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Nevcason, Nantuo del Sur, Vega

Distrito Militar de Dieron

Condominio Draconis

16 de octubre de 3028

Theodore comprobó su anillo reloj y dejó su ejemplar del Ping Fa de Sun Tzu. El volumen de cubierta de piel y con una página doblada resultaba extrañamente fuera de lugar entre los discos de datos y las hojas brillantes que cubrían la mesa de trabajo. Cogió dos de los discos y los guardó en uno de los bolsillos de su traje de salto. Indeciso, titubeó durante un momento; luego, deslizó las dos espadas en la faja. Quizá viniera bien algo de formalidad, ya que los comandantes de regimiento subordinados ostentaban rangos militares superiores al suyo. Sólo su posición como heredero designado le permitía dirigirlos. Abandonó el pequeño estudio y fue pasillo abajo hasta la sala de conferencias.

El Tai-sho Michael Heise, de la Segunda Legión, ya se hallaba allí, desmontando su arma personal mientras esperaba. Su uniforme reglamentario de color negro estaba arrugado y manchado con el aceite que chorreaba del trapo que empleaba para limpiarla. Heise alzó la vista cuando Theodore entró en la estancia.

Konichi wa, Kurita-sama —saludó desde su asiento—. ¿Se ha recuperado de nuestra equivocada recepción?

—Bastante, gracias. Había esperado ser perseguido por los liranos, no por kuritanos.

Heise lanzó un bufido.

—Debería haberlo esperado cuando nos llamó con una Nave de Descenso con el puño de Steiner grabado en los costados. Suerte que los Aerojocks se retiraron y lo dejaron aterrizar al ver que no les devolvían el fuego. Me habría resultado bochornoso tener que explicar al Coordinador cómo hice caso omiso de las emisiones de su hijo y ordené que volaran del firmamento su Nave de Descenso.

—Actuó con una sospecha y cautela comprensibles, Tai-sho. Nadie podría culparlo de ello.

—No creo que el Coordinador lo hubiera visto de la misma manera.

—Entonces, quizá sea usted el afortunado —sugirió Theodore—. ¿Dónde se encuentra la Sho-sho Nórdica?

—Chris se ha demorado un poco en dejar el Decimocuarto. Al parecer, tenía que esperar el resultado de un rastreo de la Tercera Guardia. Llegará en unos minutos.

So ka. ¿Cuáles son las últimas noticias del campo?

—De momento, muy tranquilo —anunció Heise mientras activaba el holotanque que dominaba la pequeña sala.

La opaca máquina cobró vida y adquirió la negrura del espacio, con un globo de Vega flotando en su centro. El océano que rodeaba las tierras apareció de un verde uniforme, mientras que los tres continentes estaban pintados de oro. La esfera rotó hasta que el polo sur apuntó hacia abajo y se hundió en la base. El vasto territorio de Nantuo del Sur se extendió para llenar el fondo. Mientras lo hacía, las montañas se elevaron de la superficie regular y los ríos aparecieron, cortando valles e inundando llanuras, como si todo el tiempo geológico hubiera sido comprimido en unos pocos segundos. Los istmos de Nantuo del Norte y el extremo sur de Forsiar se veían en un costado del tanque, pero Nantuo del Sur y sus mares fronterizos llenaban la mayor parte de éste.

Heise tocó un mando y los datos militares comenzaron a aparecer en la superficie del mapa. Una tonalidad azul clara, que representaba el territorio bajo el yugo de los invasores Steiner, cubría la mayor parte de los continentes vecinos. También Nantuo del Sur se veía marcada con una faja azulada que ocupaba la mayor parte del Gran Desierto de Lágrimas y las montañas Trebason. Unos iconos del mismo color marcaban las disposiciones de las dos docenas de unidades militares Steiner en el campo. La más peligrosa, el Tercer Regimiento lirano de BattleMechs, estaba destacada con una luz más intensa en su posición justo al oeste de la línea Roccer-Halo. Los iconos rojos de las fuerzas kuritanas se hallaban frente a ella desplegados en un semicírculo, cerrando el extremo este del saliente que albergaba la capital planetaria de Nevcason. Casi todos los cuarenta regimientos de fuerzas convencionales se encontraban dispersos, ocupando otras posiciones vitales, a la espera del avance lirano para regresar a sus zonas defensivas. Sólo la legión, un regimiento blindado y media docena de regimientos de infantería defendían las tierras bajas que rodeaban Nevcason. La Segunda Legión de Vega sostenía el flanco del norte. Al sur, la Decimocuarta estaba desplegada entre los campos de minas de la región De Zerber.

