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Bosque de DonnerBrau, Marfik
Distrito Militar de Dieron
Condominio Draconis
14 de septiembre de 3028
Fuhito levantó el visor del neurocasco y se metió una barra de comida concentrada en la boca. «Aggh —pensó—, ¿cuándo dejarán de hacer estas cosas con las sobras de pescados de tres días?» Intentó quitarse el sabor con un sorbo de agua, pero el líquido del sistema de reciclado del Mech estaba rancio y templado y tenía un leve sabor metálico. «¡Qué cocina! Incluso el potaje del comedor es mejor», pensó.
Pero el comedor ya era historia. Dos semanas atrás, los liranos habían atacado Massingham y obligado a la legión a abandonar su base. Desde entonces, habían estado huyendo, esquivando a los aerodeslizadores Steiner al tiempo que jugaban a la peste con las fuerzas de tierra, viviendo de unos suministros cada día más escasos. Habían luchado lo mejor que habían podido. Incluso los regimientos de infantería se habían mantenido firmes entre los árboles del inmenso bosque. Una y otra vez los kuritanos habían golpeado a los invasores Steiner para desaparecer en las sombras de los árboles brela.
A pesar de todos los sacrificios, no se había ganado nada, y sí perdido mucho. La mitad del Undécimo de BattleMechs se encontraba estropeado o destruido. Los regimientos convencionales habían recibido una paliza aún mayor. Sólo el Undécimo y el Decimoquinto de Blindados permanecían como fuerzas de combate, y gran parte de sus vehículos se hallaban inutilizados por falta de combustible, reducidos a fortines inmóviles. Los irresistibles Steiner continuaban su avance.
Los liranos estaban debilitados, quizá hasta dañados, gracias a la táctica del Tai-sa Kurita. Ahora el desenlace se hallaba próximo. Las municiones escaseaban, los suministros eran insuficientes y apenas durarían una semana más, aun con su reducida fuerza numérica. Los hombres estaban exhaustos, casi al límite de su resistencia.
En la reunión matutina, el mismo Theodore Kurita apareció con los ojos enrojecidos y aspecto agotado. Pero el Tai-sa parecía no darse por vencido y mantenerse firme en su determinación de oponerse a los liranos hasta el final. Justo cuando la reunión terminaba, les había llegado la noticia de que el Treinta y Cuatro de Infantería, que había permanecido confinado en Massingham, sin verse molestado por los agresores, se había rendido a las fuerzas liranas. Con él se perdió el espaciopuerto donde estaban emplazadas las Naves de Descenso de la legión… y toda esperanza de evacuar el planeta. Theodore no titubeó.
—Es sólo un revés —fue lo único que comentó antes de ordenar que continuara la táctica de atacar y huir—. Hemos de derrotar a las fuerzas Steiner.
Fuhito se había quedado impresionado por su convicción, que expresaba la virtud de la tenacidad del Dragón. La calma y la fortaleza del Tai-sa le resultaron alentadoras. Aunque él no veía ninguna salida de la trampa Steiner, confiaba en su comandante. Si no mantenía en secreto alguna solución que pensaba revelarles en el momento adecuado, los conduciría por el sendero del honor de la muerte del guerrero. Reconfortado, había dirigido a su maltrecha compañía para desempeñar su papel en el plan del Tai-sa.
La espera lo ponía nervioso, pues estaba acostumbrado a la acción, al movimiento. Comprendía que era necesario actuar como lo hacían, pero no por ello le gustaban las emboscadas. Escrutó los árboles, tratando de localizar a sus propios hombres. Su camuflaje era tan perfecto que sólo fue capaz de descubrir el Locust de Gutherie, únicamente porque sabía dónde mirar. Las reducidas emisiones de calor de los BattleMechs inmóviles y el efecto de pantalla de los troncos de los enormes árboles los ayudaba a protegerse de la búsqueda por infrarrojo. Fuhito se sintió satisfecho; puede que no le gustaran las trampas, pero sabía cómo preparar una. Una bandera amarilla centelleó entre la escasa maleza, llamando su atención.
Un soldado con uniforme castaño y chaqueta marrón acolchada de la infantería kuritana salió de detrás de un árbol y levantó el brazo izquierdo cuatro veces. Luego, alzó las dos manos, con los dedos bien abiertos; las cerró hasta convertirlas en puños y, después, volvió a abrirlas. Repitió el movimiento, aunque esta vez sólo levantó nueve dedos. Insistió en dos ocasiones más, mostrando siete dedos en cada movimiento.
—¡Maldición! —exclamó en voz alta.
