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Sanctum Arcanum, Palacio de la Unidad, Luthien
Distrito Militar de Pesht
Condominio Draconis
2 de enero de 3034
Constance Kurita estaba arrodillada sobre la estera de lona blanca delante de la plataforma elevada del cuarto más íntimo del Sanctum Arcanum, el altar del honor kuritano. Ante ella, en la estancia en penumbras, había un estrado cubierto por un tatami. El venerable dai-sho, las dos espadas, una corta y otra larga, del fundador de la dinastía, Shiro Kurita, reposaban sobre un pedestal lacado de negro. Cinco columnas lo rodeaban, invisibles en las sombras, a excepción del antiguo y tallado colmillo monodon labreano que resplandecía bajo la suave luminiscencia, un dragón fantasmal elevándose hacia el cielo. También invisibles eran los cuatro expertos pilarinos arrodillados en las esquinas de la estera. Aunque no podía verlos, sí sentía su fuerza, latente y protectora.
El quinto guardián se hallaba ante la puerta de la cámara interior, negándose con educación, pero con firmeza, a dejar pasar a Theodore Kurita para no perturbar la meditación de Constance hasta que terminara. Aunque éste le hubiera recordado su rango, no le habría cedido el paso. En aquella estancia ella se encontraba por encima del mismo Coordinador.
Se despidió del espíritu de Shiro, juntando las manos al mismo tiempo que inclinaba la cabeza. Los expertos le hicieron una reverencia cuando se incorporó, como símbolo de que reconocían su autoridad y ella les hizo un gesto de aceptación y aprobación de su devoción. Mientras se aproximaba a su espalda, el guardián se hizo a un lado, permitiendo que saludara con un gesto de la cabeza a su primo.
—¿Fue bien?
—Muy bien. Las cuatro Legiones de Vega tenían un aspecto espléndido —afirmó Theodore, sonriendo con orgullo—. No esperaba tal precisión en su desfile. Puede que ya no sean la escoria de nuestro ejército, pero siguen siendo soldados. No disfrutan de una parada militar.
—Son fanáticamente leales a ti, Theodore. No harían nada que te humillara ante el Coordinador.
Se encogió de hombros, pero ella supo que estaba orgulloso de que sus legiones fueran fuertes, y honrado porque expresaran tal intensidad en su fidelidad hacia él. Lo sintió en su concha ki y lo percibió en su elaborada indiferencia.
—La insurrección en el mundo natal del Tai-sho Rentoshi parece seria —dijo Theodore en un aparente cambio de tema. La expresión de su semblante perdió su ligereza y sus maneras se tornaron profesionales—. El Coordinador le concedió permiso para que se ocupara de ello personalmente. Le acompañará su Primer Regimiento de Espadas de Luz.
—¿Y la Séptima Espada de Luz? —quiso saber Constance, consciente de que en ningún momento habían cambiado de tema.
—Ha de partir mañana para unos ejercicios de entrenamiento en la cuarta luna de Daikoku.
—El Coordinador jamás ha permanecido sin un Regimiento de Espadas en Luthien. ¿No cancelará tus órdenes?
—Como Diputado de Asuntos Militares, considero necesario que el Séptimo reciba este entrenamiento. Su última misión en un entorno semejante tuvo lugar hace años, y no han vuelto a realizar ninguna operación táctica en gravedad baja. Todo se ha llevado a cabo de acuerdo con las normas correctas. Sus órdenes aparecerán en la actualización semanal dentro de tres días.
—Demasiado tarde para que ponga alguna objeción.
Theodore asintió.
—Además, no hay necesidad de mantenerlo aquí mientras tengamos cuatro regimientos completos de BattleMechs.
—Tus legiones. Las favoritas del Coordinador se encontrarán fuera del planeta.
—Seguro que se trata de una coincidencia —afirmó impasible—. Espero que los asuntos se desarrollen de tal manera que los regimientos de Espadas sean requeridos durante un tiempo en alguna otra parte. Hasta puede ser útil el adiestramiento que ha recibido el Séptimo de Espadas a gravedad baja.
—Que los obligará a dejar el sistema.
Volvió a asentir.
—Es una forma indolora y pacífica de sacar de Luthien a las tropas leales al Coordinador. El director siente una preocupación justificable de que esos partidarios no sean capaces de comprender lo que va a suceder. Resultará mucho más sencillo si mi padre carece de tropas disponibles. Desde su enfermedad, se ha vuelto errático. Subash-sama está satisfecho con el plan.
—El director Indrahar está complacido contigo ahora, pero no se mostrará tan feliz cuando actúes de acuerdo con la información que te proporcioné.
—Es inevitable. A medida que la guerra con Davion se acerca, hemos de adoptar medidas drásticas que resultarán impopulares en algunos círculos. Las FIS infestadas de espías deben ser purgadas. Es imperativo que los próximos pasos del Dragón queden ocultos a nuestros enemigos. Davion no ha de descubrir nuestros progresos tácticos, ni la existencia de nuestras nuevas fuerzas. Ya conocen demasiado acerca de nuestros planes.
La facilidad con que los enemigos del Condominio se enteraban de sus secretos era aterradora. Constance había observado ese fenómeno durante la última guerra, pero fue incapaz de hacer mucho al respecto. Con el cese de hostilidades, puso en marcha una serie de planes. La Orden buscaba pruebas de la existencia de espías internos al tiempo que expandía su propia red de agentes en los otros poderes de la Esfera Interior. A corto alcance, el esfuerzo estaba siendo fructífero, a medida que los nuevos proyectos se entremezclaban con los planes de desarrollo lento y hacía que fuera juicioso el empleo de agentes introducidos en los altos mandos.
Theodore tenía razón al afirmar que la seguridad del Condominio requería unas FIS debilitadas. Los espías enemigos debían ser eliminados o neutralizados, e Indrahar quizá no se sintiera predispuesto a permitirlo. No había duda de que su dedicación era la preservación del Condominio, pero también era un hombre obsesionado con su propio poder. Resultaba improbable que lo entregara por su voluntad. Ciertamente, ella sospechaba que sus desvelos por mantenerlo contribuían a su ceguera para observar la corrupción dentro de su organización.
—El director verá esta limpieza como un intento por debilitarlo, tal como has hecho con tu padre —le advirtió.
—Lo comprenderá.
—Te odiará.
Theodore mostró una expresión dolorida.
—No permitirá que el odio le impida ver la necesidad. Subhash entenderá que lo que hago es imprescindible para la supervivencia y la protección del Dragón.