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Reserva de Kanzijankin, Ciudad Deber, Benjamín

Distrito Militar de Benjamín

Condominio Draconis

10 de enero de 3030

—¡Prima! —exclamó Theodore mientras se incorporaba, pues estaba sentado sobre el césped con las piernas cruzadas.

Aunque al levantarse quedó bajo las sombras de los árboles, Constance Kurita percibió el placer en su rostro. Su estado de ánimo era muy distinto de la última vez que se vieron, el día en que Takashi desterrara a su hijo a la Legión de Vega.

Ella compartía su misma felicidad. Había pasado mucho tiempo desde que pudieran disfrutar de su mutua compañía. Sin embargo, fue consciente de su dignidad como cabeza de la Orden de las Cinco Columnas, y mantuvo el mismo paso que llevaba. Si mostraba prisa por ir al encuentro de su primo, daría un pobre ejemplo a la media docena de expertas que la acompañaban. En el pasado, también se habría preocupado por la regularidad de su marcha sobre el ondulante terreno de la Reserva de Kanzijankin. Hoy avanzaba cómoda, con los faldones lisos y siguiendo acompasadamente su ritmo. El kimono de color azafrán destacaba entre las túnicas rojas de las jukurensha igual que un jilguero entre cardenales.

Al acercarse, quedó sorprendida por la cicatriz que cruzaba la frente de Theodore, desde el centro hasta el extremo de su ceja izquierda. No se la había mencionado en las cartas, y tampoco lo hizo Tomoe durante sus breves informes en la villa oculta donde unas pilarinas de confianza cuidaban de la educación de Hohiro y Omi. Lo marcaba como un guerrero maduro, más aún que el Ramo de Katana que le habían concedido en el 3028. Y tampoco era la única señal que la guerra le había dejado. Notó la delgadez. Hacía tiempo que cualquier rastro de grasa se había rendido a los rigores del campo de batalla. A pesar de que se percibía con facilidad una mayor fuerza física, su ojo entrenado también captó algo más intangible en su postura. Habían desaparecido el engreimiento y la arrogancia de la juventud, reemplazadas por la seguridad de la fuerza y la confianza de su posición.

Al verlo en ese instante, no tuvo ninguna duda de que era un samurái, y de gran fortaleza. Se preguntó cómo Takashi podía haber dudado de los informes que decían que su hijo había destruido a muchos Mechs enemigos. El Condominio necesitaba un héroe en esos días oscuros de la ofensiva de Steiner, cuando tantos planetas se vieron amenazados por las fuerzas invasoras. Obsesionado como estaba con los Dragones de Wolf, el Coordinador había aprobado la medalla, pero le había confiado a Constance que estaba seguro de que la cantidad había sido inflada por los aduladores que esperaban halagar su propia vanidad. Otorgó la dirección de la ceremonia del Ramo de Katana al Señor de la Guerra Cherenkoff de Dieron, y se negó a ver al hijo que durante tantos meses se había comunicado con él únicamente a través de los informes de batalla rutinarios que le enviaba un comandante de campo. Las acciones de Takashi, o, más bien, la falta de ellas, sólo avivaron la mala relación entre ambos. No se habían visto desde la confrontación en Luthien, acaecida casi cinco años atrás.

Desde aquel día doloroso, su trato había permanecido inalterable. No así el universo que los rodeaba. Antes incluso de que se desatara la guerra, una serie de acontecimientos habían sembrado la agitación en el Condominio. El Señor de la Guerra Samsonov, del Distrito de Galedon, había estropeado los intentos por mantener a raya a los Dragones de Wolf, y había fracasado incluso de manera más lamentable al ejecutar el plan de contingencia que requería su destrucción. El resultado fue que varias de las mejores formaciones de SACD quedaron diezmadas o aniquiladas en los combates que se desataron cuando los mercenarios escaparon al espacio de Davion. Enfurecido, el Coordinador había ordenado la ejecución de Samsonov. El cobarde había huido a la Periferia, llevándose consigo a oficiales y hombres de su Quinto de Regulares de Galedon. Las FIS lograron ocultar el desastre a los medios de comunicación con una historia en la que se contaba que Samsonov había sido asesinado por un miembro de los Dragones de Wolf y el seppuku posterior de su círculo íntimo de oficiales, que se había visto humillado por sus fracasos. Constance pensaba que incluso el eficiente aparato de inteligencia de la Casa Davion había caído en el engaño.