Toda una lanza de cuatro Mechs. Si las estimaciones del soldado sobre el tonelaje eran correctas, uno de ellos poseía nada menos que setenta toneladas. Lo que quedaba de la compañía de reconocimiento de Fuhito estaba superado. El superviviente más pesado del que disponía era el Griffin de cincuenta y cinco toneladas de Busek.
Observó al soldado desaparecer entre las sombras. «Ojalá todos tengamos un buen karma, soldado —le dijo mentalmente—, pero será mejor que tu última vida haya sido muy buena. No me gustaría estar en el bosque como tú lo estás, cuando se disparen las armas de energía. Tal vez el viejo Katana Kat sea un Mech ligero, pero, aun así, lleva más blindaje que tu uniforme».
Fuhito comprobó sus rastreadores. El infrarrojo captó el resplandor de la infantería de apoyo que avanzaba entre el follaje y tomaba posiciones tras la escasa protección de los troncos caídos. El amplificador estaba sobrecargado por el contenido metálico de los árboles brela así que pasó al detector de anomalías. La pantalla parpadeó mientras el viento agitaba las hojas, enviando sutiles cambios a través del campo magnético. Las alteraciones menores del campo desaparecieron repentinamente cuando una masa enorme apareció por detrás de una tupida arboleda, a cuatro kilómetros al nordeste.
Confirmando la presencia de un Mech con la exploración del radar y el infrarrojo, estudió su perfil en la computadora, en busca de la identificación. Por fin la enorme máquina Steiner apareció a la vista.
¡Un Atlas!
Tras ordenar a la computadora que controlara la función de los rastreadores, inspeccionó al monstruo de cien toneladas que se acercaba. Desde el montaje de la carlinga de su mortífera cabeza globular hasta sus enormes pies, el Mech humanoide aparecía fuertemente blindado, imponente. Todas sus armas —desde el cañón automático de alta velocidad de cien milímetros que llevaba en la cadera derecha, hasta el par de láseres Martel de cinco centímetros montados en la parte posterior— eran terribles. Incluso solo, probablemente podría combatir con toda su compañía.
Otra máquina, casi igualmente de grande, apareció tras el Atlas. La computadora del «Kat» catalogó con cierta vacilación al Mech como un Banshee. Cambió a inspección visual y aumentó la imagen. El Mech parecía una variación del modelo BNC-3E estándar. En el hombro derecho llevaba un pequeño afuste de misiles y le habían reemplazado el brazo izquierdo con un cañón de energía. Sin duda, no se trataba de ningún modelo Banshee corriente. Entre los MechWarriors, se consideraba que el gigante de noventa y cinco toneladas iba poco armado para ser un BattleMech de asalto.
«¡Para un Mech de asalto! —se dijo—. ¿En qué estaba pensando?» Su compañía la formaban casi en su totalidad ligeros. Esos BattleMechs Steiner solos alcanzaban la masa de toda su compañía. El Banshee llevaba armamento pesado y sólo el Dragón sabía qué más. Sin importar las modificaciones que le hubieran hecho, Fuhito comprendió que lo habían convertido en un Mech mucho más formidable del que a él le habría gustado enfrentarse.
Entonces, apareció el resto de la lanza Steiner. Un par de BattleMechs Zeus ZEU-6S, el modelo corriente del Mech de asalto de la Mancomunidad de Lira. Las máquinas humanoides con joroba se plantaron a los lados de sus hermanos más pesados, haciendo oscilar las armas montadas en los brazos como si ya estuvieran buscando blancos.
Unos inesperados rayos de sol danzaron sobre los Mechs Steiner a medida que avanzaban, centelleando en los orificios de las armas. La insignia del Cuarto de Rangers de Skye refulgía en el pecho de cada BattleMech, mucho más llamativamente que el puño Steiner que decoraba el hombro derecho de las máquinas. Mostraban daños recibidos en la batalla y las marcas de reparaciones hechas allí mismo, pero parecían estar en óptimas condiciones. No dudó de que debían de ir bien equipadas con misiles y municiones.
El Zeus del flanco izquierdo lirano comenzó a avanzar en diagonal, acercándose más al lugar donde se hallaban emboscados los kuritanos. De pronto giró, dio unos pasos vacilantes en dirección a sus compañeros y se detuvo. Fuhito notó la profundidad hasta la que se habían hundido sus pies entre los restos del suelo boscoso, y se dio cuenta de que el Ranger temía quedar varado con su Mech o perder el equilibrio en el terreno blando.
