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Punto de Salto Cénit, Sistema Marfik
Distrito Militar de Dieron
Condominio Draconis
1 de octubre de 3028
—Capitán. —Walter Garrett sintió la mano de Hans Alders en el hombro y deseó que no fuera así—. Capitán, usted me pidió que lo despertara antes de acoplar.
—Ya lo ha hecho, Hans. Ya lo ha hecho —murmuró Garrett—. ¿Cuál es la situación?
—Nos encontramos a dos horas del punto cero en este tramo. La Nave de Descenso de la comandante Heany interceptará esa posición en ciento veintiocho minutos. He retrasado el reinicio de las maniobras gravitatorias hasta habernos acoplado.
—Vamos a tener problemas si siguen con el comunicador estropeado.
El láser de comunicación de la Nave de Descenso había sido destruido en la lucha, y la radio sólo funcionaba a intervalos. Incluso el radiofaro de respuesta del IAE enviaba un mensaje confuso, pero bastaba para reconocer la Nave de Descenso como una de ellos. No es que hubiera muchas posibilidades de que fuera una trampa; el mando del sistema no había informado de ninguna Nave de Descenso kuritana desde la semana posterior a la invasión, cuando todas las de la legión fueron capturadas en Massingham.
—Sigue averiado, capitán. Los Techs no parecen capaces de rastrear el fallo. Pero a mí se me ha ocurrido una idea al respecto. Y me sorprendió cuando se mostraron de acuerdo; jamás creí que esos MechJocks aceptaran dejar que un hombre de la flota tocara sus controles.
Garrett sacudió la cabeza perplejo, y el movimiento lo envió contra las correas de sujeción del camastro. Seguía atontado por el sueño, agotado a causa de los turnos largos solicitados por el Kit Carson debido a su escasa tripulación. Comprendía la importancia del sistema del Pony Express, del cual su Nave de Salto era una parte El sistema había sido bautizado por una antigua red de transporte de correos de la Tierra que antaño había abarcado la vasta extensión de Norteamérica. En vez de caballos para atravesar las llanuras, había Naves de Salto jugando a los relevos en las estrellas, transfiriendo las pulsaciones de datos y las Naves de Descenso para que la información fluyera desde el frente hasta el comandante supremo y viceversa.
El método era caro, pero más seguro y fiable que los generadores de hiperpulsaciones controlados por ComStar, que se encargaban de las comunicaciones interestelares normales. Aunque los GH eran rápidos, un mensaje se podía pasar semanas en una estación de ComStar hasta que los papeles se acumulaban. El poder prescindir de ellos fue lo que permitió que la alianza Steiner-Davion lograra sorprender al Condominio Draconis. Sin embargo, el sistema significaba disponer de una tripulación escasa. El secreto obligó a que las tripulaciones militares pasaran a las naves civiles que se requisaron para la guerra. Garrett sabía que era necesario, pero su cuerpo se quejaba. Ya estaba demasiado viejo para una vigilia de guardia constante.
—¿De qué estás hablando, Hans?
—He enviado al teniente Morrison con el Lucifer. Se llevó consigo a Alaric Gerhardt. Morrison puede encajar en la escotilla de sus cazas aeroespaciales con más facilidad de la que ellos acoplan con nosotros. En cuanto Alaric esté a bordo, él será capaz de unir la nave. Creí que el Carson se encontraría más seguro de esa manera; no tendremos que preocuparnos de alguna avería por un acoplamiento incompetente.
—Demasiados problemas por un general con destino al cuartel general.
—Si se tratara sólo de un coronel, no estaríamos realizando el esfuerzo, ¿verdad?
—Astuto, Hans. Siempre hemos de prestarle atención a la política de los rangos. —Garrett se liberó de las correas del camastro y flotó a través del compartimiento, moviéndose con agilidad en la microgravedad a pesar de la edad y de la pierna artificial—. Voy a ducharme y a comer algo antes del acoplamiento. Probablemente, deberíamos recibirlo con toda la tripulación. A los generales les gustan las bienvenidas adecuadas.
