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Cuartel general de Campo del Tai-shu Stalholm,
Predlitz
República Libre de Rasalhague
24 de mayo de 3034
Tumbado en el conducto de ventilación Kerai Ninyu, observaba al hombre que había venido a matar. Marcus Kurita aparecía relajado, con la chaqueta del uniforme abierta por el cuello. Lamentablemente, sus hijos, partícipes en la aventura del Tai-shu, no se hallaban presentes. Si persistían en su plan de rebelión, también se convertirían en sus blancos algún otro día.
Marcus había despedido a sus oficiales hacía media hora, pero él continuaba estudiando los mapas de despliegue de tropas en su pantalla. Había símbolos que no comprendía, incluyendo uno que parecía un dragón Kurita con una marca alrededor del sistema de Lucerne. Tuvo la certeza de que no señalaba el emplazamiento de Theodore o de alguno de sus hombres. Fuera lo que fuere, ahí no había ninguna unidad militar, y, por lo tanto, ningún peligro para la Operación Guillotina. El plan para aislar a los ronin de sus bases en el territorio del Condominio no estaba amenazado. De acuerdo con las disposiciones de las unidades que aparecían en la pantalla, el Tai-shu aún no se había enterado de los ataques; ComStar cooperaba. Mientras Ninyu sacaba la tapa enrejada y se deslizaba al suelo, Marcus continuó observando los datos, ajeno a la presencia de su visitante.
—Tu seguridad es bastante buena, Tai-shu. Fui incapaz de entrar en la sede sin activar una alarma.
Marcus giró en redondo, alargando la mano al cinturón de la funda de la pistola que había colgado en una de las sillas de la habitación al término de la reunión de su plana mayor, pero se quedó inmóvil cuando vio que el hombre vestido de negro ya lo estaba apuntando con una. Los azules ojos kuritanos se entrecerraron, calculando las posibilidades que tenía. Al llegar a la conclusión de que no disponía de ninguna, relajó visiblemente los músculos, pero Ninyu captó la tensión interior. El hombre no se había rendido.
—Está claro que no lo bastante como para impedir que me molestes.
—Está claro.
—Si como dices has activado una alarma, vendrán a buscarte pronto. No escaparás con vida —afirmó Marcus.
—Pediste que nadie te molestara. Tus hombres respetarán tu deseo hasta que dispongan de pruebas más concluyentes de la presencia de un intruso, aparte de un sensor aislado. Digamos que tu impaciencia con los subordinados que te interrumpen por trivialidades es bien conocida. En lo que respecta a mi salida, ya lo veremos. O, más bien, yo lo veré. Tú, Tai-shu, estarás muerto.
—Quizás exista una solución que nos permita seguir vivos a los dos.
—Poco probable. —Su audacia era impresionante. Tal vez se engañaba por el uniforme del Cuerpo de Espionaje de Lira que llevaba. Si era así, le duraría poco—. Tengo algunos mensajes para ti —continuó Ninyu—. Tu torpe aliado en la invasión a Rasalhague, el Tai-shu Cherenkoff, ha ido a visitar a sus antepasados. Su Atlas fue decapitado en el primer asalto a las fuerzas defensivas de Orestes.
»Su segundo al mando, el Tai-shu Kingsley, se hizo cargo y ordenó la retirada. Da la impresión de que carece de la misma fe en la victoria final que tienes tú. Kingsley le ha pedido perdón al Kanrei por los actos de los militares de Dieron, mencionando la retirada como prueba de que lo apoya. Ojalá Theodore sea piadoso y muestre clemencia.
»Sin embargo, ésas son malas noticias para ti. Ya no puedes esperar que Dieron apoye tus acciones aquí.
Ante la casual mención del Kanrei y sus planes, Marcus comprendió, y Ninyu percibió su miedo. De repente, el hombre se dio cuenta de que no estaba tratando con un rufián chantajista.
—El Kanrei desearía ser igual de justo contigo, pero le resulta imposible. Te has convertido en una gran molestia. —Alzó un poco el arma—. Esta es una pistola de fuego rápido Mauser y Gray de reglamento corriente para los agentes secretos del Cuerpo de Espionaje de Lira. Descarga sus municiones de plástico a una velocidad maravillosa, soltando un torrente de proyectiles de alta velocidad que destrozan la carne contra la que impactan. Un arma muy desagradable, pero casi silenciosa.
»Una vez que hayas muerto, te devolveré tu pistola. La sangre encharcará el lugar donde suelte la mía. Habrás herido a tu atacante, obligándole a soltar su arma… una muerte de guerrero para un miembro del clan Kurita. Este es el deseo del Kanrei.
»Tu asesino herido sentirá pánico y saldrá corriendo; sin embargo, conseguirá escapar de tu vigilante sistema de seguridad. Otro éxito para los liranos involucrados en la soberanía de un Estado libre. Un acto de lo más deplorable, ¿no lo crees, Marcus?
El Tai-shu había perdido la capacidad de percibir la ironía. Sudando profusamente, tropezó y cayó sobre la mesa. Movió la boca, pero no logró articular ningún sonido.
«Qué lástima», pensó Ninyu.
—Es tu último servicio al Dragón.
Nueve kilos de presión sobre el gatillo descargaron el enjambre de agujas de plástico que destrozaron el torso de Marcus Kurita, bañando de sangre la pantalla de datos y ahogando sus planes de conquista.
Entonces, hizo lo que había prometido. Se hallaba a un kilómetro de distancia cuando la alarma despertó al campamento.