Para reemplazar al ausente Samsonov en Galedon, Takashi había trasladado al Señor de la Guerra Hsiun Chi desde Pesht. Al competente oficial le resultó difícil contener a sus nuevos guerreros del distrito en su intento por vengarse de los Dragones de Wolf. La guerra aparte que se libró contra los mercenarios ya había abortado los esfuerzos de aquella sección en el frente Davion, hasta que, finalmente, Chi logró imponerse y coordinar las acciones con el Señor de la Guerra Shotugama, del vecino Distrito de Benjamín. A pesar de ello, las fuerzas del Condominio progresaron poco. Ni siquiera bastó que Takashi despertara de su sueño de venganza y dedicara un interés directo al frente Davion. Se habían cosechado pocos éxitos.

En lo que Constance consideraba un error de juicio, había llenado el vacío dejado en el tranquilo Distrito de Pesht nombrando Señor de la Guerra a su padre. Marcus Kurita. Ciertamente, Takashi no podía permitirse el lujo de tener al ambicioso Marcus a la espera de una oportunidad para asestarle un golpe por la espalda, pero ponerle de nuevo en un puesto de Señor de la Guerra era peligroso. Sin embargo, la jugada le había quitado la proximidad de su persona, y las intrigas en Luthien habían disminuido drásticamente a raíz de su traslado. El conocimiento de que las unidades de los Regulares de Pesht se habían unido a la lucha para ayudar en el Distrito de Rasalhague preocupaba a Constance. Rasalhague había sido la antigua base de poder de su padre.

La destitución de Marcus como jefe de los guardaespaldas otomo ponía en tela de juicio la causa del exilio de Theodore. El camino tenía que haberle quedado despejado para que ocupara el cargo tradicional del heredero designado. Pero entonces comenzó la guerra, y Takashi ascendió a un Tai-sa poco conocido, muy leal a su persona, aunque sólo una marioneta en la política imperial, a su puesto. Theodore no comentó nada al respecto. No tenía tiempo de preocuparse por disputas familiares y un honor fútil.

Eso cambiaría pronto. Al igual que muchas otras cosas.

Tras hacer un gesto a sus monjas para que permanecieran en el borde de la arboleda, continuó sola hasta donde la esperaba él, intercambiaron unas inclinaciones de cabeza.

—¿Cuáles son las noticias que no podías enviarme por mensajero? —preguntó él.

—La guerra ha terminado —repuso ella directamente. Theodore se quedó inmóvil y la miró con suspicacia, entornando los párpados; pero ella no le prestó atención—. Mis agentes en Tharkad me informan que la arcontesa Steiner ha cancelado la ofensiva —prosiguió con calma—. Planea consolidar lo que ha obtenido y concentrar sus reservas en los mundos conquistados. Los contraataques de los SACD han resultado demasiado fuertes para los liranos. Todo indica que ha aconsejado a los aliados de Davion que hagan lo mismo.

—Son noticias inesperadas. —Su voz sonó cautelosamente neutral. Se volvió a medias, jugando con el borde de su chaqueta de batalla en un gesto que Constance conocía bien gracias a los reportajes que había visto sobre el guerrero en el campo de batalla—. Tu Orden me ha proporcionado una inestimable información de inteligencia a lo largo de estos últimos seis años. A menudo, tus evaluaciones han sido más exactas que las de las FIS. No me consideres desagradecido o que no tengo en alta estima vuestra capacidad, Constance, pero ¿estás segura? No ha habido ningún indicio de ello en el frente, y no se recibió ningún informe similar de las FIS. La orden del Coordinador de cancelar nuestras propias actividades ofensivas debió de haber reforzado la determinación del enemigo.

—Mis fuentes son impecables.

—So ka.

—El río de los recursos de Steiner es profundo, primo, pero el estanque de su determinación es superficial —comentó—. Sus aliados de Davion son más decididos, pero carecen de los medios, y el veto de ComStar ha minado su economía. La alianza entre las dos Casas es joven aún; no se hallan unificadas. Al igual que nosotros, se han visto exprimidas hasta el límite. Son incapaces de llevar a cabo más acciones ofensivas.

