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Refugio del Dragón, Montaña Tatsuyama, Dieron

Distrito Militar de Dieron.

Condominio Draconis

21 de julio de 3034

La Primus Myndo Waterly entró en el cuarto, y la túnica dorada de su rango centelleó con los fríos rayos de sol del mediodía que penetraban por la ventana. Seguían su estela las piernas largas de Sharilar Mori, que llevaba puesta su túnica escarlata con rebordes de oro, indicando su puesto como capiscolesa de Dieron y miembro del Primer Circuito. Tan pronto como hicieron acto de presencia, la Sho-sa kuritana se plantó en el umbral de la puerta y obstaculizó el paso de cualquier otro oficial de ComStar. Hizo una reverencia y la cerró, cortando así las protestas del resto de la delegación.

Theodore sonrió a sus invitadas.

—Saludos, Primus, capiscolesa. Espero que su vuelo montaña arriba haya sido cómodo.

—Tanto como podía esperarse, dados los fuertes vientos —comentó Myndo.

Su mirada interrogó la sombría presencia de Michi Noketsuna, cuyo uniforme de salto de color gris Buso-senshi contradecía las insignias de rango que brillaban en su cuello.

—Les presento al Tai-shu Noketsuna, de Dieron Participará en nuestras discusiones, ya que deseo que sirva como mi enlace con ComStar.

Los ojos de Myndo se abrieron fugazmente en señal de sorpresa; luego, se entrecerraron en un repentino gesto calculador.

—El Refugio parece poco cambiado de los días en que visité al Señor de la Guerra Cherenkoff.

Theodore decidió pasar por alto su deliberado empleo del pasado.

—Como sabe, los kuritanos somos muy tradicionalistas.

Señaló unos sillones a las visitantes. Una vez sentadas, eligió uno para él, con la espalda hacia la ventana. Michi se situó detrás, a la derecha, tal como lo hiciera en los días en que recorrían el mundo criminal de Kurita. Sus rostros quedaron ensombrecidos por el resplandor que procedía de las blancas cimas que había fuera del panel de vitrilo.

—Es un día demasiado frío para una reunión clandestina en el parque —continuó, señalando la vista con un dedo—. Me alegra que consideren que ahora podemos vernos abiertamente.

—¿Y por qué no habría de ser así? Usted gobierna el Condominio.

—No —la contradijo—. Sólo soy un sirviente del Coordinador, su Diputado para Asuntos Militares. —Myndo hizo una mueca, burlándose de sus protestas, aunque no dijo nada—. Tengo entendido que algunas cosas de nuestro acuerdo no le agradan.

Ella inclinó levemente la cabeza, aceptando su falta de preámbulos.

—Le ha retenido algunos mundos a la República Libre de Rasalhague.

—Cierto. Fue necesario con el fin de aplacar a algunos de los elementos más radicales del concejo.

—¡Elementos radicales! Pues parece que no tuvo éxito. Unidades militares del Condominio invadieron la República, amenazando todo aquello por lo que hemos luchado. No creo que eso sea una contención.

—La invasión fue un acto lamentable llevado a cabo por renegados. El Condominio Draconis no tomó parte en el asunto. En respuesta, ayudamos a la República destruyendo las bases rebeldes.

La gélida cólera aparecida en los oscuros ojos de Myndo fluyó a su voz.

—No ha cumplido con su parte del trato.

—¿Y usted sí? —contrarrestó con calma él—. ¿Qué me dice de los BattleMechs, los cazas aeroespaciales y tanques mutilados que nos envió? Tenía entendido que del Condominio recibiría unos pertrechos intactos de la Liga Estelar. Usted misma fue muy explícita al respecto. No esperaba carcasas reequipadas.

Ella permaneció impertérrita.

—Ha recibido lo que merecía.

—Lo mismo que usted —replicó Theodore—. El apoyo del Condominio a la República Libre de Rasalhague ha surtido el efecto que usted deseaba. La Isla de Skye es un caldero en ebullición.

—No gracias a su actos. —Alzó un mapa solido-gráfico. Incluso desde el otro lado del cuarto, él reconoció los sistemas estelares remarcados—. Debe liberar estos mundos de su Distrito de Alshain. Les han de ser entregados a Rasalhague.

Él admiró su audacia en darle órdenes a alguien que ella creía que gobernaba cientos de sistemas, pero no pensaba obedecerla.

—Es imposible —negó categóricamente.

La Primus tensó los labios hasta formar una dura línea blanca.

—Quizá descubra que también otras cosas son imposibles. —Le dejó un momento para que reaccionara. Al no hacerlo, añadió—: Quizá las comunicaciones. O tal vez las tropas que han de venir para tripular los pertrechos de los que usted se lamenta.

—¿Es una amenaza, capiscolesa? —inquirió con voz suave.

—ComStar no profiere amenazas. —La furia de su voz contradijo sus palabras.

«¿No amenaza? —repitió en silencio—. No soy sordo, Primus. Pero no significa nada, ya que tenemos una forma de saltarnos el monopolio de vuestras comunicaciones, gracias el éxito de Kowalski con las cajas negras y el núcleo de la biblioteca. No tan pronto, pero funcionarán.

«Dispongo de los soldados que necesito, y son más de fiar que las tropas que me ofrecéis. Puede que sean de los estratos más bajos de nuestra sociedad, pero, por 10 menos, son nuestros. Creen de verdad en el destino del Dragón, y esa fe los hace fuertes, más que vuestros mercenarios.

»La revolución en Skye interrumpirá los planes de Hanse Davion. Aunque consiga ahogarla pronto, no nos atacará. Verá que estamos vigilantes. Los sentimientos patrióticos en Skye seguirán demasiado exaltados como para emplazar a sus tropas allí con el fin de invadirnos. Hasta los mismos hombres de Steiner pasarán unos meses incómodos, tal vez años. Con este tiempo de regalo, no me harán falta vuestros combatientes».