—Como ya sabe, no hemos recibido noticias de Nantuo del Norte o Forsiar desde finales de septiembre. Nuestros exploradores acaban de identificar elementos de la Trigésimo Tercera Guardia Blindada de Lira marchando a través de Al Aldurban, al sudoeste de De Zerber. Como este regimiento estuvo involucrado en los saltos de desembarco iniciales en la costa de Forsiar y, más tarde, se lo observó durante la caída de Qaterrani, en Nantuo del Norte, debemos suponer que toda la resistencia militar organizada en estas tierras ha sido barrida. Es de suponer que pronto llegarán más liranos.

—Ya lo habíamos previsto —comentó Theodore.

—Las previsiones jamás han detenido a un tanque.

Iba a responderle que la verdad era que sí lo habían hecho. Un buen comandante era capaz de frenar a un enemigo previendo con antelación sus acciones y haciéndolas inútiles antes de que éste pudiera llevarlas a cabo. Pero parecía fútil señalarlo. Heise se había mostrado muy jubiloso al ver a Theodore saltar del Arctic Fox; sin embargo, sus modales posteriores lo obligaron a pensar que la alegría del hombre se debía más a la responsabilidad transferida con respecto al destino del planeta que a cualquier expectativa de éxito bajo su mando. Heise lo había desilusionado; le había parecido más optimista y vital en anteriores visitas a Vega. Esperó que la Sho-sho Nórdica no estuviera contagiada por el pesimismo del oficial.

El golpe sonoro de una puerta de madera contra la pared anunció la llegada de Nórdica. Theodore se volvió para observar a la mujer rubia y alta, la piel brillante de sudor, entrar en la estancia. Llevaba un chaleco refrigerante y sus bucles normalmente rizados estaban pegados a la cara: claros síntomas de que acababa de dejar su Mech.

Christine Nórdica se acercó a él con la mano extendida.

—Bien venido de vuelta a Vega, Tai-sa —saludó, palmeándole el brazo mientras hablaba—. Quiero decirle que me pareció muy audaz la forma en que engañó a los liranos para que le proporcionaran una Nave de Salto. Siempre he dicho que usted superaría sus propias hazañas.

—Lo que dijiste es que nadie podía ser tan malo —se burló Heise.

—Cierra la boca, Mike, o tu sagaz comentario te hará ganar un puñetazo.

—Tranquilo, senshi —pidió Theodore, apoyando una mano sobre el hombro de Heise para impedir que se levantara—. Éste no es momento para pelearnos entre nosotros.

—Bueno, de todas formas —insistió Nórdica—, creo que lo hizo muy bien.

—Tuve suerte. Los liranos estaban tan seguros en su arrogancia, que fuimos capaces de engatusarlos, haciéndoles creer que éramos una de sus Naves de Descenso. Convencer al capitán para que nos llevara al sistema Konstance fue fácil comparado con lograr que recargara los propulsores Kearney-Fuchida de la Nave de Salto en la planta de fusión para completar el tránsito a Vega. Entre la tensión que había en el hiperpropulsor y el punto pirata del punto de tránsito que le exigí, tenía la convicción de que se perdería en el hiperespacio. La nave resultó dañada, pero llegamos a tiempo a Vega. —Se encogió de hombros—. Eso ya es historia, y debemos tratar con el futuro. He estado viendo la situación con el Tai-sho Heise.

—Bueno, carece de modales, pero sus informes son muy completos. Entre él y las cosas que oí que sonsacó a los liranos, será capaz de hacerse una buena idea de cuál es la situación.

