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Palacio de la Unidad, Ciudad Imperial, Luthien

Distrito Militar de Pesht

Condominio Draconis

10 de junio de 3031

Takashi Kurita entró en el Cuarto Negro y la puerta siseó, cerrándose a su espalda. Eso señaló el comienzo de la reunión; nadie más sería admitido hasta que el Coordinador se marchara. Vasily Cherenkoff, el único Señor de la Guerra presente para la reunión del concejo, miró inquisitivamente a Subhash Indrahar, que se hallaba al otro lado de la mesa. El director de las FIS mostró una sonrisa educada. Estaba tan sorprendido por la pronta llegada del Coordinador como el gordo Señor de la Guerra, pero no pensaba demostrarlo. Cuando él y Cherenkoff comenzaron a incorporarse para el saludo formal, Takashi les indicó que no se movieran, y, plantándose detrás de su sillón, apoyó las manos en el respaldo.

—¿Dónde se encuentran los Dragones de Wolf ahora?

Subhash se quitó las gafas antiguas de montura dorada que lucía y se frotó el puente de la nariz. Estaba cansado. ¿Acaso pensaba reanudar el Coordinador la fútil fijación que tenía con esos mercenarios? Ya había despilfarrado preciosos recursos del Condominio en su obsesión por destruir a los Dragones. ¿Por qué? ¿Porque Jaime Wolf lo había humillado en Terra? ¿Porque los Dragones habían humillado a los SACD en Misery, luego en el Sol de Harrow y en Wapakoneta, para volver a hacerlo en Crossing? Se había tomado sus palabras y sus acciones demasiado personalmente, emplazando sus propias necesidades y objetivos por encima de los del Estado. Subhash no había sido capaz de apartarlo de su ruta.

Entonces surgió el veredicto desalentador de la Junta de Revisión Mercenaria de ComStar. Declarando su inocencia, los mediadores rechazaron las demandas de Takashi de indemnización y condena para los Dragones por sus actos anteriores e inmediatamente posteriores a la finalización de su contrato con el Condominio Draconis. ¿Le había parecido al Coordinador una decisión demasiado gravosa para su honor y había vuelto a intrigar contra ellos?

—Lamentablemente, Tono, aún no hemos sido capaces de determinar su paradero.

—¡Incompetencia! ¡No la toleraré! —gritó, lanzándose de lleno a un discurso. Las burlas y las imprecaciones no eran nuevas para Subhash, que se había acostumbrado a ellas en los dos últimos años. Se sumergió en su hura, haciendo acopio de fuerza y serenidad. Se reclinó contra el respaldo y dejó que la ira irracional del Coordinador le pasara por encima. Este recorría la estancia de un extremo a otro, rugiendo de cólera. Una vez agotada la virulencia, se dejó caer en el sillón que había en la cabecera de la holomesa—. Quizá no puedas cumplir con tu trabajo. ¿Me fallarás igual que los demás? —preguntó, respirando entrecortadamente después de la diatriba.

—Os preocupáis de forma innecesaria, Tono —respondió con voz baja Subhash. Tus palabras no me rozan, pensó Takashi, pero tu falta de control es muy perturbadora. No he fallado en mi obligación hacia el Condominio, aunque tú creas que te he decepcionado a ti. ¿Acaso no he ocultado tu inestabilidad a nuestros enemigos?—. Me afano por servir al Dragón al máximo de mi capacidad. Tono.

—¡Entonces, consígueme esa información!

—Lo intentaré, Tono —dijo. Activó la mesa para que mostrara un mapa estelar del Condominio Draconis—. Considerad, por favor, la situación en Pesht. El Señor de la Guerra Marcus está ganando fuerza. Ha consolidado sus lazos en lo que la arcontesa Steiner nos ha dejado del Distrito de Rasalhague, manipulando los temores de nuestros leales súbditos. Y de nuevo se ha puesto en contacto con el Señor de la Guerra Chi.

—Ésa no es ninguna amenaza. Chi es demasiado astuto para aliarse con Marcus. —Se rio. De repente, se detuvo y ordenó—: Que vigilen a Chi. Ha establecido el orden en Galedon excesivamente bien.

—Correcto, Coordinador —comentó Cherenkoff, agitando la mofletuda cara en señal de aprobación—. Hay que vigilar al viejo libertino.

Subhash apuntó la orden en su ordenador portátil. Resultaba muy improbable que el Señor de la Guerra participara en alguna trama para derrocar al trono, ya que era demasiado leal al Condominio como para ponerlo en peligro. Marcus representaba una amenaza mucho mayor.

—¿Pesht, Tono?

—Marcus es un tonto y un débil. Dispuso de años aquí en Luthien para derrocarme y no lo consiguió. Lo más cerca que estuvo fue aquel sabotaje de mi BattleMaster del año veinticinco. Pero fui más inteligente que él. ¡Más fuerte! Yo tengo las riendas del Condominio. ¡Es mío!

—Cierto, Coordinador. Y así debe ser —atronó Cherenkoff. En voz más baja, añadió—: Hasta el día en que os suceda vuestro heredero.

