. Son bastante reveladoras. Por supuesto, hay una copia para ti. Quizá también te ilumine en algunos aspectos sobre tu padre.
—Domo, Ninyu-kun. No creí que estuvieras interesado en ayudar a Michi-kun.
—Y no lo estoy, pero tal vez estas grabaciones le alienten a reptar de regreso bajo las rocas de las que salió. El Dragón se encontrará mucho mejor sin él y la mala compañía que mantiene.
—No son falsas, ¿verdad? —preguntó Constance.
Su voz transmitió sólo curiosidad, pero Fuhito sospechó que contenía algo más. De nuevo, se hallaba fuera de su elemento entre los significados sumergidos que parecían inundar la corte y seducir a los señores del Dragón.
—La verdad es lo suficientemente condenatoria —replicó Ninyu.
Retrocedió un paso y, sin inclinarse primero, recorrió media estancia antes de detenerse. Daba la impresión de ser reacio a unirse a la gente que rodeaba al Coordinador, pero en la mirada furtiva que le dedicó a Theodore, Fuhito percibió que tampoco le agradaba regresar al grupo del Kanrei. Permaneció durante un momento en el centro de la sala, indeciso. Luego, enderezó los hombros y con andar lento se marchó, pasando al lado de los otomos.
—Habrá problemas —advirtió Constance—. Es, al mismo tiempo, más y menos que uno de tus compañeros. Confía poco en él.
—Sólo lo que debo —afirmó Theodore—. Es absolutamente leal al Dragón. Mientras la supervivencia del Condominio esté amenazada, jamás lo traicionará.
—Es una araña pequeña, aprendiz del maestro tejedor en el centro de la telaraña —observó Constance—. El y su instructor tal vez no consideren que tus intereses y los del Dragón son los mismos.
Theodore sacudió la cabeza.
—No puedo permitirme el lujo de preocuparme por eso ahora. Además, durante un tiempo no representará ningún peligro.
—Nunca es demasiado pronto —intervino Tomoe.
—Es verdad, To-chan. Pero, en este instante, hemos de tratar con el presente. De momento, el futuro ha de esperar. —Sin mirar a Fuhito, añadió—: ¿No es cierto, Fuhito-kun?
—¡Hai, Tono!