El Atlas rotó la cabeza para contemplar fugazmente a su camarada rezagado, pero continuó su camino. El Zeus empezó a avanzar de nuevo; su piloto buscaba un sendero capaz de soportar el peso del Mech de asalto. Demorado su avance por la tierra blanda, su separación de la lanza Ranger aumentó a doscientos metros. En un esfuerzo por rodear el terreno problemático, el Mech giró y ascendió la pendiente desde el suelo cenagoso, justo hacia el claro donde los kuritanos aguardaban a su presa.
—Ahí está nuestro blanco —anunció Fuhito por el canal de su compañía, al mismo tiempo que obligaba a avanzar a su Mech, sacándolo de su posición oculta—. El Zeus es el objetivo principal. ¡Atacad!
El CPP sujeto al brazo del Katana Kat lanzó un rayo de luz azul. Fuhito observó su voraz energía abatirse sobre una cicatriz ennegrecida que había en la junta cilíndrica del hombro izquierdo del Zeus. Las oscuras sombras se desvanecieron cuando el destructivo haz azul vaporizó el blindaje de cerámica metalizada y derritió parte de la estructura expuesta.
Unas pulsaciones láser procedentes de los otros Mechs kuritanos empezaron a corroer la armadura del gigante, y una lluvia de partículas incandescentes de metal cayó sobre los árboles. Unos pequeños agujeros aparecieron en el pecho del Zeus cuando la infantería escondida abrió fuego con sus ametralladoras de calibre pesado. Fuhito admiró su audacia; para el monstruo, esas armas apenas eran algo más que una simple irritación.
El Griffin de Busek surgió en el borde de los árboles, detrás del Zeus. Alzando el brazo derecho de su Mech, disparó el CPP Fusigon de la máquina. El haz de partículas cortó el hombro averiado del Zeus, destrozando el blindaje que protegía la junta. Un vapor blanco se mezcló con el aceitoso humo negro y las nubes de chispas, mientras el Mech se tambaleaba bajo el impacto de la explosiva energía.
Fuhito vio que los actuadores del brazo oscilaban cuando el piloto Steiner intentó alzar el cañón Defiance de setenta y cinco milímetros montado en el miembro herido de la máquina, pero el daño era demasiado importante. La tensión que produjo el movimiento rompió los huesos de aleación de titanio, y mandó al cañón automático estrepitosamente contra el suelo del bosque. El fluido refrigerante empapó el humus como si el brazo le hubiera sido arrancado a un gigante que ahora sangraba.
Perplejo por lo que veía, casi no advirtió la otra acción del piloto Steiner. El afuste Coventry, emplazado en el brazo derecho del Zeus, vomitó una ráfaga de quince misiles de largo alcance. Los MLA surcaron el claro, iluminando las hojas de las copas de los árboles con la luz infernal de su chorro de escape. Sólo el hecho de estar parapetado detrás del tronco de un brela lo salvó de recibir la descarga principal. No obstante, tres cabezas explotaron en la pierna derecha Katana Kat y le arrancaron trozos de blindaje.
Fuhito aceleró la marcha y se ocultó entre los árboles. Siempre que aparecía un claro, lanzaba una ráfaga del CPP del «Kat», pero no se detenía a ver si había dado en el blanco. Su atención se centraba en guiar a sus guerreros; únicamente con una coordinación cuidada podían esperar sobrevivir a este encuentro.
Logró divisar a los dos Locust de la compañía moviéndose frenéticamente entre los árboles, detrás del Atlas y los otros dos Mechs de los Rangers. Incluso le pareció escuchar el eco del extraño y jubiloso grito de batalla de Gutherie desde los altavoces exteriores del Mech del senshi. Los Mechs ligeros estaban distrayendo a los pilotos Rangers, corriendo detrás de ellos y enviando disparos a las láminas posteriores más débiles. Los Mechs de la compañía habían empleado esa táctica en la emboscada tendida en las afueras de Massingham. Aquí, en el bosque DonnerBrau, compensaron la pérdida de parte de su velocidad por la protección que les proporcionaban los enormes troncos. Hasta ahora, para alivio de Fuhito, los liranos no habían logrado abatir a ninguno.
Con el cuerpo principal de la lanza Steiner ocupado en las fuerzas de distracción de Fuhito, el resto de su equipo se concentró en el Zeus solitario. Las armas de energía atacaron ferozmente al tambaleante gigante.
Con la intención de ganar tiempo y recuperarse de la sorpresa, el Zeus comenzó a retroceder por el camino que había venido. Dando tumbos a causa del fangoso humus, los imprevisibles movimientos del Mech lo convirtieron en un blanco aún más difícil de lo que hubiera conseguido cualquier deliberada maniobra evasiva hecha por el piloto.