—Es cierto que fuimos lo bastante afortunados como para capturar una de sus Naves de Salto del Pony Express y extraer una cantidad sustancial de datos militares de sus computadoras, pero no basta con conocer el emplazamiento de sus unidades. Quiero saber qué piensan del enemigo.

Nórdica se rio con tono desesperanzado.

—Usted ya ha leído el informe y ha visto lo que han hecho aquí en Vega. También ha observado la situación de nuestros suministros. Vamos cuesta abajo, a menos que a usted se le ocurra algo brillante.

—Tengo algunas ideas, pero primero quiero saber su evaluación del teniente general Finnan. Es el comandante de todas las unidades al tiempo que líder de la Tercera Guardia, y se me ha informado que usted lo conoce.

La mujer se puso tensa y bajó la mirada.

—No sé de qué está hablando.

—Sí que lo sabe —repuso Theodore con suavidad—. Tal como ya he comentado, debemos tratar con el futuro. Su pasado no importa. —Viendo que seguía reticente a hablar, añadió—: Ahora pertenece al Dragón, Sho-sho, y éste protege a los suyos. El conocimiento que posee del carácter del general podría ayudarme a saber qué esperar de él como comandante del enemigo.

Nórdica se llevó una mano a la boca y mordió con delicadeza la unión de los dedos con el pulgar. Con un suspiro, alzó los ojos hacia Theodore. Después de unos segundos, volvió a apartar la mirada.

—De acuerdo —aceptó—. Es un tipo duro de verdad un fanático leal a la Casa Steiner y ciego a cualquier cosa que se diga de ella. Se toma muy en serio el apodo de la Tercera Guardia. Se los llama «La Guardia de la Espada Eterna», y siempre exhibe una antigua y ancha incluso en el interior de su Mech. En ese aspecto, es un poco extraño…

Su voz se perdió al pronunciar las últimas palabras. Theodore siguió su mirada hacia las espadas que él llevaba en la faja.

—No ha habido ofensa alguna, Sho-sho —indicó—. Por favor, continúe.

—Debió de venir aquí directamente desde Tharkad. Se va a sentir muy incómodo con el clima, pero es un veterano y no permitirá que incida en su juicio. Llama a sus tropas los «héroes teutones», y éstas son tan fanáticas como él. Toda su ascendencia es Steiner.

So ka. ¿Lo calibraría como un líder Steiner tradicional?

—Bueno… —comenzó—. Sí, seguro.

—Muy bien —dijo Theodore, satisfecho. Introdujo un disco en la holomesa y apretó varias teclas. Los iconos rojos kuritanos cambiaron a posiciones nuevas, y aparecieron unas leves flechas anaranjadas que se abrieron camino hacia los puestos Steiner—. Estos son los emplazamientos que atacaremos mañana.

Los oficiales de la legión estudiaron el mapa, Heise mojándose unos labios resecos y Nórdica mordiéndose un dedo. Esta pidió una repetición del ataque planeado y formuló unas preguntas breves mientras Heise hacía unos cálculos en su ordenador de mano. Pasados unos minutos, frunció el entrecejo y alzó la cabeza.

—Los ataques que propone quemarán lo poco que nos queda —objetó.

—Es verdad —concedió Theodore—. Pero, tarde o temprano, esos suministros desaparecerán, lo hagamos o no. Toujours laudace, mon general. Ya conseguiremos más de los liranos a medida que los forcemos a retroceder.

—Es un juego arriesgado —comentó Nórdica, sin dejar de pasarse la punta de la lengua por los labios. Su cara mostraba preocupación.

—Usted fue la que me llamó audaz.

—Sí, lo hice.

—Bien, la audacia es una virtud del Dragón. ¿Tiene el coraje de seguirme?

Ella se contuvo. Theodore pensó que había supuesto que dudaba de su valor por tratarse de una mujer. Él bien sabía que no; Tomoe le había enseñado mucho acerca de la valentía femenina.

—Estaré al lado de cada paso que dé, camarada —aseguró.

¡Dekashita! —sonrió él—. Le daremos a los liranos una buena lección.