—¿Qué más necesitan arrebatarnos? —preguntó él con incredulidad—. Las fuerzas armadas liranas han establecido guarniciones en cincuenta de nuestros mundos. Mi Operación Contaminación fue un fracaso debido a la traición, y nosotros sólo hemos conquistado dos de sus planetas. Hasta ahora, no lo hemos hecho bien. Pero estuve tan cerca… la mayoría de las unidades del frente recibían órdenes mías. Incluso el Señor de la Guerra Sorenson reconoció mi autoridad.

»Por lo menos, teníamos la esperanza de vencerlos. Contra Davion, el Dragón parece impotente. Cherenkoíf sigue agazapado en su búnker a la espera de un mítico asalto de ellos mientras lanza «ataques masivos» que no dejan de ser simples incursiones. Shotugama y Chi se han mostrado activos, pero poco hemos ganado… unos mundos insignificantes del borde y la recaptura de los sistemas del Pulgar de Galtor. Desde que mi diligente padre tomó el mando allí, lo único que tuvimos fue un incremento de bajas a lo largo de toda la frontera. Con Hanse Davion concentrado en la ofensiva de Liao, debimos ser capaces de realizar algo más. Y yo podía hacerlo, si me lo hubieran permitido. —Sacudió la cabeza con amargura—. A pesar de la propaganda de que Tikonov y St. Ivés se habían convertido en estados independientes, Davion gobierna ahora la mayor parte del espacio de Liao. Hanse Davion ha conseguido casi todo lo que quería. La Confederación de Capela está mutilada, preparada para su golpe de gracia. El equilibrio político ha sufrido un cambio drástico. Con Liao fuera de escena, ha avanzado un paso más para convertirse en el Primer Señor de la Frontera Interior.

—Puede que se encuentre más cerca de su objetivo —acordó Constance—, pero ni siquiera la maquinaria de guerra de la Federación de Soles es ilimitada. De hecho, se está deteniendo, su capacidad de comunicación y transporte ha sido utilizada hasta el máximo.

—Nos enfrentamos a una quietud temporal —advirtió Theodore—. Espero que sea más larga que la de la primavera pasada, pero las hostilidades no han cesado, a pesar de las beatas palabras de los gobernantes de Steiner y Davion. Hanse Davion ha revelado su verdadera intención de asegurarse el gobierno de la Esfera Interior para su casa y sus descendientes. La siguiente presa del Zorro seremos nosotros. Tan pronto como pueda, se lanzará a nuestros cuellos. Canalizará las nuevas ganancias para sus objetivos y para recuperar gran parte de sus pérdidas…, yo diría que dentro de unos cinco años. No esperará más, porque temerá nuestra propia recuperación.

Constance se encogió ante el fuego que había en sus ojos.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

Theodore sonrió y un repentino destello de luz cruzó la oscuridad de su mirada.

—Ahora eres quien cuestiona la veracidad de mis palabras. Lo estoy todo lo que un comandante puede estarlo sin hallarse en el interior de la cabeza de su oponente. Leo su mente y su voluntad en sus actos, y descifro sus intenciones detrás de las palabras que pronuncia. Aprendo lo que enseña por el ejemplo. Pero, lo más importante, mis obsesiones no me han cegado. —Juntó las manos a su espalda y miró al cielo—. No soy el único que ve los codiciosos planes del Zorro. Muchos otros también se sienten inquietos.

—¿Te refieres a ComStar?

—Así que ya sabes que he recibido a un emisario enviado por la nueva capiscolesa —comentó él, enarcando una ceja en señal de fingida sorpresa.

—Sólo se me ha informado de la llegada del mensajero —reconoció Constance. Era mejor no brindarle expectativas infundadas sobre la capacidad de espionaje de la OCC—. Desconozco el contenido del mensaje. —La Primus Myndo Waterly desea reunirse conmigo. Eran noticias sorprendentes. ComStar siempre mostraba neutralidad en los asuntos de la Esfera Interior. No obstante, sus agentes se habían puesto en contacto con Theodore ocho meses atrás, advirtiéndole que vetarían las comunicaciones interestelares a la Casa Davion. Después de discutirlo con Constance, decidió pasarle la información a Subhash Indrahar, con la esperanza de que el Coordinador la emplearía de mejor forma si creía que procedía de la FIS. Aunque ComStar no había pedido nada a cambio entonces, el instinto de Constance le hizo sospechar que los seguidores de Blake solicitarían algún día una compensación por aquella revelación tan oportuna.