—Ha de obrar como crea más conveniente, Primus. Si no vienen soldados pagados por ComStar para ayudar a nuestras fuerzas, ya encontraremos la forma de sobrevivir solos. Shigata ga nai. Si le parece molesto cumplir con su parte del trato, lo comprenderé. Debe seguir su karma.

—El karma no tiene nada que ver con la cuestión, Kanrei. Sí respetar las obligaciones adquiridas. Cuando crecí en el Condominio, se me enseñó que un samurái siempre honra su palabra.

—¿Y no le enseñaron, Primus, que el destino a menudo impide que el samurái más decidido cumpla su palabra, y que tal fracaso no conlleva ninguna pérdida de honor? Después de todo, un samurái sigue siendo un hombre, y hay muchas cosas que se encuentran más allá del control de un solo hombre.

Ella permaneció en silencio con una expresión amarga en el rostro.

—Tal vez no exista pérdida del honor —musitó al cabo de un momento—, pero sí un deber no cumplido. A los dos nos enseñaron cuál era el resultado de eso.

—Veo que entiende mi posición, Primus. He de atender deberes más importantes antes de poder prestarle atención a los fracasos menores. —Juntó las manos y se inclinó hacia adelante—. A pesar del incremento de influencia de su orden en la Liga de los Mundos Liares, el Condominio Draconis sigue siendo la única amenaza viable para la alianza Davion-Steiner. Thomas Marik ni siquiera dispone del apoyo del que alardeaba su padre, Janos, el cual era penosamente escaso. Puede que la familia Marik se haya unido desde la apoplejía sufrida por Janos, pero han mostrado pocos progresos en resolver las bochornosas disputas dentro de las fronteras de su propio Estado.

»Los estados de la Periferia siguen siendo, como mucho, jugadores insignificantes, y el resto del dominio de Liao apenas importa. Carecen de cimientos industriales y su orgullo fue aplastado hace mucho tiempo junto con sus fuerzas militares. Las fantasías más descabelladas de la mujer demente que los gobierna no modificarán ese hecho.

»Ninguno de nosotros desea ver una Esfera Interior bajo el poder de Davion. Como ustedes han decidido salir de las sombras, ha de permitir que la luz les muestre que nuestros intereses coinciden en este punto. Quizá no hayan obtenido todo lo que deseaban de la situación de Rasalhague, pero tampoco nosotros. Creo que si somos capaces de dejar el pasado a nuestras espaldas, aún podemos impedir el desastre que significaría la dominación de Davion.

—ComStar trabaja por la paz, Kanrei —la capiscolesa Mori afirmó con firmeza—. No trataremos con un agresor.

—Es algo que me resulta tranquilizador, capiscolesa. —Theodore volvió a centrar su atención en Myndo—. ComStar es famoso por sus intenciones pacíficas, así como por la neutralidad y reverencia que muestra por la soberanía de los estados nacionales. Usted misma nació en el Condominio. ¿Sería capaz de quedarse sentada sin hacer nada mientras observa cómo su hogar sucumbe al yugo de un invasor?

—Puede que haya nacido en el Condominio, Kanrei, pero renací entre los seguidores del bendito Blake. El Condominio para mí no significa más que cualquier otro Estado de la Esfera Interior. Y tampoco menos. Vivimos para servir a la humanidad, y nuestra red de comunicaciones es nuestro mayor servicio. No se lo negaremos a nadie, salvo a aquellos que representen una amenaza para la estabilidad de la Esfera Interior.

—Bien dicho. —Y es un alivio, pensó. Incluso con las cajas de Kowalski, una prohibición de los GHP podría dañar los esfuerzos del Condominio. Del mismo modo, representaría una merma dedicar nuestros agentes de espionaje a una guerra encubierta con su aparato ROM, tal como le sucede ahora a Davion—. Me alegro de oírlo, Primus. No deseo enfrentarme a la hostilidad de ComStar. Permítame ofrecerle un regalo que le mostrará que no repudio lo que queda de nuestro acuerdo. —Aunque no tengo intención de depender de tu buena voluntad—. Creo que lo encontrará muy útil en los tratos que mantenga en otra parte.

Palmeó las manos. La puerta se abrió y entró la Sho-sa. Llevaba en los brazos unas ropas plegadas que colocó en la mesa que había al lado de la Primus. Myndo le dedicó una mirada fugaz y desdeñosa.

Theodore esperó a que la Sho-sa se marchara antes de volver a hablar.

—¿Las reconoce?

—Es el uniforme de un general. No le sirven para nada a ComStar.

Él fingió un gesto de desilusión.

—El uniforme está vacío y carece de importancia. Sólo pretendía que fuera una tarjeta de visita. —Volvió a palmear las manos.

Entró un hombre vestido con un traje de salto gris sin galones. Era alto y delgado, y a pesar de la barba y el cabello blancos, atravesó como si fuera un joven el suelo de madera lustroso hasta quedar delante de la Primus. La miró con frialdad con su único y acerado ojo gris; la órbita del ojo derecho estaba cubierta por un parche. Una pequeña cicatriz blanca salía por debajo del cuero negro y se mezclaba con las atezadas arrugas de su cara.

Myndo reaccionó con sorpresa y sobresalto manifiestos. A Theodore le agradó cogerla con la guardia baja. Incluso cuando dominó su reacción y volvió a mostrar su falsa fachada, reconoció haber ganado la batalla. Ya no habría más conversaciones de promesas incumplidas. Vio que ella estaba considerando las posibilidades.