—Sí, capitán.
Dos horas más tarde, Garrett y Alders se encontraban en la cavidad de carga, cerca de la anilla de la escotilla de acoplamiento. Los otros seis miembros se movían impacientes no muy lejos. Alders sólo tuvo que gritar una vez para acallar sus quejas acerca de las exhibiciones innecesarias para los generales innecesarios. Garrett sabía que su falta de respeto por el ejército era más tradicional que personal, pero aun así esperaba que no lo avergonzaran delante del oficial visitante.
El Kit Carson se sacudió ante el impacto de la Nave de Descenso en la anilla. Garrett tomó nota mental de despellejar a Gerhardt por su acoplamiento de aficionado. Los talones de los zapatos de fijación de Alders emitieron unos ruidos de succión al avanzar hacia los controles de la escotilla. Se oyó un ligero siseo cuando el panel comenzó a moverse, y el olor rancio típico de la vieja Nave de Descenso de clase Union llegó hasta la tripulación de la de Salto que allí esperaba, a causa de la presión de aire ligeramente más alta de la nave entrante.
El círculo creciente de la escotilla estaba a medio abrir cuando una figura vestida de negro se lanzó al interior en un salto que hubiera sido imposible con gravedad. El hombre pelirrojo golpeó en el estómago a Alders, cuyos zapatos de succión se soltaron de la cubierta, lo que envió a los dos hombres dando vueltas hacia el mamparo lejano.
Una segunda figura penetró en el Carson. Ésta se deslizó con destreza por el mamparo superior del corto pasaje que conectaba la escotilla con la cavidad de carga. Con la facilidad de una persona acostumbrada a las acrobacias de la gravedad cero, la persona enfundada de negro aterrizó agazapada delante de Garrett. El capitán reconoció que se trataba de una mujer hermosa antes de que sus ojos se clavaran en la espada reluciente que extendió para tocarle el cuello.
—La punta es lo suficientemente afilada como para penetrar antes de que la reacción lo aleje de mí, capitán —explicó con voz suave—. Ríndase y salve su vida.
Garrett escuchó unos crujidos detrás de él en el momento en que la tripulación comenzaba a reaccionar. Antes de que él tuviera tiempo para pensar en volverse, la mujer alzó la mano izquierda. Su pistola láser siseó una sola pulsación y se oyó el jadeo de un hombre moribundo. La mujer no había apartado los ojos de él en ningún momento.
—Q… quietos —tartamudeó Garrett.
La mujer sonrió.
—El Dragón recompensa la sabiduría —comentó, bajando la espada—. Camine con cuidado en dirección al mamparo, donde se encuentran sus hombres.
Obedeció. Mordiéndose el labio, vio que Bernhardt flotaba sin vida cerca del centro de la cavidad de carga; un lanzador de postas se alejaba despacio de la mano extendida de ella. El intruso pelirrojo se irguió junto al cuerpo inmóvil de Alders, al que mantenía sujeto en la cubierta con un pie sobre la cabeza, y amenazó a los supervivientes con una peligrosa pistola KA-23. El kuritano se hallaba preparado para resistir cualquier culatazo en caso de verse obligado a disparar su arma.
El hombre le sonrió a Garrett y se volvió hacia la mujer.
—Arigato, Tomoe-san. No vi al que llevaba la pistola.
—Do itashi mashite —repuso ella y, girándose hacia la escotilla abierta, emitió unas palabras en japones que Garrett reconoció como una señal de que todo estaba despejado.
Una figura alta, inmaculadamente vestida con el uniforme de salto del MechWarrior del Condominio, atravesó la anilla de la escotilla de acoplamiento. Las tres barras de color verde manzana de un Tai-sa refulgían en el cuello. El oficial realizó una ligera inclinación de cabeza.
—Buenos días, capitán. Deje que sea yo el primero en darle la bienvenida a su nave a la flota del Condominio. Por favor, prepárese a saltar. Tengo un poco de prisa.