Entre las pulsaciones cegadoras del fuego kuritano, apareció un transporte blindado de personal HK-17, con la sucia rata de la legión grabada en su abollada y rota armadura lateral. Las orugas del vehículo chirriaron en el fango, lanzando chorros grisáceos hacia atrás a medida que avanzaba. El TBP se deslizó entre los árboles brela en dirección al Zeus.
Éste giró el torso hacia el vehículo que se acercaba, pero desdeñando al parecer a un simple transporte de infantería, volvió a dar la vuelta y soltó una pulsación láser a los Mechs de la legión. El TBP se inclinó velozmente y se lanzó contra la pierna izquierda del Zeus. El Mech se tambaleó bajo el impacto y, agitando sin control el afuste de misiles del brazo derecho, cayó de bruces en el fango.
Mientras el Mech se debatía por incorporarse, el conductor del TBP puso marcha atrás, olvidando su bravata para dar paso al sentido común. Pero, antes de que pudiera desengancharse, el gigante se incorporó a su vera y alzó la bulbosa forma del afuste Coventry StarFire por encima de su carlinga. Dejó caer el brazo sobre el TBP y aplastó el compartimiento de pasajeros del tanque. Al ver que las orugas seguían moviéndose, el Zeus volvió a golpearlo una y otra vez vez hasta que el vehículo se convirtió en una masa retorcida e inmóvil.
El Griffin de Busek pasó pesadamente al lado del Katana Kat en dirección al Mech del Ranger. Una corta andanada de misiles salió del afuste montado en el hombro e hizo impacto en el Zeus. Busek también disparó su CPP, pero falló el blanco.
Fuhito lanzó una ráfaga de apoyo a la brava carga de su compañero. El aire ionizado restalló cuando el rayo artificial desgarró el torso herido del Zeus. Entonces, el láser montado en la parte posterior del Mech del Ranger comenzó a disparar frenéticamente; las pulsaciones fueron aumentando de frecuencia hasta que se unieron en un haz sólido y derritieron el cristal.
El Griffin se acercó y el Zeus giró para enfrentarse a él. El fuego del CPP de Busek resultaba ineficaz debido a su mala puntería, mientras que el Ranger exhibía una exactitud mortífera. Consiguió lanzar dos descargas completas de su afuste StarFire, que laceraron el pecho del Mech kuritano y dejaron expuestas partes de la estructura, de donde brotó un chorro de fluido refrigerante. Finalmente, el láser Thunderbolt de diez centímetros del Zeus entró en acción: unos rayos de color rubí convirtieron en escoria el metal e hicieron hervir la cerámica. El Griffin cayó con estrépito al suelo y quedó inmóvil con las extremidades extendidas.
El Zeus se dirigió a su oponente caído y se detuvo ante el deflector blindado que aparecía hundido en el hombro izquierdo del Mech. Con un movimiento lento y deliberado, levantó la pierna izquierda y la abatió sobre la burbuja de la carlinga del Griffin.
Fuhito lanzó un grito de ira, pero su voz se perdió en el siseante crepitar del CPP del «Kat». El rayo hizo impacto en el ya debilitado pecho del Zeus. Las llamas se alzaron como lenguas y una nube de humo surgió del hombro destrozado del Mech. Del altavoz exterior de la máquina del Ranger le llegó la cortante risa del piloto.
Un relámpago azul destrozó el árbol que había a la izquierda de Fuhito, y otros dos haces de partículas pasaron a su lado. Los restantes liranos habían abandonado la persecución de las sombras kuritanas en el bosque y se unían a la pelea. Rugiendo de cólera, Fuhito lanzó al «Kat» al suelo en busca de protección.
Busek había estado indefenso, y no había honor en matar a un oponente desvalido. Ningún guerrero de verdad consideraría jamás tal acción. El piloto del Zeus merecía la ejecución por su acto deshonroso.
Este se hallaba seriamente herido. Otro ataque de la compañía de Fuhito habría podido liquidarlo, pero habían llegado los otros Rangers y eso convertía su ataque en un suicidio.
Habría otro día.
Puso de pie al Katana Kat y se encaminó hacia la línea de árboles.
—Se acabó —ordenó por la línea—. A cubierto.
Por toda la zona los Mechs dieron la vuelta, esquivando los ataques entre los árboles mientras corrían. La infantería de apoyo hizo explotar bombas de humo para proteger su paso antes de retroceder ellos mismos, con la esperanza de que los pilotos Steiner no se molestarían con unos blancos tan insignificantes. Mientras avanzaba con el Katana Kat por el bosque, pudo oír a los liranos lanzando sus haces de energía, destrozando los árboles en su furia y frustración.