Takashi se incorporó y golpeó la mesa con la palma abierta, desperdigando los papeles en todas direcciones. Luego, clavó la vista en su Señor de la Guerra, quien tragó saliva, temeroso de la reacción de su señor.

Subhash se preguntó qué era lo que tenía en mente el gordo estúpido. Ciertamente, Cherenkoff odiaba a Theodore por la exitosa defensa que había llevado a cabo de la frontera del Distrito de Dieron con la Mancomunidad de Lira, mientras él se quedaba en Dieron.

Fallando miserablemente en montar un ataque efectivo contra la debilitada frontera de Davion. Para empeorar aún más las cosas, Theodore había actuado a su espalda, ganándose la gloria que eclipsó los esfuerzos del Señor de la Guerra.

—Coordinador, no pretendía faltaros al respeto. Siempre he sido un servidor leal. —Su voz irradió sinceridad, aunque no se atrevió a mirarlo a los ojos—. Príncipe Theodore es taimado. Quizás esté empleando su cargo como Kanrei para operar a vuestras espaldas, tal como hizo conmigo durante la guerra. Su gente siempre anda por ahí, metiendo las narices en todo. ¡Y la compañía en la que se mueve! Por si no era bastante con esa mujer que tiene a su lado, tengo entendido que ahora le ha dado cobijo a dos de los infames Dragones de Wolf.

Takashi mostró los dientes, pero no dijo nada. A pesar de que Cherenkoff parecía ajeno a su reacción, Subhash supo que había ido demasiado lejos.

—Las personas a las que se refiere no son Dragones, Señor de la Guerra. Son rebeldes que lo abandonaron después del combate de Misery.

El Señor de la Guerra agitó la mano, descartando las palabras de Subhash.

—No son el verdadero problema. Lo que nos preocupa es el príncipe Theodore y sus ambiciones. Aunque recuperó poco del territorio del Condominio ante los afeminados liranos, se lo ha concedido la Orden del Dragón. Luego, cuando se declaró el alto el fuego, se lo nombró Diputado de Asuntos Militares. —Alzó la vista hacia el Coordinador—. Creáis a vuestro propio rival. Tono. ¿Es que no veis que anhela vuestro trono? Su popularidad crece a diario…

—Basta, Señor de la Guerra —ordenó Takashi, incorporándose y dándole la espalda a la mesa—. Me encuentro al tanto de las actividades de mi hijo. Las FIS están bien informadas.

Subhash inclinó la cabeza en reconocimiento a la mano que le había tendido. «Si tan sólo supieras cuánto sabemos, amigo mío, no te agradaría disponer de ese conocimiento».

—No intente cuestionar mi voluntad. Señor de la Guerra. Todo lo que he hecho ha sido con un propósito. Nuestro reino necesitaba un héroe en los primeros días de la guerra. Por esa razón le concedí a mi hijo el Ramo Katana, a pesar de que sabía que no podría haber destruido tantos Mechs como informó. Además, ese gesto acentuó el fracaso de los liranos por capturarlo. Humillé a nuestro enemigo.

»Se lamenta sobre su actuación en Dieron, pero sabe que decidí no sustituirlo a usted, a pesar de que muchos creían que se merecía su puesto como Señor de la Guerra. Por el contrario, le concedí la Orden del Dragón, un bonito regalo para satisfacer su ego como soldado.

»Lo conozco demasiado como para darle una base de poder a sus ambiciones. ¿Qué cree que será capaz de hacer con la Oficina de Asuntos Militares? Carece de instintos políticos. Jugará con sus soldaditos y se contentará. Al saber que posee un poco de aptitud en el campo de batalla y en cuestiones de organización militar, lo complazco, le aplaco sus ambiciones y, al mismo tiempo, sirvo al Condominio. Para el pueblo y los soldados es un héroe. Por él se recobrarán. Y se convertirán en un nuevo ejército. —Giró para mirar otra vez a Cherenkoíf—. ¡Pero el ejército que construya seguirá siendo mío!

El Señor de la Guerra hizo una reverencia y mostró una titubeante sonrisa en la cara.

—Lo que digáis, Coordinador. No obstante, me perturba ver cómo está organizando a los Genyosha y a los regimientos de Ryuken. Sólo reciben entrenamiento de los oficiales escogidos por él. Considerad lo que semejante fuerza podría significar en las manos de un general rebelde, aunque no posea agudeza política.

«Un empujón imprudente», pensó Subhash. Esperó otro estallido de Takashi, pero el Coordinador, simplemente, volvió a sentarse, y arregló con calma los informes que había desordenado antes. Meditó durante unos minutos, hasta que una sonrisa dividió su semblante ahora plácido.

—Ordenaré que se disperse a los regimientos de entrenamiento, que las tropas sean diseminadas por todas las unidades de los SACD. Al no disponer de un núcleo de soldados leales, mi hijo jamás obtendrá una base de poder. ¿Ve cómo no había necesidad para temer un golpe armado? Aunque Theodore logre reunir el apoyo político o popular, nunca tendrá la fuerza militar.