—¿Consideras que quieren el pago del aviso que te dieron acerca del veto a Davion? —preguntó—. ¿O desean tu presencia en las negociaciones de paz?

—Las dos cosas —replicó—. Pero pienso que hay algo más en su agenda. Enviaron a la sustituta de Waterly como capiscolesa de Dieron, Sharilar Morí, de mensajera. Un miembro de la junta de gobernantes de su Primer Circuito es una funcionaría demasiado alta para ser una simple recadera.

Constance enarcó las cejas al oír el nombre. Eso hacía que la situación cambiara. Theodore estaba en lo cierto en su evaluación de que ComStar tenía un interés serio en los temas actuales. Su nuevo gobierno parecía desear un papel más importante y activo para su organización. Habría que vigilarlos cuidadosamente.

—Da la impresión de que ComStar empieza a salir de las sombras —comentó.

—No importa. Son débiles, incluso más de lo que quieren hacernos creer. Su veto de comunicación no bastó para frenar a las hordas de Davion. La Federación de Soles y sus lacayos de Steiner continuaron con su guerra de conquista.

—La alianza disponía de su Pony Express —le recordó Constance.

—Mantener semejante cadena de Naves de Salto es muy caro, y resulta demasiado limitada para los planetas a los que puede llegar. En sí misma, habría sido insuficiente para suministrar las comunicaciones necesarias para una operación militar de gran envergadura. Debieron de tener otros medios de transmisión.

—¿Te refieres a las cajas negras que tu Kowalski está analizando?

—Kowalskitiene la certeza de que se trata de aparatos de comunicación. —Theodore apartó los ojos y de nuevo los dirigió al cielo despejado—. Hemos de descubrir el secreto de esas cajas y duplicarlas. Quisiera que me prestaras a algunos técnicos de tu Orden para la tarea.

—No va a gustarle a ComStar. Amenaza su monopolio.

—Ya está amenazado por la desaparición de su influencia filosófica. La posición y el prestigio de su orden ha ido debilitándose de forma regular en la Federación de Soles. Si tenemos eso en cuenta, considero que una Esfera Interior unificada bajo el sol y la espada de Davion les preocupará más que el hecho de que el Condominio tenga acceso a un aparato de comunicación interestelar limitado. Nos hará falta esa tecnología y mucho más si queremos capear la tormenta que nos va a caer encima.

—Quédate tranquilo en lo que respecta al apoyo de la Orden de las Cinco Columnas. El Condominio Draconis ha de mantener su fortaleza.

La oscuras cejas de Theodore se arquearon sobre unos ojos repentinamente muy abiertos.

—Viniendo de otra persona, tomaría ese comentario como una incitación a derrocar al Coordinador.

Asustada por su percepción, Constance se apresuró a ocultar sus pensamientos, y emitió una risa fugaz.

—De otra persona, quizá fuera así. Pero yo soy la guardiana de la Casa del Honor, y el bienestar espiritual de Kurita se halla en mis manos. A pesar de los recientes… ah…, excesos de Takashi-sama, no debemos dividir el clan. En este momento, una guerra civil destruiría el Condominio.

—Sin duda, pero no has negado que el Coordinador debería ser sustituido.

Constance quedó perpleja. Con el paso de los años, había aprendido a percibir los significados ocultos que yacían debajo de las conversaciones coloquiales. Durante el caos de la guerra, Theodore debió de hacer experimentado su propia revelación. Este no era el joven que había estallado en presencia de su padre. No cabía duda de que había crecido en otros aspectos aparte del físico.

—Has hecho mucho por salvar el cuerpo del Dragón —dijo, confiando aún en la charla formal—. Ahora tienes que luchar para salvar su corazón.

So ka —aceptó Theodore con una inclinación de cabeza—. Aunque me cueste el alma, ésa es mi intención.